Capítulo 2

El pitido que sentía hace unos minutos se detuvo por completo. Ahora podía ser consiente de lo que estaba sucediendo alrededor, y agudizando su oído pudo percibir un sonido que no alcanzó a identificar, pero que por alguna razón se le hacía demasiado familiar.

Se frotó el rostro y su nariz pudo captar unos olores que enseguida le hicieron pensar en la crema de afeitar y a un perfume bastante masculino. Eso hizo que abriera los ojos y arrugara el gesto ante el dolor en sus pupilas por la fuerte luz que había en la habitación. Se incorporó en el sofá sintiendo su boca seca y un tanto pastosa. Esa desagradable sensación hizo que frunciera el ceño. Sus manos se dirigieron a su cabeza cuando una punzada de dolor amenazó con hacerlo gritar y apretó sus dientes.

—Hey —habló una voz detrás.

Todo su cuerpo se giró y distinguió a un chico a pocos metros suyo. Tenia un vaso de agua en mano y una mirada filosa pero amable. Sin ser consciente del todo, se lo quedó mirando fijamente, como esperando algo, quizás una explicación del por qué estaba en su sofá. Aunque no se sentía asustado o alterado por lo que pudiera sucederle a continuación. Había dejado de aterrarle ese pensamiento hace unos años, cuando empezó a ver lo horrible que era la vida desde lo profundo del caos.

—¿Me das ese vaso? —preguntó antes de que pudiera pensar en lo que estaba diciendo. El chico desconocido se lo tendió un tanto sorprendido sin decirle todavía una palabra aunque miraba fijamente la venda sobre su cabeza con preocupación.

En cuanto el agua tocó su lengua no pudo parar de beber hasta terminarse todo por completo. Hace doce horas que no se hidrataba, y la sensación de ya no sentir que se estaba quemando por dentro fue asombrosa. Se limpió los labios con el dorso de la mano y le devolvío el vaso, esta vez vacío.

—Me llamo Noah —comentó el chico a su lado mientras agarraba el objeto de vidrio y jugueteaba con el borde, pasando la punta de sus dedos por este. Una cosa tan insignificante pero que lo distrajo por unos segundos —. Te encontré tirado en la calle hace unas horas y bueno, me preocupé un poco, pensé que estabas muerto.

—Estoy bien ahora —susurró mientras su mano se colaba en el bolsillo de su suéter y se aferraba al cigarrillo como si fuera una especie de amuleto.

Noah no pareció notarlo.

—Tu cabeza estaba sangrando y te lleve al hospital. Necesitabas unos puntos —le lanzó una mirada llena de inseguridad. —¿Te duele?

Claro que le dolía. Mientras compartían palabras tuvo que soportar esas molestas punzadas que invadían su mente y no lo dejaban pensar con claridad.

—No. No me duele —mintió y luego intentó incorporarse, levantándose con un poco de dificultad. No sabia donde estaba con exactitud pero lo que sí sabía era que tenía que irse de allí cuanto antes.

—¡Espera!

No pudo dar ni un solo paso, cuando se tuvo que obligar a sí mismo a girar su cuerpo nuevamente para encararlo. Una vez que el chico se acercó un poco más, fue consiente de los pequeños músculos en sus brazos y de los lunares que tenía esparcidos por todo el rostro junto con algunas pecas también.

Sus ojos y boca parecieron vacilar por un momento mientras lo miraba y eso lo exasperó. Quería que dijera lo que tenía para decir y lo dejara volver a las calles. Volver a refugiarse en ese callejón y fumar lo que queda de su cigarrillo mientras piensa en el próximo. Fumarse todos sus sueños y su futuro.

—Puedes quedarte esta noche —soltó con la voz en hilo —. Estás lastimado y no sería bueno para ti que salieras a esta hora. Mañana te llevaré de vuelta a casa si quieres.

¿Qué mierda? ¿En serio le estaba proponiendo eso? ¿A alguien tan asqueroso, repulsivo y desaliñado como él?

Quiso hallar en su rostro algo que le indicase que no hablaba enserio pero le aterró no ver ningún indicio de burla en su mirada.

Estaba hablando jodidamete enserio.

