pobre ingenua

Mientras se sigue acercando yo no sé qué hacer. ¿Me hago la loca y finjo un desmayo? ¡No seas cobarde, Marion!

—¿Me estabas espiando? —me refugio en el enfado—. Eres un pervertido —grite escandalizada— ¡Te atreves a ingresar a mi departamento como si fuera tuyo!

—¡No fue así! —grita sobre mis gritos, deteniendo mi avance y toma el palo de piso que casi termina incrustado en su hermoso rostro. Miro mis manos y suelto el palo.

—Lo siento —digo nerviosa, no sé cómo actuar al saber que me descubrió tocándome mientras pensaba en él.

—Cálmate —toma mi brazo y me guía al sofá que está en la sala, me siento— creí que te estaba pasando algo, la puerta estaba abierta y bueno... que decir... me sorprendí con lo que hacías y la verdad que me gusto saber que lo haces pensando en mi —dice sin altanería.

—¿Estás seguro que lo hacía pensando en ti? —pregunto tratando de alejarme, poniendo distancia entre todo lo que me hace sentir.

—¿Me vas a decir que no? —responde y me mira, se acerca a mí y me alejo nuevamente quedando acorrala entre el otro extremo del sofá y su cuerpo—. Creo que toda tu lo dice —finaliza trazando una leve caricia en mi brazo izquierdo que se afianza al cuero del mueble. Muerdo mis labios serrando los ojos.

—Debería hacerle caso a Cecilia —pienso sintiendo que las piernas me tiemblan.

—¿Con respecto a qué? —pregunta dejando mi sensible piel, abro los ojos y lo miro— No sé quién es Cecilia, pero me gustaría saber a qué le tienes que hacer caso —mierda, lo dije en voz alta, me sonrojo.

—Que debería mudarme —miento mirándolo a los ojos. Me estoy volviendo una mentirosa.

—Mientes —Afirma.

Lo quedo mirando, pensando en si sería bueno hacerlo con él o no. Tiene siempre una nueva conquista en su cama y no creo que necesite de mis favores. Aunque hace tanto que no siento nada parecido a una carica masculina que soy capaz de venderle el alma al diablo con tal de que este hombre se digne a tocarme no solamente con su dedo índice.

—Quiero que tengamos sexo —suelto de pronto, mi timidez se fue de viaje a no sé qué país y ya ni las mejillas sonrojadas siento.

—¿Qué? —preguntó sorprendido alejándose de mí, mirándome como si me hubiera salido un tercer ojo.

—Eso, el consejo de mi amiga —digo ahora mirando a otro lado, siento su rechazo—. Entiendo si no quieres, sería solo eso, pero...

—Hace un momento te dije que me masturbo pensando en ti y ahora me dices que no quiero —espeta cortando mis palabras. Toma mi mano, y las coloca en su entrepierna—. Como piensas que no tendría sexo contigo si me tienes de piedra —dice fijando sus grises es los míos.

Me alejo, esa cosa es enorme. De pronto mi timidez volvió de su viaje y se plantó en mi con más presión. Me safo de su agarre y me levanto del sillón escapando.

—¿Qué pasa? —nada tu amigo me acobardo.

—Creo... que es una locura —justifico mi proceder escondiendo mi miedo a su pequeño juan—. A ti te gusta estar con diferentes mujeres y la verdad yo no soy así, por lo tanto, creo que para que todo siga bien entre nosotros mejor lo olvidemos y sigamos como hasta ahora —hablo de prisa, moviéndome en frente de él, caminando de un extremo a otro jugando con mis dedos nerviosa—, sigamos siendo novios falsos —finalizo encarando su mirada.

—¿Te gusta jugar con fuego? Tiras la bomba y te retracta ¿A que le temes? —a tu amigo, pienso.

—Lo siento no es mi intención —digo tomando un poco de valor— no puedo ser impulsiva, si me involucro contigo las cosas pueden empeorar entre nosotros.

—Marion —dice de pronto levantándose y encarándome toma mis hombros con sus manos— Solo es sexo, no te compliques.

—Pero entiende mi punto, mejor sigamos jugando a que tú eres el novio que le gusta jugar a dos puntas y yo soy la cornuda que zafa tu culo —espete casi enfadada.

—Como quieras, tú te lo pierdes —dice en tono despreocupado dirigiéndose a la puerta de mi departamento. Antes de salir me dedica una mirada desafiadora.

Sale y me deja esa sensación de que he despertado en el algo que seguramente me arrepentiré.

Termino mis tareas de aseo y me voy a darme una ducha. Al salir miro la hora y como ya es demasiado tarde como para hacer algo diferente decido hacer palomitas y ver alguna película.

Estaba entretenida mirando la lista de reparto de la película que termine de ver cuando un ruido extraño llama mi atención. Me acerco a la puerta y atreves de la ventana veo a mi vecino follando casi a la vista de todos. Su mirada se clavada en mí, su sonrisa se amplía mientras descaradamente jala de los cabellas a la mujer que jime mientras él se impulsa en su cuerpo. La tiene de espaldas pegando su exuberante cuerpo en la pequeña ventana.

