EN MI CORAZÓN

No había podido dormir bien por todo lo que me había pasado. ¡Todos mis pensamientos eran un revoltijo! En clase no fui capaz de terminar las prácticas que la profa nos había pedido y si, también llegué tarde a clase esta mañana. ¡Un poco de resaca emocional nomás!

—¿Te sientes bien? —Aran me miraba de forma curiosa.

—Si. Todo en orden. ¿Terminaste las prácticas de hoy?

—No. Bueno solo me falto muy poco. ¿Y tú?

—No, la neta no, me siento muy despistado.

—¿Y eso? ¿Es por lo de la semana cultural?

—No, nada de eso. Como que no pude dormir y ya sabes, cuando el cuerpo no descansa, casi no se tienen ganas de nada.

—¿Tienes sueño?

—Un poco nomás. Hasta me dan ganas de no ir a la última clase del día.

Sus labios se curvaron en una sonrisa bonita.

—¡Pues no vayas! Es más, si quieres yo me quedo contigo. ¡Hacemos desmadre!

Me reí.

—Suena chido, pero no creo. ¡Tenemos que ir a clase! No me puedo atrasar.

—Bueno. Esta bien.

—Iré al sanitario. ¡Necesito ir a lavarme la cara! Te veo en el salón.

—Va.

Fui al baño, orine, me lave las manos, humedecí mis mejillas un poco y aclaré mis sentimientos. ¡Canijo Christop!

Al volver al salón, me sorprendió mucho ver que estaba sentado detrás de mí.

—¡Ya regrese!

—Genial. Pase a comprarte unos dulces para que no te duermas en clase.

Aran me dio una bolsita de gomitas enchiladas. ¡Manguitos picantes!

—¡Gracias! Que genial de tu parte.

No tarde en abrir el empaque. Tome una gomita y la introduje en mi boca de forma necesaria. ¡El chile sabía bien bueno! Le ofrecí un poco, él estaba por tomar un dulce cuando llamaron mi nombre.

—¡Denisse! Te buscan afuera.

—¿Afuera del salón?

—Creo que si. La profa de educación física me pidió que te avisara. Hay un hombre esperándote en la cancha de basquetbol.

¡Un hombre!  La clase aún no empezaba, faltaban diez minutos.

—Está bien. Gracias por avisarme.

Aran se me quedó mirando de forma curiosa. Como si tratara de descifrar el porqué de mí sorpresa.

—¿Quién crees que sea?

—¡No lo sé! Supongo que tendré que ir. Regreso en un momento.

Ya no le pude dar gomitas enchiladas. Salí del salón masticando dulce picoso. Baje las escaleras y vi en la cancha de basquetbol al equipo. Comencé a caminar un poco despacio, el sabor en mi boca era agradable y el calor del sol era intenso.

Me acerque a la profa de educación física.

—Disculpe profa, un compañero me dijo que...

—¡Que bueno que llegas! Te busca un muchacho con aspecto de caballero.

—¿Así?

—Sí. Está parado bajo la sombra del árbol de los besos.

¿El árbol de los besos? Así le habían puesto a un árbol de flores naranjas que tenía el tronco bien grueso. Lentamente me giré a buscar al famoso muchacho que había venido a visitarme.

¡Me fui de lado cuando pude identificarlo! No lo podía creer. Dude en acercarme pero era demasiado tarde porque él ya me había visto.

—¡Hola! ¿Que estás haciendo aquí?

—¡Buenas tardes Denisse! ¿Te sorprende verme en tu escuela?

—La neta si. ¿Que es lo que...?

—¿Lo que quiero?

—Aja.

Sus ojos se clavaron perfectamente en mí. Sentí mi respiración un poco agitada y en mi boca seguía el sabor del mango enchilado.

—Quiero que me des una gomita.

Su petición me sorprendió. ¡Fue algo autoritario!

—Pues ten, agarra —extendí la bolsa para que pudiera tomar una.

Se negó.

—Quiero que me la des con tus labios.

¡Se me aceleró el pulso!

—¡Estas loco!

—¿Por querer que me beses?

Sus ojos estaban pintados de picardía.

—Ni siquiera soy capaz de recordar lo qué pasó esa noche. Yo...

—¡Yo te bese!

