LABIOS JUGARON

—¿Que harás esta tarde? —Aran parecía muy interesado en mis planes.

—Me toca cuidar la mueblería, ya te había dicho.

—Cierto. Se me olvidó.

Estábamos en la hora del recreo.

—¿Tú que harás?

—Pues pensaba salir a caminar o quizá salga a comprar pizza.

—Deberías comprar pizza y me pasas a ver a la mueblería. ¡Si tú quieres! Por supuesto.

—¿Me estas invitando a pasar la tarde contigo?

—Bueno, si lo dices de esa manera pues si. ¡La neta se me antojó tu pizza!

Su sonrisa amplia me hizo sonreír.

—¡Chale! Solo me invitaste por conveniencia.

—Nada de eso. Tú sabes que siempre que quieras puedes pasar a saludarme. No necesitas que yo te esté invitando a ir.

—Ayer planeaba invitarte a las hamburguesas, pero...

Pareció un poco triste. ¿Era nostalgia? ¿Dolor? ¿Pena?

—¿Pero?

—Ese chavó vino por ti y te fuiste con él.

—¡Ah si! Es cierto.

—¿Es un familiar tuyo?

—No.

—Parecían muy cercanos.

Me sorprendió escuchar eso. ¿Apoco si?

—Es un amigo.

—Pensé que aparte del Rodrigo, tú no tenías más...

El timbre sonó. Finalizaba el receso.

—Bueno Aran, pues si decides ir al rato a la mueblería, te espero. Igual y no es que tenga mucho que hacer.

—Bueno. Esta bien. Yo creo que si paso a verte.

***

Eran casi las seis de la tarde cuando él llegó a verme. Vestía con pantalones negros, una playera blanca y sus converse desgastadas. ¡Una caja de pizza en su regazo!

—¡Ya estoy aquí!

No pude esconder mi emoción. ¡Pizza, pizza, pizza!

—Que chido que viniste. Siéntate.

La caja de la pizza era de Little Caesar's.

—¿Y no te aburre estar aquí? Parece que es muy solitario.

—Pues a veces si me aburro. Pero casi siempre estoy en el teléfono, veo TikTok o me pongo a limpiar los muebles. No es como que todo el tiempo tenga clientes.

—Pero entonces, si tienen ventas y así, ¿no?

—Si. Solo que no es lo mismo tener una tienda de abarrotes a tener una tienda de muebles. Las ventas son de vez en cuando y así.

—Entiendo.

—Si.

—Pues bueno, ya no hablemos más de tu trabajo, mejor comamos pizza.

Había comprado una Deep Deep Dish con carne y peperoni.

—¿Y terminaste la tarea?

—Ya casi. Andaba en eso también. ¿Y tú?

—No le entendí mucho a la última de matemáticas.

—Bueno, yo podría haberte ayudado, pero pues no trajiste tu libreta.

—La neta no pensé que podrías ayudarme.

—Bueno, ahora sabes que puedes preguntarme de algo si no lo entiendes.

—Está bien.

Mastique un poco de pizza. La grasita sabía tan bien. ¡Delicioso! El queso con la carne.

—¿Que harás este fin de semana?

—Aún no lo sé. Regularmente siempre me la paso en casa y así. ¿Tú saldrás?

—Si, quizá salga de viaje con mi familia.

—Suena genial. ¿A donde irán?

—Creo que quieren ir a Acapulco. Pero yo les digo que no.

—¿A donde te gustaría ir?

—A Cancún.

—No quieres nada.

Sonrió.

—Bueno es que si tú comparas Acapulco con Cancún, Cancún es paradisiaco.

—Yo nunca he ido a Cancún pero en las fotos que suben, si se ve muy bonito.

—Pues si en fotos se ve chido, la realidad es mucho mejor.

Podría decir que Aran también era mi amigo. Quizá no tan allegado como Rodrigo, pero le tenía confianza y parecía que él a mí. Esa tarde la pasamos chido. Comimos pizza, platicamos de cosas bobas y ñoñas.

—¿Y no te gustaría tener novia?

—Pues si. Quizá más adelante.

—¿Más adelante?

—Si, es que ahora como que no me siento capaz y además no he encontrado a alguna chica que me interese —dije y mordí la última rebana de pizza.

—Entiendo.

—¿Y en tu caso? ¿Ya quieres tener novia?

—Pues no. Bueno, no sé cómo...