Suelto las cortinas y salgo de mi departamento como poseída, abro la puerta de su departamento. La mujer que gime como ganado en matadero, se sobresalta ante mi interrupción he intenta cubrir su desnudez.

—¿Qué quieres? —pregunta mi gigolo, la chica intenta que la suelte.

—Que dejes de hacer lo que haces en la ventana del departamento —digo sin saber que decir en realidad.

—¿Te molesta? —dice con la mirada encendida, toma la cara de la chica y lame su mejilla para luego devorar sus labios. Su mirada no se aparta de mí, la chica es un manojo de gemidos — Puedes irte, estoy ocupado.

—Bien —salgo con mis manos en puños, enfadada conmigo misma por hacer el ridículo y dale justo lo que él quería. Demostrar lo que me afecta no ser yo la que tiene contra el vidrio.

Vuelvo a mi departamento e intento dormir un poco, pero la rabia me carcome y no me deja dormir. Me paso toda la noche dando vueltas en la cama. Cansada de arrugar mis sabanas, me levanto y me preparo una taza de café tamaño olímpico y me acerco a la ventana mientras tomo un sorbo.

Ahí parada esta la pobre ingenua que tenía sobre la ventana acorralada. La pobre mira de lado en lado como buscando algo. Sonrió, seguro el gigolo la dejo plantada. La chica levanta la mirada y me saluda, carajo, se acerca y toca mi puerta.

—Hola, buen día —saluda toda simpática, le dedico una sonrisa apretada, de esas que no abres la boca por miedo a cagarte cuando tienes diarrea.

—Hola —bueno días para mí no son, no dormí nada por culpa de ese... ese...

—Perdón que te moleste, ya que veo que eres la vecina de Andy —dice con esa voz chillona que te revientan los tímpanos, dios dame fuerzas—. ¿De casualidad lo has visto?

—Mmm... querida yo que tu recojo lo poco que tengo y me voy yendo —aconsejo tomando otro sorbo de mi taza.

—Ho... es que esperaba que desayunemos juntos —chilla mirando nuevamente a la calle.

—Pues te cansaras de esperar, el siempre hace lo mismo —digo, la chica me mira incrédula. Pobre se creyó especial.

—Me dijo tantas cosas lindas anoche que pensé.... —dice algo tiste, la pobre me está dando algo de lastima.

—Sea lo que sea que te haya dicho fue para cumplir con su objetivo —digo derrumbando sus ilusiones—, no te sientas mal es así con todas y contigo se cobró el que no me haya podido llevar a su cama.

—¿Qué? —pregunta con los ojos llorosos, suspiro.

—Nada ¿Te llamo un taxi? —pregunto y la veo retorcer sus dedos con nerviosismo.

—Bueno... —mierda, me dio lastima, este estúpido insensible se las juega con chicas buenas.

Le llamo un taxi y mientras esperamos al que el coche pase a buscarla, veo que mi vecino está llegando, pero cuando ve a la chica sigue de larga, hijo de su pobre madre. Por suerte su conquista no lo vio sino tendría a la llorona instalada en mi portal. Aunque mucho no le falta.

Por suerte, el taxi llega para llevarse a la pobre chica que fue víctima del depravado e insensible de mi vecino. Suerte que no caí en esa. No quiero ser la estúpida que deje plantada luego de una revolcada. Pero también esta su pequeño juan que es tan grande o más, diría yo, que el juguete que me regalo Cecilia. Esa cosa me va a destrozar si me agarra, aunque si lo pienso se mece agua la boca y no precisamente la que tengo en la cara.

Llega el taxi y la desolada chica sube en él y se va, suspiro. Estoy por ingresar a mi departamento cuando el descarado ese hace acto de presencia. Pareciera que estaba esperando el momento en el que la pobre se valla para aparecer.

Niego mirándolo como camina reboleando las llaves de su coche con una sonrisa en sus labios.

—Gracias por encargarte de tu reemplazo —dice entrendo en su departamento, inbesil.

—Agg —gruñó y entro detrás de el— ¡Pedazo de mierda! —grito a su espalda— Por qué no te buscas una loca que requiera tus servicios de prostituto y evitas romper el corazón a una pobre chica —se detiene y voltea con la mirada colérica.

—Deja de insultarme en mi casa —dice y me freno en el acto, estaba por agarrarlo de los pocos pelos que tiene ya que es demasiado corto como para clinearlo—. No era que la culpa era de ellas por dejarse enredar por mí, ahora soy el malo de la película.

—¡Si, porque claramente la usaste! —grite enfadada

—Entonces asume tu parte de culpa, poque de no haberme dejado con la vena hinchada no hubiera recurrido a una “pobre ingenua” —me señala y hace comillas refiriéndose a la chica—. Te dije que lo lamentarías, ahora me reclamas por algo que tu misma provocaste.

—Crees que todas estaremos a tus pies humillándonos por un poco de atención de un ser que solo merece lastima, eres un sinvergüenza sin corazón —espeto con las manos en puño.

—Si, lo soy —admite—, pero tú eres una cobarde —finaliza tranquilo.

