Recomendación: escuchar "Obsesión" de Aventura
El domingo por la mañana me levanté con unos mareos impresionantes. Pero la culpa la tenían esos deliciosos, pero malditos daikiris que me dejaron totalmente asqueada. Y todos, absolutamente todos decimos la típica frase de "No tomaré nunca más", y eso me incluía también.
Por cierto, más tarde de lo normal. Era domingo, es perdonable. Aunque mi madre no siempre opinaba lo mismo. Necesitaba un balde enorme de agua para mis náuseas. Y escuchando el audio de Andrés que recién llegaba a ver, me dí cuenta que la pasamos bien, y más por las risas. Esas nunca faltan. Odié la forma en la que, la mayoría, bailaban en pareja, o por lo menos, se atraían entre ellos. Yo profundamente me sentía en una situación de soledad y Evan me venía a la cabeza constantemente. Debía sacármelo. Y mientras me bañaba, simplemente tomaba mi tiempo para pensar. Era un joven divinidad, pero como cualquier otro tal vez. Me había flechado, sí, pero así como me fijé en él podría hacerlo con otro.
—¿A qué hora paso por tí?—me pregunta Andrés en un mensaje.
—A las nueve está bien.—respondí con un emoji del pulgar mientras cepillaba mi cabello.
—De acuerdo. No esperaré ni un minuto más, así que más vale que uses la cantidad de maquillaje suficiente.—replicó. Yo me reí porque tenía razón. A veces, solía tardar mucho en maquillarme para salir con el objetivo de encontrar algo que combine con lo que me podría. Algo que mis amigos detestaban. Debían aguantarme.
—Y tú no te pongas ese perfume barato de la farmacia. Luce formal—repliqué ahora yo.
Esperaba ansiosamente que sean las nueve, para ir a saludar y quedarme con Zoila. Esperaba que le guste el regalo que lo compramos en un fatídico día para mí y el pequeño budín de chocolate que le preparé. Sabía que le gustaba mucho, y puse mis manos a trabajar toda la tarde.
Llegamos como veinte minutos más tarde del horario que ella nos indicó. Y tenía razón, porque en la puerta de su casa ya había un grupo de personas esperando que mi amiga los reconociera para dejarlos entrar en su casa. Obviamente la llamé para que se acerque a nosotros y nos deje pasar.
—Es para tí amiga de mi alma.—respondí a su abrazo.
—Si te disgusta, lo eligió ella. Sino, yo—ríe Andrés, y Zoila también.
—Vamos, pasen antes de que se acaben los tragos—comenta la cumpleañera, quien estaba vestida completamente de rosa. Literalmente, hasta el esmalte de las uñas llevaban ese color. Pero combinaba perfectamente con su lacio y largo pelo castaño.
Apenas ingresamos en el interior de su hogar, me dirigí a la cocina. Quería preparar mis daikiris, nuevamente. Ahí estaba mi mentira más cruel. No pude esperar ni un día para dejar el alcohol. Pero decidí decirles a mis amigos, rotundamente, que si notaban que estaba tomando de más, me frenaran, sin importar lo densa que me pusiera. Me limitan, y punto.
—El más grande para la cumpleañera.—comenté dándole el jarrón de mi trago.
Andrés no paraba de reír.
—¿Me podrías pasar un poco de tu humor de hoy?—le dije mientras él se sentaba en un cómodo sillón en forma de puff.
—Tómate todo tu trago y verás que te pones mejor que yo—sigue riendo.
Me acomodé pacíficamente al lado de Andrés y esperamos a que Zoila se encuentre un poco más desocupada para que se acerque a nosotros.
Unos minutos después, así lo hizo. No podía contenerme mucho sobre las ganas de reírme, y no lo hice. Es que las idioteces que solían hablar mis amigos cuando nos juntábamos y mucho más si el alcohol entraba en nuestro sistema, era demasiado.
—¿Y el finde a donde nos dirigimos amiga?—me pregunta Zoila, apoyando su cabeza en mi hombro.
—A donde quieras.—respondí sin más.
—Tendrías que disfrutar este día para estar pensando en el otro finde, ¿no crees?—agregó Andrés. Y volvimos a reír.
Nos pusimos a cantar, entre los tres, la canción Obsesión que estaba sonando en la radio que estaba a todo volumen. Debían cambiar de ritmo o nos terminaríamos deprimiendo.