La puerta se abrió y él apareció interrumpiendo nuestra conversación. ¿Por qué había llegado justo ahora? ¿Que lo había traído hasta nosotros?

—¡Buenas tardes! —El tono de su voz me hizo estremecer.

—¡Hola! —Me límite a decir.

Como un impulso incontrolable, me puse de pie, dejé lo último de la rebanada de pizza sobre la caja de cartón.

—¿Estas muy ocupado?

Aran había vuelto a pasar a segundo plano.

—Un poco.

—¿A que hora terminas?

—Cierro a las ocho.

—Te esperaré.

Apenas eran las siete.

—Pero aún falta una hora.

—¡Lo se! El tiempo se va rápido, no te preocupes.

—Bien, como tú quieras.

—¿Quien es tu amigo?

Aran se puso de pie.

—Se llama Aran, es...

—¡Mucho gusto! Soy un amigo de la escuela —dijo Aran.

—Me llamó Christop, soy el pretendiente de Denisse.

No esperaba que dijera algo así. ¡Neta que me cayo de golpe su frase! ¿Pretendiente? ¡No manches! Estaba siendo demasiado intenso.

—¿Pretendiente? —Aran parecía estar sacado de onda.

—Si. ¿Sabes que significa?

No supe cuál lugar era mejor para esconderme. ¡Esto estaba siendo muy chistoso!

—Pues... ¿Te gusta Denisse?

—¡Exacto! Me gusta Denisse.

—¿Y a ti te gusta él? —Me preguntó Aran.

Ambos se giraron a mirarme. Uno tenía la mirada sorprendida, parecía muy incrédulo ante lo que acababa de escuchar. El otro solo me miraba de forma muy segura, como si todo fuese muy normal.

—En realidad...

Un cliente entró a la tienda. ¡Sentí calor de repente!

***

Eran las ocho de la noche. Cerré la cortina del negocio.

—¿Por que insististe en querer esperarme?

—¿No quedó claro lo que dije antes?

Aran se había marchado como a las siete treinta.

—Que eres mi pretendiente. ¿De verdad?

—¿No me crees?

—La neta no.

Hizo una mueca de desagrado. El viento soplaba suave y refrescaba bien chido.

—Bueno. Le dije a tu mamá que vendrías conmigo.

—¡¿Que?! ¿Como...?

—Le dije que tú te ofreciste a ayudarme a instalar unas piezas en mi casa.

—Pero yo nunca...

—Ella dijo que si. Le dije que te pagaría muy bien.

De pronto no podía creer que esto me estuviera pasando. ¿Que mierda estaba pasando?

—¿Que carajos dices? Yo nunca me ofrecí para ayudarte con tus cosas. ¡La neta no iré contigo!

—¿Te da miedo venir conmigo?

—¿Por que debería tener miedo?

—No se. ¡Tú dime!

Trague un poco de saliva. Me sorprendía mucho ver la seguridad de Christop. ¡Neta que no parecía nervioso! Mi corazón latía a toda velocidad.

—Tengo tarea que hacer.

—Pensé que ya la habías hecho. Te vi muy concentrado en el escritorio desde que llegaste a la mueblería.

—¿Me estabas espiando?

—Algo así.

—¡Estas bien loco!

—Por ti.

—¡No digas tonterías! Esa no me la creo.

—¿Y en qué crees?

—Me voy. Regresare a casa.

Comencé a caminar, conecte los audífonos a mi celular y justo cuando los iba a colocar en mis orejas, sus manos me lo impidieron. Su rostro quedó cerca de mí, nuestros ojos se pertenecieron de forma muy fugaz y mi corazón latía a toda fuerza. ¿Que estaba pasando?

—¡Ven conmigo! Es obvio que no te llevaré a mi casa a arreglar cosas.

—¿Y entonces? A donde me vas a llevar?

Sus labios se acercaron a mi oreja izquierda, el aroma de su perfume era demasiado agradable y me sentí en las nubes oliéndolo. Su respiración me retumbó, me estremecí, sus manos seguían sujetándome muy cerca de la pared.

—Te llevaré a divertirnos. ¿No te gustaría pasarla genial? —Susurró a mi oído.

Electricidad. Intensidad. Corazón excitado. Labios desnudos. Manos calientes. ¡Divertirnos! Me gustaba tenerlo cerca y con deseo de mí compañía.

—Me gustaría divertirnos.

