Mohamed fijó los ojos directamente sobre Eleonora, la odiaba, la odiaba con todas sus fuerzas, porque él nunca perteneció a nadie, a ningún lugar, hasta sus padres lo sabían, pero desde que probó sus labios tenía la sensación de pertenecerle, o al menos, no conseguía sacarla de su cabeza.
Los guardias lo sujetaban con fuerza mientras lo obligaban a caminar hasta el interior del centro, un pequeño caminero con césped a ambos lados, hasta hace poco, su mejor plan, el vuelo de vuelta a casa.
Podía ver la duda y la confusión en los ojos azules, y la entendía, aunque no lo compartía, tan solo un beso, había cambiado sus vidas, ahora veía que la suya también, pero también vio como la niña desprotegida se había convertido en una deliciosa mujer, y el hecho de que no estaba sola, varios niños la rodeaban por detrás, protegiéndola.
—Vamos, no merece la pena —le dijo una joven que conocía bien, en todas sus visitas estaba ahí, aunque siempre prometía que un día se iría.
Al escuchar las palabras de la otra joven, Mohamed enfureció, poco le importaba la opinión ajena, pero que Eleonora le hiciese caso a su amiga no le gustó nada, el orgullo lo llevó a cambiar esa opinión.
Hábilmente se zafó de las manos de los guardias, tal cual iba, esposado, besó a Eleonora delante de todos, ella dejó de pensar, de sentir, dejó de respirar, llevaba tanto tiempo recordando el anterior de una manera idealizada, que este le pareció hasta mejor, Mohamed, a diferencia de la otra vez, introdujo la lengua dentro de su boca, provocando sensaciones nuevas en Eleonora.
—¡Ya basta! —gritó el educador agarrando al chico por el brazo y alejándolo de ella.
El mismo educador que desde el incidente en el baño, la había cuidado y protegido, el mismo que desde hace tiempo tenía fantasías respecto a la chica.
Metió furioso a Mohamed en el centro y lo guió al despacho del director, el joven pronto se dió cuenta de que esta vez iba a ser diferente.
—No podemos permitir esta conducta más, no somos una ONG, ni tú un adolescente necesitado, en un mes cumples los dieciocho años, así que te mantendremos aquí hasta esa fecha y después deberás sacarte las castañas del fuego solo.
—No importa, llamaré a mis padres —le contestó el chaval con orgullo.
—Ya lo he hecho yo, están de acuerdo con mi decisión.
A Mohamed se le cayó el techo encima con esa aclaración, sabía que muy contentos con él no estaban, pero de ahí, a abandonarlo, había un mundo.
—No te creo.
—No hace falta que me creas, tú mismo lo comprobarás, vete a tu habitación, tienes una semana de castigo por como te han tenido que traer, la policía tiene mejores cosas que hacer que ocuparse de un niño egoísta y caprichoso.
Aunque estaba furioso, guardó silencio, sabía cuándo era el momento de retirarse, ya llegaría su oportunidad, aunque, al pensarlo bien, se dió cuenta de que, tal vez, un mes pasaría volando con Eleonora ahí dentro, tan cerca y exquisita...
Se mantuvo obediente durante toda la semana, el castigo consistía en hacer pequeños arreglos en el centro y mantenerse alejado del resto del grupo, siempre entre las cuatro paredes, pero podía verla de lejos, a ella también, podía admirar las curvas debajo de la ropa, el pelo largo y brillante posarse en sus hombros y rozar su pecho.
Tan solo quedaba un día y se encargaría de dejar huella en aquella joven, no quería nada serio, solo una aventura breve para quitarse ese sentimiento de encima.
Subido a una escalera la vio acercarse, bajó los peldaños y dejó la bombilla que le habían ordenado cambiar encima de una mesa.
—¡Ey, espera! —la detuvo cogiendola por el brazo.
—No podemos hablar, estás castigado —le respondió ella.
—Aceptaría cualquier castigo por un minuto contigo —le dijo él con su labia romántica e hipócrita.
Eleonora sonrió sin querer, ya le había avisado su compañera de que usaría frases así, también de que ya tuvo un lío con él y no era de fiar.
—Tengo que irme, Mohamed, me esperan —le contestó orgullosa según soltaba el brazo y seguía caminando.
Mohamed apretó los puños con fuerza, "¿Quién se cree qué es?", pensó cabreado, no aceptando nada bien su negativa.
Al día siguiente, era libre, entre comillas, pero sí podía ir con el resto del grupo, precisamente había una salida planificada por los educadores a un centro recreativo.
Eleonora estaba contenta, se lo pasaba genial con cada plan, casi siempre cosas distintas, se sorprendió cuando el educador que la salvó le informó de que ella no iba a ir con el resto del grupo, sino con él a un videoclub a escoger una película para esa noche.
Al igual que ella, Mohamed se sorprendió al ver como se marchaba en el coche del educador, era un hombre, o casi, sabía qué significaba la mirada del adulto, era muy consciente de que la deseaba, y eso lo molestó, la paranoia de que Eleonora tenía una aventura con él, lo llenó de ira.
Eleonora miraba por la ventanilla del coche hasta llegar a su destino, Raúl, el educador, estaba en silencio conduciendo, llegaron, bajaron del coche y tal como había dicho, entraron en el videoclub.
—¿Qué tal?, ¡Cuánto tiempo! —lo saludó él dependiente.
