Steal My Girl

Las personas solemos tener una cara diferente para todos, depende de la confianza que sentimos y de la otra persona con la que estamos y es muy difícil encontrar a alguien que nos permita ser nosotros mismos. Hay otras personas a las que les da lo mismo y son la misma persona con todos, ojalá fueran personas lindas y radiantes. En cambio la mayoría son ese tipo de personas que no entiendo porque son como son. Tal vez ya usé mucho la palabra "personas" y no tiene mucho sentido lo que acabo de explicar, solo es un pensamiento que se me vino a la cabeza tan pronto el capitán del equipo de basquetbol cruzó las puertas del gimnasio.

Inhar Saldaña era la misma persona con todos y no, no era una persona amable. De hecho, no entiendo como había tantas personas volviéndose a sus pies. Saldaña era alto, quizá un poco más que yo, delgado, no voy a negarlo muy guapo y muy ágil para el deporte. Lo conocí en el primer día de las pruebas para el equipo y de inmediato supe que nos llevaríamos mal.

Así pasa ¿no es cierto? Conoces a alguien que parece ser un imbécil y bueno, resulta que tienes razón.

—¿Está todo bien? —Esa era la voz de mi castaña favorita. —¿Qué estás buscando?

Leilani no necesitaba ponerse de puntitas para alcanzar a ver lo que yo veía, solo debía estirar el cuello en la misma dirección que yo. Sin embargo, se giró sobre sus puntas y miró a la puerta.

Por favor, no lo mires. No lo mires.

—Solo pensaba. —Le respondí. Ella aceptó y sin siquiera dudar regresó su mirada a mí.

—¿En qué pensabas?

—¿Qué?

—Dijiste que solo estabas pensando y me gustaría saber qué cosa te hace gruñir así. —Colocó detrás de la oreja uno de esos mechones de cabello que le gustaba dejar sueltos.

—Aahm... —dudé que podía decirle.

—A mí los conejos. —Cambió ella de tema sabiendo que no había forma de que hilara bien mis oraciones. —Me dan miedo, así que suelo gruñirles para que no crean que me dominan.

—¿Te encuentras con muchos conejos en tu día?

Leilei encogió los hombros y sonrió. Esa era una de las muchas cosas que me gustaba de estar con ella, la facilidad con la que me hacía liberar de cualquier duda que hubiera en mi mente. Me abrazó por la cintura, mechones de su cabello que estaban sueltos se enredaron en mi cierre de inmediato y el aroma a naranja de su perfume se metió por mis fosas nasales.

—¿Alex? —Su voz bajita me regresó con ella, comencé a ayudarle a sacar el cabello. —¿Puedo hacerte una pregunta?

—Las que quieras, preciosa. —Sentí que había dicho algo indebido y aún así no quería retractarme.

Ella me miró directo a los ojos y se quedó callada. Nunca la había visto tan callada y eso que al principio del año escolar no le gustaba hablar con nadie. Vi que intentaba de verdad decir algo más que no nos hiciera sentir diferentes, sus brazos se sentían tensos y yo también lo intenté. Una cosa era llamarla preciosa en mi cabeza y otra muy diferente decírselo de forma natural.

Es este el momento en el que mis piernas me ayudan a salir corriendo.

No sabía que una interacción tan simple podía volarme la cabeza ¿acaso ella estaría pensando que era un tonto? ¿Era entonces cuando Leilani salía huyendo y terminaba con nuestra amistad? No quería hacerla sentir incómoda. Me alejé de su abrazo y ella me atrajo de vuelta.

—Por favor no te arrepientas. —Dijo aún contra mi pecho y evitando mirarme a los ojos. —No es lo que quería preguntar, pero ¿de verdad crees que soy bonita?

¿Alguien alguna vez la había hecho dudar de eso?

—No solo creo que eres bonita, eres preciosa. —Sus manos se desenredaron de mí y comenzó a presionar su dedo medio con el pulgar, señal de su nerviosismo. —Podría contemplarte todo el día y el siguiente y seguir pensando que cada vez eres más hermosa. Eres la mujer más preciosa que alguna vez yo haya visto. —Sentía la necesidad de hacerle ver que de verdad lo era, para mí era la chica más hermosa de todas. —¿Sabías que Afrodita tomaba el aspecto de la mujer que los griegos pensaban que era la más hermosa?

