El cigarrillo se había consumido entre sus dedos demasiado rápido. Quizás las caladas que daba eran demasiado profundas, y casi podía estar seguro de que si estuviera un experto en el área allí con él, le diría que se lo tomase con calma, pero a diferencia de otros fumadores, él inhalaba el humo con desesperación, con falso atractivo, con ganas de que se terminara y a la vez no, por qué sabía que luego de unas horas su cuerpo saltaría emocionado por probar de nuevo esa asquerosa droga.
Se quedó mirando el cielo y se sorprendió de no ver muchas estrellas, ¿Se habrán cansado de tanto brillar? Él al menos si lo haría. Brillar debe ser muy cansador y aún más si no puedes parar de hacerlo.
La noche siempre lograba tranquilizarlo de sobremanera, el aire fresco de San Francisco golpeaba ligeramente su rostro haciendo que arrugara el entrecejo. Se metió las manos en los bolsillos de su descosido suéter y contempló sus zapatos por bastante tiempo.
No podía creer que estaba viviendo con alguien después de muchos meses. ¿Hace cuanto que no compartía una comida? ¿Hace cuanto que no se sentaba en un sofá? Se sentía aliviado en cierta forma, al menos por un día podría dejar de preocuparse por qué alguien le hiciera daño en la noche, o por conseguir comida, o quizás por agarrar alguna enfermedad mortal por dormir en la estación de tren.
De todas formas la tranquilidad siempre era pasajera para él. Nunca duraba lo suficiente, nunca lo necesario, siempre dejándolo con ganas de más. Quizás su vida era lo suficientemente destructiva y agresiva como para no darle espacio. Pero su cuerpo ya se estaba cansando de ese estilo de vida. Estaba cansado de siempre estar corriendo, huyendo, y desmoronándose...
Giró su cabeza y miró el edificio de doce pisos creyendo que en cualquier momento se derrumbaria delante suyo. Al menos no sería el único.
Contempló el cilindro de nicotina en el suelo y lo pisó suavemente. Sabía que había vuelto a recaer en cuanto decidió acercarse a esos chicos y pedirles un encendedor. Ahora sería mucho más difícil volver a retomar los días que estuvo totalmente limpio. Fueron once días llenos de desesperación, hambre, y cosquilleos dolorosos en su boca y manos. Pero que al final no sirvieron para nada gracias a su hábito por sabotearse a sí mismo. Sin embargo volvería a intentarlo. Total, el ser humano se basa puramente en eso.
Caminó hasta el intercomunicador y presionó el botón del piso cuatro. La voz de Noah sonó diatorsionada cuando le avisó que ahora le abriría. Asintió y luego quiso darse una bofetada al recordar que él no lo podía ver. Un sonido como de pitido se escuchó y la puerta del edificio se abrió sola. Entró tan silenciosamente como pudo al no olvidar que muy probablemente haya gente durmiendo en ese momento. Gente que tiene que ir a trabajar mañana. Personas con sueños y propósitos.
No tuvo que tocar la puerta ya que Noah lo estaba esperando descalzo y con un pie fuera del departamento. Tal vez se estaba preparando para ir a dormir.
—Te dejé algunas mantas y almohadas para que puedas descansar —le enseñó el sofá, que en ese momento parecía más una cama que otra cosa.
—Es perfecto, gracias —su columna se lo agradecería enormemente, incluso podía sentir su cuello un poco más aliviado al imaginarse durmiendo en el algo tan suave y cómodo—. ¿Te molesta si tomo una ducha? — Le incomodaria mucho acostarse sobre algo limpio y que su cuerpo no lo esté.
—Claro que no, aunque creo que vamos a tener que compartir la toalla, no tengo otra — inspeccionó su cuerpo de arriba abajo —. Imagino que voy a tener que prestarte ropa, aunque eres muy bajito, dudo mucho que algunas de mis camisetas te quede — hizo un mueca con los labios y se dirigió a su habitación. A los pocos minutos volvió de nuevo con una camisa, unos boxers y un pantalón que se veía desgastado —. Creo que esto servirá, es ropa que ya no uso de todos modos.