—Seré una cobarde pero no ando rompiendo corazones inocentes —gruño enfadada, con él, conmigo.

—¿Estas seguras? —pregunta mirándome serio.

—Ja, me vas a decir que te rompí el corazón, no me hagas reír por favor —aprieta la mandíbula y me quedo mirándolo.

—No sé si sea así, pero estaba dispuesto a dejar de buscar escusas y concentrarme en ti —dice y me enreda ¿Qué quiere decir en realidad?

—Creo que esta discusión no nos lleva a nada —digo cansada—, mejor me voy —digo y volteo para salir.

—Huye cobarde —dice y me detengo—. Cuando admitas que te mueres porque te tomé como lo hice con esa, me llamas.

—Pues espera sentado, don arrogante —digo sin voltear y retorno mi camino a la salida.

Camino a paso firme hasta mi departamento insultando los astros, entro y casi tiro la puerta de un manotazo, pero no escucho que se cierre. Voleo para ver que la detiene y ahí está el gigolo con la mirada furiosa, las manos en puños. Me quedo sin aire cuando en una zancada se acerca a mí, invade mi espacio personal y asalta mi boca de manera descara.

Su lengua casi me hace una endoscopia. Un gemido involuntario sale de mi interior cuando sus manos tocan mi trasero y me pega a su cuerpo. Su virilidad choca con mi estomago haciendo que me tiemblen las piernas.

Trato de apartarlo, pero solo logro que me apriete más, mientras su boca se apodera de mis sentidos.

—Suéltame —digo como puedo ya que su boca no deja de asaltar la mía.

—No puedo, no quiero —dice besando mi cuello, llega a mi oreja y lame mi lóbulo, me estremezco.

—No quiero ser una de tu lista, tengo dignidad —digo tratando que me suelte. No lo logro lo único que logro es caer en mi sofá, el sobre mi sin dejar de recorrer mi figura con sus manos que parecen serillos, me enciende con cada roce. Estoy por perder la cordura, no me quiero dejar embaucar por este dios del sexo sin compromiso.

—No vas a perder tu dignidad por hacerle caso a tu cuerpo y dejar que te folle —trata de convencerme, pero no quiero eso, no.

—No —digo y detengo mis manos, las dejo caer y me quedo quieta, él se aparta y me mira—. Suéltame.

—¿Eso quieres? —pregunta sin soltarme. Asiento—. Te propongo una cosa —dice apartándose a duras penas de mí, no lo miro—. Te prometo exclusividad —lo miro sin creer en sus palabras.

—Y yo te prometo que te dejare “follarme” —digo haciendo comillas en la palabra—, si esperas un mes.

—¿Qué? —preguntó incrédulo— me voy a morir en un mes si sexo.

—Esa es mi última oferta, la tomas o la dejas —digo seria.

—Mas te vale que en este mes te prepares porque cuando llegue el momento te juro que no te voy a dejar dormir y muy probablemente no podrás ni caminar —me deja sin palabras, creí que declinaría.

—Mierda —susurro.

—Eso mismo dirás cuando mi pequeño juan entre en ti —susurra al levantarse, me tiende su mano y me ayuda a levantarme—. ¿Dormiste algo? —pregunta acariciando mis ojeras, cambiando de tema abruptamente.

—Culpa tuya —admito.

—Lo siento, soy un desastre y la verdad me quede tan enojado que solo quería que te pongas celosa y creo que lo logre —dice tomando mi cara para que no le reúse la mirada.

—¿Ya te remarqué lo arrogante que eres? —pregunto.

—Si, miles de veces —dice con una sonrisa de triunfo—. Vamos, que necesitas dormir.

—Puedo hacerlo sola —digo tratando de que se aparte.

—Lo sé, pero espero que no me prives de algo tan excitante como velar tu sueño —trata de convencerme.

—Claro, así cuando esté dormida intentaras hacer cosas obscenas —digo dirigiéndome a mi habitación, la verdad ya el sueño me está venciendo.

—Te prometo que te gustaran —dice feliz.

—Tienes la idea fija, verdad —afirmo, él se ríe.

—Ya lo habías remarcado si mal no recuerdo —dice y se acomoda en mi cama como si fuera suya, me indica el lado suyo para que me acomode—. Te prometo mantener mi pequeño juan en mis pantalones, no sea cobarde.

—Mas te vale —señalo sintiendo que este mes será muy, muy largo para ambos.

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Comments

San Aguirre

San Aguirre

Que feo poner a la mujer con tan baja autoestima, ya eso de demostrarle explícitamente que tiene sexo con otra y Marion pensando en que quiere ser ella ya no está padre.

2024-05-20

0

LectoraPR

LectoraPR

Imperdonable escritora, imperdonable. Que si vamos a insultar hay que hacerlo con propiedad. Con todo y los signos incluidos, ¡Imbécil! Y así nos imaginamos los gestos, la fuerza del insulto y las puras ganas de insultar, 😂😂😂🤪🤪

2024-03-24

7

Anonymous

Anonymous

*Vaya

2024-05-11

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