Sus labios tuvieron el impulso de decir "No" simplemente por orgullo. Pero su mente se halló en una real encrucijada.

¿Debería aceptar? Ya no le quedaba nada en su vida, nada que perder, nada que atesorar...  Y sabía que si volvía a las calles todo volvería a ser la misma mierda de siempre.

Esta situación le hizo acordar cuando hace unos cuatro años se quedó en la casa de una mujer que lo había acogido en su hogar solo porque era lindo. Tuvieron relaciones y a cambio de eso él recibía comida y veinte dólares diarios para sus cigarrillos. No era una gran vida pero era mucho mejor que dormir en los vagones de tren y que luego te sacaran a patadas de allí.

—¿No te molesta? —cuestionó deseando poder leer su expresión con más claridad. Lo que menos quería era ser una carga para alguien.

—Si me molestase entonces no te lo propondría —respondió cruzándose de brazos y mirándolo con una ceja alzada.

Bueno esa era una buena respuesta. Suficientemente buena como para dejarlo momentáneamente sin palabras y solo asintiendo como un verdadero idiota.

—Supongo que puedo quedarme —habló y se rascó la nuca un poco incómodo al ya no saber que decir.

—Muy bien. ¿Quieres cenar algo? —Noah caminó hasta una pequeña cocina que se encontraba prácticamente al lado del sofá, tan solo divididos por una pequeña barra.

—Si por favor —apretó sus dientes al escuchar su propio timbre de voz. Parecía como si le estuviera rogando.

Por suerte el chico no pareció darse cuenta de ello y le dio la espalda.

Mientras que él preparaba la comida pudo darse la libertad de observar un poco a su alrededor. Definitivamente era un departamento. Mirar por el ventanal cerca del sofá se lo confirmó, podía asegurar que estaban a casi diez o tal vez quince metros de altura. El lugar era bastante pequeño ya que solo contaba con el salón y luego dos habitaciones, con uno de ellos siendo el baño obviamente. Era un lugar pequeño diseñado perfectamente para una sola persona, pero no para dos.

Observó el pequeño reloj de aguja que estaba colgado en la pared, arriba del televisor. Eran las diez menos cuarto de la noche.

Se sentó en el cómodo sillón y fijó su mirada en Noah quién le daba la espalda en ese momento. Antes no había podido observarlo con atención pero ahora se daba cuenta de los tatuajes que tenia a lo largo de su pierna derecha y parte del muslo. Del extensor en su oreja izquierda y de lo pálido que era.

En ese momento llevaba una camisa negra que tenia una especie de cruz como símbolo. Su cabello rubio era igual o más alborotado que el suyo solo con la diferencia que el de él sí estaba limpio. Parecía ser muchos centímetros más alto, aunque eso no era una sorpresa.

—¿Te gusta el pollo frío? —la pregunta lo sacó de su estado de bruma y asintió mirándolo sacar algo de la heladera —. Que bueno, por qué no tenía nada más.

Se negaba a admitir que si no hubiera estado con él en ese momento, posiblemente hubiera comido cualquier mierda vencida que su querido restaurante favorito le hubiera ofrecido. O quizás hubiera pasado otro día sin comer, o tal vez hubiera robado, ¿Quién sabe?

Comieron en el sofá ya que Noah no tenía una mesa, dado al poco espacio del departamento. Pero si tenía una pequeña mesita de té por lo cuál apoyaron los platos allí. El silencio entre ellos no era muy cómodo, y tuvo que tener mucho autocontrol para no comer de manera brusca. Lo que menos quería era asustarlo o asquearlo y más si durante la mayor parte del tiempo este le dirigía miradas rápidas por el rabillo del ojo.

No charlaron de nada y la cena pasó muy lenta, tan lenta que pensó estar contando los segundos para terminar.

Cuando acabaron, Noah iba a juntar los platos para lavarlos pero él fue más rápido y alejó el suyo de su alcance, mientras le dirigía una sonrisa con el fin de ser amable.

—No te preocupes, yo lavaré —comentó mientras se dirigía a la pequeña cocina.

Tampoco tenía tan malos modales como para no ayudarle luego de que le diera de comer.

Iba agarrar la esponja cuando una mano dos veces más grande que la suya se le adelantó y la tomó primero. Miró a Noah confundido y con el plato en mano, pero el lunares no le dijo nada y empezó a limpiar como si no estuviera allí.