—Aja, bueno, sea lo qué pasó, es pasado. ¡Ahora no digas tonterías! Estoy en la escuela y...

—Te esperaré.

—¿Esperarme?

—Pregunté en la dirección por tu horario y se que tomarás tu última clase.

—¿Preguntaste? ¡A ver! No digas...

—¿Mamadas?

—¡Oye! Yo no iba a decir eso.

Sus labios se dibujaron con una sonrisa.

—Pero si lo pensaste.

—¡Estas bien loco Christop! Ya me voy. Neta no sé qué onda contigo.

Me dispuse a regresar a mi salón, di un par de pasos pero él me lo impidió.

—Denisse —su mano se aferró a mi muñeca.

—¿Que quieres?

—Necesito hablar contigo. ¿Podemos hablar después de tu clase?

—¿Y por qué no hablamos ahora?

—¡Pues porque es importante! Me llevara un tiempo poder explicarte.

Suspiré, moví mis piernas y me metí otra gomita a la boca. ¡Chile delicioso!

—Espero que lo que tengas que decir sea importante. ¡Ojalá no me hagas perder el tiempo como ahorita!

Volví a mi salón.

***

Baje en compañía de Aran. Las clases habían terminado y mis compañeros estaban bien tontos. ¡Yo también estaba tonto!

—¿Que harás esta tarde?

—Lo más probable es que tenga que ir al negocio. El empleado que teníamos se enfermó esta semana y mamá quiere que cubra su turno.

—Suena a algo ocupado.

—Un poco. En realidad no es tan complicado. ¿Tú que harás?

—Yo estaré...

—¡Denisse! —Su voz me hizo buscarlo con la mirada.

En la entrada de la preparatoria había muchos chicos y chicas en alboroto total. Busque por todos lados pero no encontré. ¿Dónde estaba? No tenía duda de que era la voz de Christop.

—Parece que alguien dijo tu nombre —Aran parecía buscar entre la multitud.

—Si, eso parece. Pero. ¿Dónde crees...?

Su mano me arrebató la mochila, rápidamente me giré a mirarlo y sus ojos estaban bien enfocados en mí. ¡Había aparecido!

—¿No me viste? Estaba debajo del árbol.

—No pensé que siguieras allí. La neta creí que estarías afuera.

Sus cejas se enarcaron de forma curiosa.  Aran pasó a segundo plano.

—Pues bueno. Ahora estoy aquí, frente a ti. ¿Nos vamos?

—¿A donde...?

No termine de hablar, tomo mi mano y me jaló para caminar.

—¡Adiós Aran! —fue lo único que alcance a decir para despedirme de mí compañero.

***

—¿Y bien? —Pregunté después de ver cómo Christop terminaba de beber un tarro de cerveza—. ¿Para que me trajo e aquí? ¿De que quieres hablar?

Estábamos en un Macarthy's. En la mesa había cerveza y hamburguesas.

—¿No tienes hambre?

—Bueno, solo un poco, pero...

—Deberías comer y luego ya hablamos de lo que quiero decirte.

Tomó su hamburguesa y entonces la devoró. Una mordida. ¡Y yo como bobo mirando!

Imite su ejemplo. Agarre un poco de salsa y le eché demasiada a mi hamburguesa. ¡Sabía muy deliciosa!  Carne jugosa, sabor a condimentos y lechuga bien sabrosa. ¡Salsa habanera!

—¿Y bien?

—¿Bien que?

Hasta este punto, mi inmadurez era tan grande que no era capaz de reconocer que estaba dando demasiada confianza a un desconocido. ¿Realmente era un descomido? ¡Nuestra bocas se habían unido!

–Quiero conocerte.

¿Conocerme?

—¿Que es lo quieres saber?

—Pues puedes decirme lo que quieras. Que cosas te gustan, tus pasatiempos, tus ideales.

Me quede pensado un poco en todas sus preguntas. ¿Que se supone que debía responder? De pronto no entendía porque estar comiendo en compañía de un desconocido.

—Eso es demasiado ¿no? Claro que me gustaría poder decirte todo lo que me preguntas, pero...

—¿No confías en mí?

—En realidad...

—¿Seguro que no recuerdas nada de lo qué pasó esa noche en Container?

Trate de esconderme entre el sabor de la carne y la cerveza. Lo único que recordaba era lo que Rodrigo me había dicho.

