Cuando volvió abrir sus ojos no fue ni nada menos que por la horrible sensación que estaba experimentado por todo su cuerpo. Su pecho parecía comprimirse sobre sí mismo y estaba sudando demasiado, además de los constantes escalofríos que sentía en su nuca y espalda.
Se levantó de un salto y gracias al brusco movimiento sintió pequeñas punzadas de dolor en su cabeza. Las ignoró mientras miraba el reloj en la pared, a penas eran las siete de la mañana y al mirar por la ventana pudo deslumbrar los primeros rayos de sol. Era sin lugar a dudas, un espectáculo hermoso para sus ojos pero su mente solo estaba pensando en una cosa.
Cigarrillos.
Necesitaba unos buenos cigarrillos y debía conseguirlos antes de que su cuerpo se pusiera peor de lo que ya estaba.
Recorrió la vista por todo el lugar para empezar a buscar las llaves, aunque algo le decía que se encontraban en la habitación de Noah.
Con cuidado caminó hasta la habitación y abrió la puerta lentamente. Estaba acostumbrado a irrumpir en lugares sin pedir permiso de nadie, sus pasos y su presencia eran tan silenciosas que parecía que se podía camuflar entre la oscuridad del cuarto sin mucho problema.
Noah no parecía ser de los que roncaban pero se movía demasiado, dándole algunas señales de alerta por si en cualquier momento despertaba.
Tocó la mesa más cercana que parecía ser un tipo de escritorio y solo se encontró con papeles y cuadernos. Tampoco estaba en las estanterías o en la mesita de luz, así que empezó a buscar en los bolsillos de las camperas o pantalones y por fin sus dedos pudieron chocar con las tan ansiadas llaves. El sonido metálico no alertó a su compañero por lo que salió de allí tan silenciosamente como entró.
Volvió a la pequeña sala y comenzó a ponerse las zapatillas lo más rápido que podía, sus dedos se movían rápidos y ansiosos sobre sus pies. Debía apurarse antes de que Noah pudiera darse cuenta de que se había ido.
Abrió todas las trabas de la puerta y finalmente introdujo la lleve en la cerradura. Cuando salió afuera, procuró cerrar la puerta suavemente.
Al salir del edificio pudo percatarse del frío que hacía pero no le importó, estaba acostumbrado a climas mucho más siniestros que ese. Sin embargo la camisa corta que llevaba en ese momento no era de gran ayuda, por lo que se encogió sobre si mismo y empezó a caminar para encontrar la tienda 24hs más cercana.
No conocía muy bien la calle donde se hallaba exactamente pero parecía encontrarse en un tipo de barrio departamental, por lo que debía haber una tienda cerca del lugar.
Mientras caminaba para salir del barrio, podía ver como el hogar de Charlie se iba quedando cada vez más atrás. Eso hizo que sujetara las lleves contra su pecho, estaba seguro de que iba a volver, tenía que devolverle las llaves. No podía quedárselas.
Las luces neón del cartel de "abierto" de la tienda a unos metros de él hizo que suspirara de alivio. Estaba del otro lado de una pequeña calle, así que se apresuró a caminar hacia allí. Unas campanitas anunciaron su entrada en cuanto abrió las puertas del local y el hombre que estaba apoyado detrás del mostrador lo volteó a mirar con un gesto cansado.
—¿Qué necesita? —le preguntó el hombre después de un largo suspiro.
—Quiero un paquete de cigarrillos.
—¿De los mentolados o los normales?
Harry conocía de memoria todos los precios de todas las marcas de cigarrillos que había en ese estado. Las había probado todas y conocía cuales eran de su gusto y cuáles no.
—Deme los mentolados de Marlboro —ordenó mientras sacaba el dinero de sus bolsillos.
—Son ocho dolares —el hombre le extendió la cajetilla y él le paso el dinero rápidamente —. Gracias, que tenga una buena noche.
Harry salió de la tienda, y caminó hasta el departamento de Noah mientras apretaba con fuerza la cajetilla contra su pecho. Deseaba tener una buena noche, pero algo le decía que no iba a ser esa.