—¿De verdad? —Asentí.

—Yo te vería a ti en ella. Siempre te vería a ti.

—Alex, nunca nadie me había dicho eso. —Volvió a aventarse contra mí en un abrazo. —Eres un gran amigo.

¿Qué podía decirle? ¿Tú también?

—Yo... no quiero serlo.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Navarro, ya suelta a tu novia y ven a entrenar.

Yo no sé qué rayos iba a decir y que bueno que alguien me detuvo de decir cualquier idiotez. El entrenador estaba a lado mío esperando mis siguientes movimientos.

—No somos novios. —Respondí.

—No me importa. —Miró a Leilani y después a mí. —Puedes quedarte si me ayudas a arreglar mis documentos.

—¡Claro que sí! —Leilani sonrió resplandeciente, así de rápido se le había pasado el momento de no saber qué decir y yo seguía conectando ideas. —Voy a dejarle en perfecto estado esa horrible carpeta.

El entrenador la miró extrañado y se ablandó.

—Tráele una silla a... ¿cómo te llamas?

Me reí, había pasado mucho tiempo viéndola e incluso hablando con ella y no se había preocupado Pat saber su nombre, muy típico del entrenado.

—Leilani Anzures. —Contestó ella con una sonrisa.

—Navarro corre, tráele una silla a la niña Anzures.

—Enseguida voy entrenador. —Miré a la castaña que estaba sonriendo mientras tomaba los papeles del entrenador y corrí por la silla.

—¡Bien! —El entrenador sonó su silbato llamando a todos al rededor.

Todos estaban escuchando y antes de que yo pudiera volver salieron a correr al rededor de la cancha. Leilani se quedó charlando con el entrenador y por primera vez lo vi reír. Acomodé la silla para que ella se sentara frente a una mesa donde dejó los papeles del entrenador.

—Leilani... yo... —el entrenador comenzó a gritar para que me fuera. Ni siquiera entendía que decía, pero lo mejor era dejarlo ahí. —Te veré en un momento ¿sí?

Ella me miró con la duda en los ojos y asintió con la cabeza. Quería abrazarla, dejar un beso en su frente, tomar su mano o incluso dejar el entrenamiento para ir con ella. No lo hice. Imité su asentimiento y me fui a correr perdido en mis pensamientos.

El equipo estaba corriendo al rededor de la cancha, el entrenador y Leilani se hacían mejores amigos y yo solo podía pensar en que diría más tarde para salvarme de dar explicaciones que aún no tenía. No podía decir algo estúpido como una excusa cualquiera, ella era la chica más inteligente que yo conocía y no iba a quedarse tranquila con eso.

Todo el entrenamiento lo pensé tanto que no pude completar ningún pase.

¿Por qué rayos dije que no quería ser su amigo?

Para la escuela en la que estoy donde todos hacemos deporte o toman clases avanzadas y que todo está tan planificado que da miedo no poner toda mi atención al deporte podría salirme caro no concentrarme en lo que debía.

Soy basquetbolista, Leilani es voleibolista, hay futbolistas, tenistas, ajedrecistas, golfistas, nadadores, peleadores, porristas, patinadores y otros tantos deportes que sería difícil enlistar. A eso venimos a esta escuela a desarrollar nuestro deporte al máximo o a que nuestra mente sea atascada de información porque también hay quienes no hacen nada de deporte y se centran en las ciencias, letras o artes. Y claro que están los que pueden hacen ambas cosas y cuando estén a punto de entrar a la universidad decidirán lo que quieren hacer con su vida.

Leilani por ejemplo, podría dedicarse a cualquier cosa: desde el deporte que practicaba hasta ser beisbolista experta en física. A mí no me gustaría dedicarme a ser basquetbolista, pero como eso es lo que me trajo aquí y para lo que soy bueno debo de darlo todo en mi deporte y fallar en los entrenamientos me molesta. Por eso cada vez que corría e intentaba hacer los pases y fallaba me sentía más y más perdido.

