Mohamed

Al día siguiente Eleonora se levantó ilusionada, la idea de su primer amor la entusiasmaba, se vistió y bajó sonriente al comedor donde siempre desayunaban.

Al entrar no vio a Mohamed, el mismo corazón que latía con fuerza hace unos instantes, empezaba a asustarse, caminó hasta su asiento habitual y esperó.

Los minutos pasaban lentamente, sus ojos se pegaban a la puerta de entrada al salón y apenas desviaban su atención para tomar un trago de cacao.

Mohamed no llegó a entrar, después de esperar y recibir la señal de que ya podían continuar con sus tareas asignadas, decidió preguntar a un educador.

—¿Mohamed está enfermo?

Su deducción era, que si no habia bajado, seguiría en la cama, por lógica, estaría enfermo, sino le hubiesen obligado a levantarse.

—No, Mohamed se ha fugado esta noche, es habitual él, habrá vuelto a su país.

—¿Qué quiere decir? —preguntó con curiosidad.

—No vive aquí, su familia es adinerada, eso no es excusa para vagar por ahí, es menor y no podemos permitirlo, pero sus padres le dejan hacer lo que quiere, así que cada vez que viene a España, acaba aquí, estoy empezando a pensar que hasta le gusta, y el viaje a Casablanca le sale gratis —le contó el educador poniendo una mueca de desaprobación.

—No lo entiendo, si su familia tiene dinero, ¿por qué le sale gratis?

—Porque estamos obligados a deportarlo una y otra vez, allí se lavan las manos, asi que... —concluyó levantando las manos y siguiendo con su trabajo.

Eleonora se quedó de nueva sola con sus demonios, ¿Por qué me besó si se iba a ir?, se preguntó confusa, entonces llegó a la conclusión de que solo lo hizo por pena o diversión.

Los meses pasaron rápido, una pequeña adolescente se convirtió en mujer, floreció ante los ojos de los educadores y los compañeros del centro, sus pechos crecieron, su pelo rubio le llegó por la cintura y sus facciones se volvieron más femeninas, convirtiéndose en la obsesión de más de uno, incluidos adultos.

Esto no le llevó a nada bueno, uno de sus compañeros llevó sus deseos más allá, asegurando que él era su dueño, un árabe que llevaba casi toda su vida en España, alto y fuerte, asustaba a la joven Eleonora, que aunque físicamente ya era una mujer, psicológicamente, seguía siendo una niña miedosa y asustadiza.

Una noche mientras dormía, se despertó con la cara de dicho joven pegado a ella, le había abierto el camisón y estaba acariciándola, quiso gritar, pero le tapó la boca, siguió masajeando sus pechos mientras los miraba con cara lujuriosa.

La miró, sonrió, quitó la mano de su boca y la besó.

—Nunca te vas a librar de mí, eres mía, Eleonora, no voy a permitir que nadie más te toque —le susurro muy cerca de sus labios mientras la miraba fijamente a los ojos.

Una lágrima cayó de los de Eleonora, se sentía humillada, se sentía violada aunque no hubiesen sido más que caricias, pero a ella jamás la habían tocado ahí.

El joven la soltó, y se marchó, ella lloró hasta quedarse dormida y mientras lo hacía, imaginaba que Mohamed volvía por ella, que él la sacaba de ese infierno, se relajó al darse cuenta de que eso no pasaría, él no volvería, la había olvidado como quién olvida un mal día.

Lo asimiló todo, creó una coraza alrededor de su corazón y se juró ser fuerte, inventaría un papel que interpretar, eso es, alguien sin miedo, una Eleonora caliente que pone a la gente en su lugar.

Su estrategia no fue llevada a cabo, según se encontró con el joven de la noche anterior al entrar en el comedor, ese valor se esfumó por arte de magia, sus manos empezaron a temblar, la boca se le seco y se quedó sin aire.

Él se sentó adrede al lado de su asiento, así que ella también cambió de lugar, alejándose de él, y por una vez, teniendo suerte, su compañera de habitación, después de mucho tiempo, empezó a hablarle.

—¿Qué pasó anoche? —fue la pregunta que detonó su primera conversación.

—¿Lo oíste? —preguntó Eleonora enfadada, sí, lo había oído, y aún así, no hizo nada.

—Sí, lo siento, quería ayudarte, pero me da miedo, esto me lo hizo él —le contó enseñándole una marca en el brazo.

—¿Cómo te hizo eso? —preguntó asustándose.

—No eres la única con la que se ha obsesionado, a mí me dejó cuando llegaste, un día se enfadó y me quemó con la plancha.

—¿Y los educadores no hicieron nada?

—Sí, lo castigaron en el reformatorio unos meses, lleva aquí muchos años, me pidió perdón y le dejaron volver.

Eleonora se preguntó muchas cosas, desde, si la habría violado, a si llegó a dañarla de algún modo más, pero preguntarlo sería como reconocer que era su futuro, y no tenía intención de ser su nueva víctima.

—Por favor, dime cómo evito que me pase eso —le rogó a su compañero con ojos llorosos, llenos de terror.

—Nunca estés sola, cuando hay más gente no hace nada, y empezaremos a trancar la puerta con una silla, así no podrá entrar por las noches.

—No estar sola... —pensó Eleonora en alto.

—Exacto, apúntate a todo lo posible, haz amigos...

Siguió su consejo al detalle, no solo se presentó voluntaria en todas y cada una de las actividades, también para enseñar y ayudar a otros niños del centro.

Se hizo muy querida y conocida rápidamente, nunca estaba sola, justo lo que quería, también empezó a ser feliz, las cosas habían cambiado mucho y se sentía..., como en casa.

Precisamente se encontraba junto a su grupo de amigos cuando lo vio de nuevo, Mohamed había vuelto, iba esposado y acompañado por dos policías, a la vista estaba que él no quería volver.

—Que raro, nunca se ha resistido... —comentó un educador cerca de Eleonora.

"¿No quiere volver porque estoy yo?", se preguntó mentalmente.

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