Tronconal

Muy temprano Olga tomó rumbo a Tronconal para ir a visitar a su abuela y llevarle unos enseres que la anciana necesitaba. La muchacha tomó la Chiva (es un vehículo de pasajeros con asientos de madera y cuero). El camino era algo cansado, pues debido a que era camino de tierra, dificultaba el andar del vehículo. Al fin llegaron al pequeño caserío y al bajar, se encontró con Ezequiel allí, quien la esperaba desde hacía media hora. No trataba de ocultar su emoción al verla, cosa que a ella le ponía muy feliz.

-¿Cómo está la mujer más hermosa de Chimichagua? - dijo él mientras ella se acercaba un poco más

-Muy bien Ezequiel ¿Y tú?

El tomó su mano y le dio un beso en el dorso

-Ahora estoy excelente mi Garcita

Ella arrugó la nariz haciendo un gesto de desaprobación

-Que no me digai así- soltó ella

Finalmente ambos llegaron a casa de Mama Inés, cargando los enseres que Doña Cristina le había mandado a su mamá. La anciana mujer se preguntó cuándo fue que su nieta se hizo mansa. Las miradas de los muchachos se cruzaban de vez en cuando mientras ella ayudaba a su abuela a preparar el almuerzo. Su destreza en la cocina lo tenía aún más maravillado, no había nada que ella no hiciera bien a su parecer.

Por la tarde ambos recorrieron el camino hasta llegar al caño por el que recibía su nombre el caserío. Tendieron una manta y se sentaron a la orilla del caño debajo del puente. Alejados de todo y de todos, era la sensación más placentera que jamás experimentaron.

Ezequiel entrelazó sus dedos en los de ella, para sentir un poco aquella piel que tanto le gustaba. Ella sentía un calor por todo su ser y el cielo era el comienzo de toda su gloria. No dijeron nada en más de 15 minutos, solo se quedaron ahí disfrutando uno del otro. No hacía falta un roce más, tampoco las palabras, eran una sola alma en ese momento.

-Quiero que me des una oportunidad mi Garcita- dijo él, rompiendo aquel silencio pacífico.

-¿No te burlai de mi Ezequiel Queruz?- preguntó ella con cierta desconfianza

-Te juro que no Olga Tavares, eres mi locura desde que te volví a ver en el puerto.

De repente y sin previo aviso, tomó su rostro con una mano y la acercó para darle un beso; un beso que pareció más un roce, que un beso. Pero fue más que suficiente para darse cuenta que ya no podrían vivir separados uno del otro. La tarde pasó lenta como si se negara a separar a los enamorados para que ellos pudieran continuar en aquel hermoso idilio.

Entrada la tarde-noche, se fueron al pueblo. Él la dejó retirada de su barrio para que así no los vieran juntos. Ezequiel conocía bien el carácter de Don Santos, y sabía que no era fácil de persuadir. Por el momento mantendrían el romance en secreto, después pensarían en cómo enfrentar a sus familias.

-¿Nos podemos ver mañana? - preguntó él con la emoción de un niño

-Le puedo decir a mis papás que voy a Plata Perdía y allí nos podemos ver. Ellos saben que tengo ofrecido ir a la Pastorita.

-Entonces allí nos vemos mi Garcita...

..................

La ilusión de un nuevo y buen amor, trae consigo la responsabilidad de preservarlo ante toda adversidad. Ezequiel jamás había tenido un amor así, donde la sola compañía de su bien amada, era suficiente para sentir. No entendía cómo pudo vivir todos esos años sin ella, su Garcita flaca.

Olga se puso un sencillo vestido color palo de rosa que resaltaba aún más, su piel morena. Llevaba el cabello amarrado en una media cola y zapatos baletinas. Al llegar a su destino, ya Ezequiel la esperaba; llevaba puestos una camisa color celeste, jeans y botas cowboys, y en la cabeza un sombrero blanco que dejaba ver sus ojos mucho más.

Se tomaron de la mano y se fueron directo al altar de la Pastorita para que Olga dejara la ofrenda que había llevado.

-¿Quieres ir a comer algo? Me dijeron que hay una doña que vende sancocho

-Me parece bien

Llegaron a una casita humilde y los hicieron pasar a un gran patio sombrío

-Olga yo quiero hablar con tus papás, tú no eres una muchacha para estar escondiendo- explicó él con melancolía. La quería de verdad y para toda la vida - quiero algo serio contigo

-¿ Y tú no teneí novia en la capital? - preguntó ella con recelo

-Mi novia es una sola, es la morena más linda de todo el Cesár - sonrió él mientras le daba un beso en la mejilla a su novia

Una sonrisa tierna iluminó su rostro de bronce, y él se sentía el cielo al verla.

-Ya me debes un besito...

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