—Quería aprovechar que están ambos, y hablarles de algo.—comenté mirándolos.
—¿Algo serio?—preguntó Zoila levantando su cabeza.
—Sobre un chico.—agregué—No sé si decirles porque puede ser algo apresurado, pero, en fin, no tengo nada más interesante—acoté.
Ellos se miraron entre sí y me incitaban a que prosiga.
Entonces, saqué mi teléfono de mi bolsillo izquierdo del pantalón negro azabache que llevaba puesto, abrí Instagram, y les mostré la foto de un joven.
—¿Qué pasó con él?—me pregunta Zoila levantando una ceja.
—¿Te gusta?—agregó Andrés riendo.
—Ese es el tema. No pasó nada, y sí, creo que me gusta. Pero no volveré a quedar como un payaso ante un muchacho.—comenté dando un sorbo más a mi trago.
—¿Eso quiere decir que no le hablarás y te quedarás simplemente pensando en que te gusta?—pregunta mi amiga, que a veces, no necesitaba que se lo explicara completamente. Ella ya me entendía.
—Es que no quiero que...—dije, y luego me interrumpió Andrés—Yo te ayudo. Soy hombre, quizás pueda saber por dónde ir.
En ese instante, me puse colorada, y más el daikiri en mí, los nervios se revolvían en mi estómago. E intenté quitarle mi celular, el cual se me había sido arrebatado por ellos. No me molestaba que lo hayan hecho, simplemente es que no quería que metieran la pata.
Pero más que yo, creo que nadie podría superarme.
—Ya le escribí.—responde Andrés sonriéndome y mi garganta se seca por completo.
—¿Si?—agrega Zoila—Esperen iré por más hielo.—se retira hacia adentro.
Yo lo miraba sin decir ni una palabra por unos segundos.
—Basta Andrés, deja de escribirle—me enojé un poco.
—Pero mira...está respondiéndome—concluyó levantando sus hombros.
—¿Qué?—me moví a un costado—¿Qué le pusiste? ¿Qué te dijo?—seguí.
—Bueno...básicamente acaba de invitarte a su casa.—me respondió.—Aunque como fui yo quien le escribió por tí, tal vez haya sido a mi, ¿por qué no?—río mostrándome el mensaje, y seguía sin querer dármelo. Por un lado quería insultarlo fuertemente, pero a la vez, sentía que me ataba ayudando en hacer algo que yo no me animaba.
—No es gracioso Andrés. Esto es en serio.
"—Puedo prepararte mis tragos cuando quieras hermosa"—decía el mensaje de la persona a quien llamaré "E". Me provocaba nervios decir sus nombres.
Pero, ¿realmente había sido así de fácil? Un mensaje, y ¿listo?. Me acomodé nuevamente al lado de mi amigo y la conversación siguió su curso.
—Mira, te escribió que no se esperaba que le hables, y que cuando quieras puedes hablar con él para arreglar y verse.—comentó Andrés sacudiendo mi brazo.
Yo automáticamente me dirigí junto a Zoila, quien estaba en la cocina buscando vasos. Dí vueltas y vueltas. Justamente de la cocina, al living, del living hacia el patio. Estuve de esa forma unos cinco minutos. Me relajé tomando otro trago y volví con Andrés.
—Ahora te lo dejo a tí. Háblale.—comentó él devolviéndome, por fin, mi teléfono.
—No sé cómo seguiré...—reí nerviosa.
—¿Puedo decirte algo sin que te enojes?—siguió Andrés.
—A menos que critiques mi ropa, por supuesto.
—No tengo buenas referencias para éste chico sinceramente.
—¿De qué hablas?—abrí mis ojos.
—Por lo que escuché, suele verse con varias jóvenes. Un mujeriego. Pero si te gusta, igual no decaigas, sólo quiero que lo tengas en cuenta antes de que te enganches completamente. No te obsesiones.—explicó.
Tragué saliva inmediatamente y miré hacia arriba. Salí de Instagram y comencé a ver videos de YouTube.
Zoila estaba bailando con su otra amiga, Candela. Yo les sacaba fotos y las guardaba en galería. La pasé muy bien, aunque tenía ganas de ya irme a mi casa y dormir. No tenía ganas de seguir pensando.
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