[...]
Entró al edificio cuidadosamente, y como era usual en él, se mezcló en la oscuridad del hall para poder llegar hasta la puerta número cuatro. Cuando introdujo la llave en la cerradura se oyó un pequeño "click" que retumbó por todo el espacio antes de poder entrar.
Todo estaba como lo había dejado en un principio, salvo por una figura masculina que se encontraba sentada en el sofá y que lo miraba con el ceño fruncido.
—¿A donde fuiste? —Noah se levantó y empezó acercarse a él. Estaba en piyama, con el pelo más revuelto que nunca y enojado, muy enojado.
Harry no sabía que decir, abrió la boca pero no pudo formular ni siquiera una vocal. No esperaba ser descubierto aún.
Eso era justamente lo que no quería que pasara. Ahora ese chico lo echaría a patadas de allí.
—¿Por qué me robaste? —el rubio volvió hablar, esta vez su tono era más insistente. Quería una repuesta ahora.
—Lo siento, tenía que comprar algo —se excusó rápidamente como si no fuera nada. Como si ese dinero en realidad fuera suyo y no necesitara darle explicaciones a nadie.
—¿Y estabas tan necesitado como para robarme? —el chico se irguió sobre él, buscando algo —. ¿Qué es? Seguro debe ser algo muy importante.
—Lo es —afirmó, era demasiado valioso.
—Quiero verlo —Noah lo miró fijamente, sus ojos expresaban seriedad, dolor y decepción.
Harry negó con la cabeza, ¿Y si se lo quitaba? ¿Y si lo juzgaba?
El rubio cerró sus ojos y respiró profundo, como si intentara calmarse a sí mismo.
—O me muestras lo que compraste o te echo de aquí —dictó.
Harry no podía volver a la calle, no ahora al menos. Quizás por el día si pero en ese momento no.
Su mano se dirigió hacia su bolsillo trasero y sacó la cajetilla. La exhibió ante los ojos del rubio como si de un trofeo se tratase.
Noah miró los cigarrillos fijamente, ni siquiera hizo el amargo de tomarlos, solamente los observó incrédulo.
—Tomaste mi billetera, me robaste dinero ¿Y todo para qué? ¿Por un par de cigarrillos? ¿Acabas de romper mi confianza solo por unos momentos de gozo? —sonaba dolido, como si realmente un extraño como él lo hubiera lastimado.
—No lo entiendes —negó con su cabeza y volvió a guardar la caja en su bolsillo —. Tampoco te pido que lo hagas, pero lo necesitaba.
—¿Eres adicto?
Si, lo era.
—Sí —asintió, no tenía caso esconderlo.
El rubio asintió y se pasó las manos por su cabello, tirando de las doradas hebras entre sus dedos. Su rostro reflejaba una clara muestra de estar pensando en algo.
Harry no se movió de su lugar junto a la puerta, solo estaba esperando lo peor mientras apretaba los cigarrillos en un puño.
—¿Donde están mis llaves? —le preguntó Noah finalmente luego de un rato en silencio.
Harry le tendió las llaves y cuando el más alto las tomó dijo finalmente:
—Estoy demasiado cansado como para hablar contigo ahora —le señaló el sillón con un gesto confrontado y aunque no le dijo nada más antes de volver a su habitación, sabía que podía quedarse.
No hubo gritos ni tampoco golpes. Solo una triste decepción bailando por el aire que el rubio había dejado atrás.
Esperó un rato sentado en el sofá para saborear el silencio antes de encender el primer cigarrillo de esa noche.
Harry aspiró ese dulce elixir que tanto le había robado la vida, la juventud y sus alegrías efímeras.
Casi tuvo ganas de llorar al ya no percibirse dueño de su repulsiva adicción, al ver como su cuerpo necesitaba tanto del tabaco como del agua, y saber que todo iba a empeorar con el tiempo.
Sin embargo las lágrimas no llegarían esa noche.
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