—Sí, mucho curro últimamente —le contestó él.
La joven recorrió los pasillos buscando algo nuevo y divertido para ver con sus amigos en el centro.
—¿Y esa chica?, es muy guapa... —quiso saber el dependiente.
—Es una joven del centro, mi ojito derecho —le explicó el hombre mientras la miraba.
Pensó, que ese día la joven estaba especialmente atractiva, llevaba unos vaqueros ajustados y una camiseta naranja y rosa que dejaba conocer sus curvas, al centrarse en la zona más íntima, los dos puntos que sobresalían lo estimularon, haciéndolo sentir presión en el pantalón.
—Esta —sonrió la chica dándole la elegida.
—Muy bien, pues esta —le dijo él a su voz al dependiente.
—Muy buena, es para troncharse —premió la decisión de la joven.
Después de pagar y despedirse, la llevó a un bar para tomar un refresco y charlar con ella, ese tiempo a solas era un regalo para él.
Se sentaron en una mesa, uno al lado de otro, Eleonora miraba por la ventana como la gente paseaba, preguntándose muchas cosas, por ejemplo, si su vida hubiese sido distinta si no hubiese sido tan mala con su tía, hacía tiempo todo esto rondaba su conciencia.
—¿En qué piensas? —quiso saber Raúl.
—¿Qué?, no, en nada —mintió sonrojada.
—Puedes contármelo, no se lo contaré a nadie.
—Lo sé, solo es que, me siento mal por como traté a mi tía, no se lo merecía —se sinceró la joven.
—No fue culpa tuya que muriera, y solo eras una niña —le dijo él posando una mano en su brazo —.No te culpes, las cosas siempre pasan por algo, ¿no crees? —continuó sonriendo y rozando, "sin querer", una zona muy sensible de su camiseta.
Eleonora que hacia unos meses había empezado a experimentar sentimientos y sensaciones más intensas a las normales, entre ellas, la excitación, se apartó incómoda al sentir el contacto con su seno.
—Claro, oye, se hace tarde, ¿nos podemos ir? —se impacientó nerviosa.
—Claro, vamos —accedió levantándose.
Volvieron a subir al coche, esta vez Eleonora no veía aunque mirase por la ventanilla, sino que tapaba su pecho disimulada para taparlo, a la par, vigilaba por el rabillo del ojo los movimientos de Raúl.
—¿Estás bien?, estás muy rara desde hace un rato —le preguntó él fingiendo inocencia.
—Sí, estoy bien —contestó empezando a pensar que igual sí había sido un accidente que rozase justo ahí.
Llegaron al centro, Eleonora se desabrochó el cinturón de seguridad deprisa, necesitaba salir de ese coche, al ver a Mohamed en la puerta del centro, salió rápido y se abrazó a él.
El muchacho estaba sorprendido, no sabía por qué lo abrazaba, miró detrás de ella, el educador caminaba muy tranquilo, bajó la mirada, ya, ahora entendía porque Eleonora lo abrazaba.
—¿Te ha hecho algo ? —le preguntó agarrándola de la cabeza suavemente.
—No, no, no ha pasado nada —le dijo ella.
—¿Segura?
—Sí, por favor, vamos a dar una vuelta —le rogó ella.
Le dió el gusto, caminaron en los alrededores del centro, apenas hablaban, pero en un momento dado, ambos se dieron cuenta que iban cogidos de la mano como si fuesen una pareja.
Llegaron a un césped cercano al centro, se tumbaron y miraron el cielo, se hizo de noche muy deprisa, así que pasaron de ver las nubes y el cielo azul, a las estrellas y la luna.
Mohamed se acomodó en un brazo y la miró directamente, Eleonora, consciente de su forma de mirarla, se sonrojó y lo miró también del mismo modo.
El joven colocó la mano en su vientre, bajó muy despacio, apenas rozaba la tela, hasta llegar al borde de la camiseta, la metió por debajo y sintió la suave piel en los dedos.
Masajeo suavemente, recorriendo el ombligo, las costillas y la cintura, probó suerte, y subió un poco más, al Eleonora no negarse y emitir un suspiro, continuó, jugando con la tela y la piel desnuda.
—¿Quieres que pare? —le preguntó.
—No —susurró ella muy excitada.
Continuó estudiando su cuerpo por debajo de la ropa, desabrochó los vaqueros e introdujo la mano dentro, la acarició suavemente, el suave bello de su triángulo le encantó, bajó más, estaba húmeda, eso me gustó demasiado, perdió el control y acabó dentro de ella, observando como abría y cerraba la boca cada vez que sus dedos se abrían paso en su interior.
Llegó al clímax así, su primer orgasmo, el cuerpo entero tembló, Mohamed, orgulloso y satisfecho, se acercó y la besó en los labios, metiendo la lengua en su interior, sabía que ese no era el día escrito para hacerla suya del todo, pero estaba cerca y verla sentir placer, era lo más maravilloso que había visto nunca.
Dentro del centro, desde una ventana, Raúl los observaba, le parecía gracioso que los chavales no se diesen cuenta del lugar estratégico, siempre estaban vigilados, aunque no eran conscientes.
Pero esta vez, no los vigilaba, si hubiese sido así habría salido inmediatamente y los habría detenido, esta vez, disfrutó de las vistas, tocándose según la joven gemía al ser acariciada por primera vez de una forma tan intensa e íntima, solo lamentó no haber sido él.
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