Sus labios se acercaron a mi boca, casi a punto de unirse, una cercanía casi mutua en explosión de amor... ¡me estaba deshaciendo en todos los sentidos!

—Sube al auto conmigo. ¡No te arrepentirás!

Pensé que me besaría, desee que me besara. ¡No lo hizo! Solo me emociono, jugo con mis impulsos y me dejo con ganas de más. ¡Canijo! ¿A que jugaba conmigo?

***

La música sonaba demasiado excitante. ¡Mi interior se prendió al instante! ¿Un bar? ¿Un pub? ¿Una discoteca? ¿Que era este lugar? ¡Una mezcla de todo! Eran las ocho treinta y había mucho movimiento en la pista de baile. Su mano me sujetaba de la muñeca, caminábamos en dirección a una barra frente a la cantina. Nos sentamos.

—¿Que es todo esto?

—¿No te gusta?

—¿Aquí nos vamos a divertir?

Era más intenso aún que nos respondiéramos con preguntas, cuestionábamos nuestras verdaderas intenciones. ¿Cuáles eran mis...?

—Dos copas de vino —pidió al bar tender.

El muchacho asintió. Fue en busca de la botella.

—¿Vino?

—¿No te gusta?

—No lo he probado. Siendo sincero, no soy un experto en esto de las bebidas alcohólicas.

¿Bebiendo vino en un lugar como este? ¡Como que no era coherente!

—¿Te gustaría probar algo que te haga sentir chido?

—¿Que sugieres?

Llamó al bar tender.

—Un Moscow Mule en lugar de una copa de vino.

—¿Es algo ruso?

—Más bien algo para que te diviertas. Ya lo verás.

Una jarra de cobre brillanté, hielo, combinación líquida de varios sabores y unas hojitas de hierbabuena. ¡Se ceja muy chido!

—¿Esto es?

—Un Moscow Mule. ¡Adelante! Disfrútalo mucho.

Sus ojos brillaban con los reflectores, Bad Benny estaba cantando y la gente bailaba a su ritmo. ¿Que me esperaba está noche? Tome la jarra, acerque mis labios dudando y mi poca madurez desapareció cuando di el primer trago. ¿Que pasaría conmigo después de eso? Sentí muy refrescante en mi interior, quise beber más. El sabor era una mezcla fría picante refrescante.

—¿Y bien? —Preguntó para cerciorarse de que yo estuviera bien.

—Sabe bueno. Si me lo acabo, ¿puedo pedir más?

—Por supuesto.

Sin dudar, me empine toda la jarra y la frescura del momento me hizo suspirar. ¡Me sentía sin límites! No paso mucho tiempo y mis sentidos comenzaron a excitarse a un punto loco. ¡Me sentía chido! Afloje mis sentidos, comencé a reír como bobo y me dieron muchas ganas de bailar.

—¿Cómo te sientes?

—¡Quiero bailar!

La euforia provocada por el alcohol me hizo tomar su mano. ¡Ahora era yo quien lo jalaba! Música a todo volumen, vibraciones en el pecho que me provocaban euforia y mis pensamientos fuera de cordura. Era como si todo fuera risas y baile. Perreo intenso, me mordí los labios. Sacudo mi cuerpo a toda potencia, las luces me excitan más y quiero todo. ¡Me siento chidisimo a reventar!

—¿Te gusta estar aquí?

No pude escuchar bien su pregunta.

—¡¿Que dices?!

Se acercó a mi. Su respiración me animaba a querer sobrepasarme.

—¿Te gusta estar aquí?

—Me gusta. ¿Cómo fue la primera vez que nos conocimos?

Mi cerebro no era capaz de controlar mis palabras.

—Fue una buena noche.

—¿Me quieres besar justo ahora?

Sus manos aparecieron en mi cintura.

—Quiero hacerte muchas cosas ahora mismo.

Tome su rostro entre mis manos, el alcohol provocaba que la excitación fuese más intensa en mi tacto. No había control en mí, el placer de estar eufórico era evidente y quise unir nuestras bocas.

Humedad. Alcohol. Placer. ¡Esto era la gloria! Cerré los ojos y en verdad que sentía la necesidad de poder pertenecer a Christop. ¡Besos alcohólicos! Me apretó a su cuerpo, la gente a nuestros alrededor era puro ruido y fiesta.

—¿Que cosas me quieres hacer? —Pregunté separándome de él.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play