—La neta no. Y estoy siendo sincero. ¡Se me borro el caset!

—¿Era la primera vez que...?

—¿Que iba a un lugar así?

—Si.

—Pues digamos que si. Casi no soy un chico que suela salir de fiesta, ese día...

—¿Eres un chico bien?

—¿Un chico bien?

—Bien portado. A eso me refiero.

—Pues...

—¿Por que estabas borracho? ¿Tus amigos te embriagaron?

—No, nada de eso. Yo quise tomar mucho esa noche.

Sus labios impactaron contra el vidrio del tarro de cerveza. Se veía bien, muy seguro de sí mismo y con autoridad. Encontré un tatuaje en el dedo corazón.   Una especie de raíz que desencadenaba por toda su mano.

—¿Volverías a embriagarte  como lo hiciste esa noche?

—A lo mejor. Puede que sí.

—¿Volverías a dejar que te bese?

—¿Tan traumado quedaste por esa noche?

—La verdad sí.

—Mi amigo me dijo que tuvo que intervenir para que no...

—¿Para que no me hubiese sobrepasado contigo?

Me sorprendió mucho la agilidad que tenía de interrumpirme cada vez que hablaba. ¿Y como era posible que encajara con mis pensamientos? ¡Me jodia la mente!

—¿Te habrías sobrepasado conmigo?

Mi pregunta tenía una buena porción de picardía.

—¡La verdad sí! Me hubiese gustado estar contigo de otras formas. ¡Besas muy rico!

¡Casi me atraganto con la comida!

—¿Tú eres...?

—Bisexual. ¡Me gustan las chicas de la misma forma como algunos chicos me prenden el fuego interior!

—¿Te prendí el fuego interior?

—¡Me incendiaste con tu boca!

La conversión se estaba tornado un poco intensa. ¿A donde podría huir de esto? No me sentía listo para hablar de fuego y deseo con alguien como Christop. ¡Yo nunca había estado con alguien de ninguna forma!

—Pues apaga el fuego con la cerveza. Yo no...

—¿Te gustaría estar conmigo?

—Estoy contigo ahora mismo, ¿no parece? Nomás dices puras cosas tontas.

—¿Te parezco tonto?

—La neta yo soy el tonto por estar aquí contigo. ¡Perdemos el tiempo! Y ya es hora de que vaya a la mueblería, mi madre me espera.

—¿Quieres que te lleve?

—Pues si. Estaría chido que me llevaras porque no tengo para el pasaje de autobús. ¡Me compré unas gomitas enchiladas!

***

Se estacionó justo enfrente de la mueblería.

—¡Gracias por la comida y por traerme!

—Tengo una idea más genial para agradecer en vez de usar solo palabras.

Sus ojos parecían estar pintadas de otra intención.

—¿Que quieres?

Saco una bolsita de gomitas enchiladas. ¡Mangos picantes!

—Quiero verte comer esas gomitas.

Su petición me saco un poco de onda.

—¡Estas bien bobo! ¿Verme comer gomitas? No entiendo.

—Lo entenderás en un momento.

De momento me pareció muy arriesgado seguir allí.

—Ya me voy, no puedo...

—Come las gomitas.

—¿Les pusiste algo?

—No, ¿te gustaría que les pusiera algo?

—Neta que no se que estoy haciendo aquí —y como un impulso lleno de tontería, le quite las gomitas.

Introduje una en mi boca. ¡Sabía tan bien! El chile se expandió por mi lengua y la azúcar viajó a toda velocidad.

—¿Quieres? —Pregunté al ver su atención a mis movimientos.

—Podrías dejar una entre tus dientes.

—¿Cómo? Dejarla entre mis dientes, ¿así?

Y a toda velocidad sus labios se unieron a los míos. Corto la gomita con sus dientes, la suavidad de nuestra unión me hizo temblar y emocionar al mismo tiempo. ¿Que era todo esto?

Me separé rápidamente.

—¡Canijo! ¡No manches! Mi mamá está allí dentro, no quiero que me vea besándome con un hombre.

—¿Te da miedo que...?

—La neta si. ¡No quiero dar explicaciones innecesarias!

—¿Innecesarias?

—¡Innecesarias tus ganas de besarme.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play