Agarró todo lo necesario y se dirigió al baño con cuidado. Si creía que la sala ya era lo suficientemente pequeña entonces el baño era diminuto. Casi sentía que se le dificultaba respirar allí dentro, no podía creer como es que Noah lograba vivir en ese lugar. Todo era muy angosto para su gusto.
Se sacó la ropa y la tiró al suelo. Abrió la canilla de agua fría y se metió a la ducha. Frotó su rostro con sus manos tratando de borrar todos los pensamientos negativos que reinaban en su cabeza, y se centró en la maravillosa sensación de las gotas cayendo por su espalda y en general, adolorido cuerpo. Talló sus brazos con fuerza tratando de sacar toda la suciedad que fuera posible, su pelo estaba enredado por lo que luchó un poco con el antes de ponerse el shampoo.
Cuando salió, envolvió su cuerpo con la toalla. Noah tenía razón sobre el tamaño de su ropa ya que su camisa le quedaba bastante grande, casi como un vestido, el boxer se le caía y el pantalón era enorme para su cintura la cual era pequeña y huesuda. Su cuerpo nunca pareció lo suficientemente grande para su edad, y ahora mucho menos.
Hace mucho que no se miraba al espejo pero cuando lo hizo, creyó ver al mismo chico ingenuo que era a los quince. Con la diferencia de que ahora ese pequeño niño era todo un hombre ahora, y que su expresión no denotaba inocencia y juegos, sino cansancio y pesar.
Cuando salió del baño, Noah estaba en la cocina. En cuanto se acercó un poco, el rubio le tendió un vaso de agua y una pastilla.
—Es paracetamol, te ayudará con el dolor —le explicó al ver su cara de confusión.
Sin decir nada, acepto la pastilla y la tomó sin mucha resistencia. Podría haberlo envenenado en ese momento y probablemente no se molestaría en replicar nada.
—Que tengas una buena noche —deseó Noah antes de marcharse a su habitación.
Mejor que todas las anteriores será.
Rápidamente apagó la luz del pequeño salón y se dirigió al sofá listo para dormir.
Se tapó con las frazadas y no pasaron ni siquiera dos minutos cuando el cansancio ya estaba empezando a golpearlo o arroparlo mejor dicho. Sus párpados se cerraron por completo y ya no supo nada más del mundo.
[...]
Se despertó gracias a la incomoda sensación de ser observado. Abrió los párpados y no logró ver a nada a simple vista, todo estaba oscuro pero luego un brazo que no era suyo se movió frente a su rostro y no pudo evitar sobresaltarse, pegándose inconscientemente al respaldo de su improvisada cama.
Noah estaba delante suyo. Sus brazos estaban extendidos hacia él y por la oscuridad de la habitación no podía ver muy bien su rostro.
—¿Qué ocurre? —preguntó incorporándose y saliendo del sofá. Noah no le respondió, es como si su cuerpo se hallara paralizado, casi parecía un maniquí parado frente al sofá.
La situación le dio tanto miedo que tuvo que alcanzar el interruptor para poder verlo con más claridad. Sus ojos se achicaron por la cantidad de luz que llegó a ellos y luego vio la cara de su compañero.
Parecía dormido, sus ojos estaban cerrados y su respiración era lenta y pausada. Quizás se trataba de un episodio de sonambulismo. Nunca había tratado con personas así y debía de admitir que era aterrador.
Se acercó a él he intentó hablarle para despertarle pero sus susurros roncos no lograron hacer mucha cosa.
Cansado de estar parado y con mucho sueño, se decidió por agarrar el brazo del mayor y guiarlo lentamente hacia su habitación. Lo mejor seria llevarlo de nuevo a su cama. No conocía mucho del sonambulismo pero sabía que no sería bueno si se lastimaba con un mueble o algo.
Entraron al cuarto y enseguida lo hizo acostarse sobre el mullido colchón. Noah se acostó apoyándose sobre el hombro y tapándose con las mantas.
Se quedó un minuto allí para verificar que no se volviera a levantar, y luego cerró la puerta suavemente. Volvió a su cama arrastrando los pies y soltando un bostezo, no quería pensar en nada en ese momento.
Después de unos cuantos minutos finalmente pudo caer vencido ante el cansancio, aunque no sin antes recordar el cuerpo de Noah parado escalofriantemente a un lado suyo.
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