¿Pero qué mierda? Se quedó como tonto viendo como lavaba hasta que terminó de limpiar el plato. A continuación iba agarrar el suyo pero lo sostuvo con fuerza para que no se lo quitara. De ninguna manera iba a permitir que lo tratara como un bebé.

Noah lo miró fijamente y jaló de la cerámica hacia sí mismo, pero no se lo permitió y se aferró al objeto con decisión. No podía creer que se encontrara forcejeando con un chico que acababa de conocer solo por un plato.

—¿Qué haces? —cuestionó sin poder ocultar su tono hostil.

—No hace falta que laves nada, estás lastimado, si quieres puedes volver a sentarte —le indicó con una sonrisa y de un tirón le sacó el plato para empezar a lavarlo rápidamente.

¿Pero quién se creía? ¿Tan grande era su ego que no le permitía devolverle un poco de lo que hizo hasta ahora?

No se sentó en el sofá solo por el gusto de contradecirlo, y en su lugar lo vio limpiar cruzado de brazos. Pudo sentir que él fue consciente de su mirada para nada amable, y al contrario de lo que pensaba, el chico sonrió a boca cerrada, sin decir ni una sola palabra.

¡¿Pero por qué no dice nada?!

Cuando terminó se secó las manos dándole la espalda. Pero pudo percibir perfectamente el leve movimiento de sus hombros, signo de que se estaba riendo.

—¿Enserio te enojaste por qué no te dejé lavar? —se giró dedicándole una sonrisa, mostrándole los dientes.

—Simplemente quería ser cortés, no te costaba nada dejarme hacerlo —replicó. Parecía un niño pequeño pero le daba jodidamete igual.

—Mañana podrás limpiar cuanto quieras si esa es tu inquietud —levantó las manos como símbolo de paz —. Yo no te detendré.

¿Pensaba que todo esto era por qué le gustaba limpiar o algo así?

Se controló para no decir cualquier mierda y se sentó en el sofá. No podía entender muy bien la actitud que tenía Noah. Primero daba la apariencia de ser un chico bastante tímido y luego se atrevía a jugar con él como si fueran amigos de toda la vida. ¡Pero solo se conocían desde hace unas dos horas! Y tampoco es que se hablaran la gran cosa. Ni siquiera le dijo su nombre.

Todo ese tema le estaba dando mucho dolor de cabeza, y lo que más quería en el mundo era poder encender su cigarrillo y desconectarse por unos minutos. Al tocarlo sobre su bolsillo supo que tenía que alejarse del departamento. Podría intuir que a su compañero no le haría nada de gracias verlo llenando el salón con puro humo tóxico.

—Ehh, ¿Noah? —lo llamó alzando la voz ya que se había ido por un momento a una de las habitaciones del pasillo.

—¿Ocurre algo? —abrió la puerta del baño y se le quedó mirando.

No sabía muy bien como explicarle su situación por lo que solo alzó su cigarrillo. Como si esa fuera la única respuesta que pudiera merecer —¿Tienes encendedor?

El chico se quedó mirando fijamente su cigarro y asintió con un poco de retraso mientras le señalaba la mesada de la cocina. Al parecer lo usaba para encender la hornilla.

Una vez que lo agarró miró duditativo la puerta de salida.

—Puedes irte tranquilo, te abriré cuando toques —Noah pasó por su lado y enseguida sacó algunas trabas que tenía la puerta antes de abrirséla —. Tenemos un intercomunicador así que solo tienes que presionar el botón de mi departamento. Es el cuatro.

Asintió y prometió que vendría enseguida. Cuando se encontró fuera del edificio sintió que por fin podía sacar ese lado un poco salvaje que le caracterizaba o tal vez era ese lado tan adicto, ansioso y triste que iba carcomiendo cada parte de su cerebro y a veces dejándolo sin razón. Encendió el cigarrillo y dio profundas caladas dejando que parte de la nicotina entrara por su garganta y la otra parte escapara por sus labios de forma rápida. Odiaba la sensación de calma que eso le provocaba.

Odiaba la sensación de ser tan jodidamente adicto a esa mierda.

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