Era consciente de Leilani en la orilla de la cancha, con su cabello largo y solo trenzado de manera complicada en la parte de arriba de ese vestido azul marino en forma de tubo que resaltaba sus curvas a la perfección. ¿Por qué tenía que ser tan preciosa? ¿Era yo de verdad el amigo que ella pensaba? ¿Por qué le daba tantas vueltas a los hechos? Sabía que estaba siendo horrible persona.

El entrenador nos puso en parejas para practicar los pases a pecho. Aarón Baeza fue mi compañero designado. Claro que tenían que ponerme a uno de los más fuertes y mejores en el equipo, quería que Leilani viera lo bueno que era y me salían con eso. La vida quería burlarse de mí.

—¿Estás bien Navarro? Estás pálido, tal vez necesites parar.

—Lo que necesito es dejar de pensar. —Respondí agobiado.

—¿En la chica bonita? —Miré a Leilani al mismo tiempo que Aarón. Ella sonrió. —Es guapa. Mucho. Lleva dos semanas erguidas viniendo. ¿Es tu novia?

—No, somos solo amigos. —Ajá, si yo lo decía ¿por qué sentía que ella me golpeaba cada vez que lo decía?

—Es bueno saberlo.

Si Aarón Baeza se fijaba en ella, yo quedaría perdido y olvidado. No es que Leilani me gustara, era que pues... ah no sé que era, pero claramente no quería que Aarón o alguien más se fijara en ella. La agonía no se acabó ni siquiera en el vestidor donde Inhar Saldaña hizo su nueva aparición.

—¿Cómo se llama tu amiga? La guapa. Hoy se ve increíble.

—¿Qué te importa? —Escupí con fuerza.

—Ah ya veo, te gusta. —Lucas, el mejor amigo de Inhar se metió en la conversación.

—No, —le dije mientras me ponía el jean.

—Entonces tú le gustas. —Supuso Sergio.

¿Todos en el equipo debían ser tan metidos?

—No.

—¿Cuál es el truco ahí entonces?

—No hay ningún truco Saldaña. Somos amigos ¿te parece familiar el concepto?

—El concepto sí, pero con una chica no.

—Por supuesto que no. —Aarón lo dijo tal como yo lo hubiera hecho. Con sarcasmo. La diferencia es que yo habría puesto rabia y Aarón solo estaba molestando a su amigo como haría con cualquier cosa.

—¿Me la presentarías?

—Por supuesto que no. —Acomodé mis tenis y salí prácticamente corriendo del vestidor evitando pensar en la idea de presentarle a cualquiera de ellos a Leilani.

Choqué con el cuerpo de la chica de cabello ondulado que retrocedió un par de pasos y al verme regresó conmigo acercándose con confianza.

—¿Qué tal todo?

Fue una pregunta casual, pero me daba la oportunidad de liberarme de las palabras que me estaban ahogando desde hacía dos horas.

—Leilei, yo no quise hacerte sentir incómoda con todo lo que dije antes. Claro que quiero ser tu amigo. ¿Quieres tu que lo seamos? —Me paré frente a ella esperando su respuesta.

—Claro que sí, tontito. —Solté aire, sin saber que más decir. —Yo también creo que eres muy guapo si es que sirve de algo. —Dijo tan bajo que pensé que estaba imaginándolo. —Si lo quisieras caería rendida ante ti, porque eres más que guapo y tienes el espíritu más bello y radiante que conozco.

Sí, sí servía de mucho.

Caminamos uno al lado del otro y todo lo que podía sentir era su meñique contra el mío, de haber sido más valiente le habría tomado la mano. Leilani era bella y podía conseguir a un chico igual, Aarón, Inhar o Lucas, pero sabía en el fondo de mí que para que se ganaran su corazón debían ser personas tan luminosas como ella y al menos por lo que ella decía les llevaba ventaja. De nuevo, no es que lo quisiera, pero era bueno saberlo.

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Comments

Leticia Martinez

Leticia Martinez

esta buena la lectura

2023-04-22

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