Me conformé con levantarme a las siete am. Algo nuevo para mí, pero ya sabía que debía empezar las clases de mi universidad, y no sólo hoy, sino que al día siguiente y al día siguiente, y al día siguiente, levantarme, incluso, más temprano. Sería una tortura, sí, pero es lo que elegí y debo poner todo de mí para que me vaya como espero.
Me senté en mi cama, y desayuné como de costumbre. Odiaba desayunar, pero después de lo vivido, mi madre y mi tía me obligaban a desayunar. Siempre me decían que ellas habían sufrido lo mismo en su adolescencia, y que si no hubieran tenido a su madre, Berta, mi abuela, no lo habrían podido superar. Así que querían cuidarme de la misma forma, aunque mi humor por la mañana no parecía agradecer su apoyo. Pero lo hacía cada mañana. Como dije, desde la comodidad de mi cuarto, al menos quería ver mi serie favorita y no pensar en nada más, aunque a la vez pensara en todo.
— ¡Jazmín! ¿Piensas vestirte? — pregunta mi madre, Giulia, mientras yo aparentemente volví a cerrar mis ojos, y estaba a nada, de quedarme dormida. — Julia no te esperará toda la vida.— ríe. —Además, luego, pasas a tu primera clase como universitaria, debes ser responsable.
Julia era mi profesora de canto, que dictaba los jueves, viernes y domingos. Aunque los domingos me costaba horrores asistir. A menudo, pienso en dejar la clase, no porque no me gustara canto, porque fue algo que me gustó desde chica, y no había otra cosa que pensara que en ser famosa como cantante. Pero no era por lo difícil de llegar a eso, lo que hacía que quiera rendirme, sino porque sentía que no era para mí, quizás había sido una ilusión. No podía forzar las cosas. De igual forma, tenía que tener la suficiente energía para hacerlo, y por ahora no quería romper el sueño de mi madre. Así que continuaría así, hasta que no quiera absolutamente más. Y quedaba a dos cuadras de la Uni, no podía desperdiciar que me quedara muy cerca.
— ¡Ya estoy lista! — digo perfumándome nuevamente con mi fragancia.
— Yo te llevaré. — me comenta mi tía Mariana, como si yo no supiera que cómo es la única que tiene auto, me llevaría.
Cómodamente me senté, recorrimos al ritmo de What doesn't kill you de la versión del cast de Glee. ¿Podía ser más magnífico? La repuesta es sí, porque no conté mi delicioso alfajor que estaba comiendo.
Llegué y me despedí de mi tía Mariana. Siempre me daba algo de dinero por si debía sacar fotocopias en el almacén o libros en la biblioteca, pero debo admitir que usualmente lo usaba para comprar comida. Bueno, casi siempre. No es que no le daba importancia al estudio, o a los materiales que necesitaba para ello, pero prefería utilizar de una forma más práctica por otros estudiantes, es decir, usados.
Entré, era un lugar que tenía patio al aire libre sólo al fondo tristemente, sin embargo, estaba tan bien equipada adelante, por donde entré, que no te dabas cuenta que necesitabas esos árboles para sentirte libre.
El aire acondicionado me hacía olvidar el calor que hacía en la calle, y las ventanas gigantes que tenían te permitían ver la gran cantidad de flores plantadas. Se notaba que estaba bien cuidado. Debe ser lindo estudiar aquí, bah, tiene que serlo.
Cuando pensé en enfermería, no estaba tan segura de que me iría bien. Me refiero a que gracias a que pasé un examen evaluatorio completo sobre temas a profundidad de esta carrera, hoy puedo tener mi primer día aquí. Eso era un buen comienzo, porque de no ser así, no creo para nada que me hubiera dignado a esperar un año más para otro examen. No.
Había un chico que caminaba delante mío. Era alto, vestía bien debo decir, y no sabría decir si era atractivo porque sólo lo veía de espalda. Pero ese arito que llevaba en la oreja izquierda, de una cruz colgante, que estaba de moda, no me gustaba tanto. Y parecía perdido, porque miraba a cada puerta del aula, al igual que yo, buscando el suyo. Cuando me dí cuenta que yo ya debía doblar hacia otro pasillo para ingresar a mi aula, lo perdí de vista. Bueno, hasta ahí había llegado mi fugaz primer observamiento a un universitario.
Elegí sentarme en la quinta fila, ni tan cerca, ni tan atrás. Apoyé mis cosas en el asiento de al lado, que sólo eran mi mochila, conteniendo mis lentes, mi perfume y mi libreta y mi campera azul, y esperé, simplemente esperé a que ingresara la profesora.
Como no encontré nada interesante en instagram, lo apagué nuevamente. Créanme que a esa hora de la mañana a nadie parece importarle subir algo digno de mirar.
Cuando por fin pensé que entraría por esa maldita puerta, me indignó que no sea ella pero me sorprendió ver nuevamente al joven alto con el arito irritante. Pero ahora sí podía decir que era más atractivo de lo que podía imaginar. Y que su mirada haya cruzado con la mía, al menos por dos segundos, fue aún más penetrante.
Unos minutos después entró la profesora. Pero realmente me puse a pensar en la casualidad de volver a verlo, aún cuando pensé que ya no lo haría más. Al parecer estaba muy perdido.
Noté que se sentó del otro lado de donde yo estaba. Su grupo así lo había decidido, y él no iba a dejarlos, era obvio. Suspiré, y sólo atiné a dejar de mirarlo para no parecer loca. Aunque ya me consideraran así.
Presté atención a la clase de biología que estaba dictando la profe Susana, y anoté lo que me pareció más relevante. Era interesante. Aunque no veía la hora de que terminara, al menos, la primera parte, para iniciar nuestro receso y "accidentalmente" salir al lado de él. Sí, a ese nivel tenía todo calculado.
Tocó el timbre, suspiré, guardé mis cosas y salí. De reojo pude ver cómo el salía justo detrás mío con su compañero. Diablos. No puedo decir los nervios que me generaba que estuviera tan cerca.
Me dirigí al kiosco, y como dije, compré comida. Están hambrienta a ese horario. Y volví a cruzarlo. Esta vez me gustó actuar como si no me importara para nada quien era, es decir, saludé a la compañera con la que estaba en la fila, ya que la conocía de las redes, específicamente Instagram, aunque nunca hablé mucho con ella. Y bueno, decidí ignorarlo y seguir mi camino. Tenía tanta adrenalina. Porque me estaba empezando a gustar, y no quería que se diera cuenta, a menos que él me busque a mí, y caeré.
Al finalizar la clase, presté bastante atención, como nunca, a la profesora pasando la lista de presencia de alumnos. Y ¡boom! Ahí estaba su nombre. El levantó su mano cuando Susana nombró Evan Viscio. Y lo anoté en mi libreta. Después sabré para qué.
— ¿Cómo te fue en tu primer día?— me pregunto mi tía mientras me ponía el cinturón de seguridad en mi asiento del auto.
— Mejor de lo que esperaba. — respondí. No veía la hora de llegar a casa.
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Comments
San Aguirre
Hay pequeños detalles de redacción pero tu ortografía es muy buena, difícil de encontrar es esta aplicación, buen uso de mayúsculas, puntuación, uso de signos... es maravilloso encontrar este tipo de escritura ¡felicidades!
2023-07-02
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