¿Tiempos mejores?

 

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Me gustaría decir que el tiempo con Adam —cuando estaba de buen humor— era siempre bueno. Amaba que mi novio supiera de su belleza, del cuerpo que poseía y de sus increíbles ojos. Me gustaría decir que todo era perfecto. Pero no lo era. En esta maldita cena me está muriendo del aburrimiento. 

Adam no dejaba de hablar de él, de su increíble aporte hoy en clase, de cómo Andria y todas las chicas no lo dejaban de ver. Odiaba esa actitud. Esa presumida actitud donde me restregaba a todas las mujeres en la cara. Después no quería que fuera celosa. ¿Cómo no iba a serlo? El muy idiota me las estaba jugando mal otra vez. Todo empezó porque el muy cabrón estaba acariciándole el cabello a Andria en una fiesta, después se mandaban mensajes comprometedores y el día que los descubrí, estallé. Esa fue la primera vez que me agredió. 

Una hora pasó para que dejara ese tema atrás. Ya estábamos en el postre y yo estaba deseando regresar a casa con Rees y Louis. De seguro, ellos estarían fascinados con algún videojuego de realidad virtual y me uniría a ellos para distraerme. 

—Hermosa —dijo Adam, captando mi atención de todo pensamiento disparatado. Esos ojos miel me llamaron como siempre lo hacían, eran mi hogar—, sabes que lo lamento muchísimo. No quise… No quise hacer lo que hice, bebé, te amo. No sé qué sería mi vida si no estuvieras en ella. Somos ideales para estar juntos. Tenemos la mejor sangre de toda esta raza de idiotas.  —Lo sé, amor —dije, tomando mi copa de vino rosa. 

—Porque te amo, te digo esto. Necesitas trabajar más en tu rutina de gimnasio, siento que te has subido unas libritas. —Señaló mi crepa de Nutella extra grande que había pedido. ¡Dios mío! ¿Mi novio me acaba de llamar gorda? Me quedé con los ojos muy abiertos viendo cómo Adam observaba mi plato. ¡Se cagó en mi postre! 

Dejando el tenedor en la mesa tomé la copa de agua para quitarme la necesidad de ir a vomitar. Odiaba que me dijera gorda. Últimamente me decía lo mal que me veía y lo poco marcada que estaba a la par de las otras modelos. Era solo la maldita presión de mi abuela, de mi entrenador y de Adam. Mamá y papá eran más tranquilos, jamás me presionaban. Me gustaría decir que solo los escuchaba a ellos, pero estaría mintiendo. Las palabras que quedaban en mi mente eran de todos aquellos que me decían lo mal que me veía. Realmente desde que Adam me trata como mierda, mi autoestima está por los suelos. Muchas veces había pasado semanas sin comer con tal de estar a su maldita altura, para ser lo que él esperaba. 

—Eso está mejor, hermosa. Lo hago por tu bien. Vas a parar como tu hermano. —Hizo un gesto indicando gordura excesiva. No podía creerlo. Rees estaba marcado, no gordo. No puedo soportar más esta actitud. Me puse de pie y me dirigí a la maldita puerta de salida. Esto era demasiado para soportar. Estaba a segundos de tomar mi teléfono y rogarle a Rees o Louis que vinieran por mí, pero quizá era una mala idea. Él y yo se supone que estamos bien. No podía enseñarle al mundo la etapa que estamos pasando, no puedo. Tengo que ser fuerte. 

Minutos después, Adam salió con la cara llena de furia. Ya sabía que sería de ese modo. Odiaba que lo dejara con las palabras en la boca. Lo bueno, había prometido no pegarme esta noche. No quería que lo hiciera. Tomándome de la mano, me llevó a la camioneta negra de lujo. Me ayudó a subir al tiempo que maldecía en voz baja. Quería pedirle que me llevara a casa, no lo hice porque sabía muy bien que él había planeado esta noche para los dos. 

Llegamos al hotel de siempre en las afueras de Londres. Lejos de mi casa, lejos de su apartamento, lejos del mundo. No me daba miedo estar sola con él. Había aprendido a controlarlo, cada día que pasaba estaba mejor. No podía abandonarlo cuando más me necesitaba. La recepcionista le entregó la llave sin preguntar, claro que lo tenía todo planeado. Todo estaba listo para nuestra noche de pasión. 

Al entrar en la habitación, me fijé en los pétalos de rosas en el suelo, las velas, el champagne. Sonreí, esto era tan romántico. Observé cada detalle, las rosas de tallo alto sobre la cama. Rosas, siempre rosas rojas. Me encantaban. Dándome la vuelta para quedar frente a mi hombre imposible, me abalancé en sus brazos al tiempo que él me capturaba. Levantándome del suelo me llevó a la cama. Con una mano mandó a la mierda las lindas rosas. Estas cayeron al suelo dándonos el espacio que necesitábamos. 

En la cama, la ropa fue lo primero que desapareció. Besando sus labios me perdí en el deseo, en las cosas que me hacía sentir. Adam me tomó del cabello jalándome con fuerza para acceder a mis pechos. Los besaba con lujuria. Los apretaba como si fueran de esponja. Su agresividad se había pasado a la cama y eso me excitaba, me excitaba mucho a pesar de que a veces dolía la manera tan brusca de penetrarme. Me amaba, podía sentirlo. 

Tomando su erección entre mis manos, la guie hasta mi humedad. Quería sentirlo ahí, justo donde lo necesitaba. Con una fuerte arremetida, me dejó con lo que quería. Le di mi virginidad dos años atrás, mi parte irracional, le encantaba que él fuera el primero. El primero y el último. Gritando con todas mis fuerzas, me dejé llevar por el climax. Adam no era delicado. No era suave para hacer las cosas y eso me excitaba y me volvía loca. 

—Dios, Hol —dijo, recostándose en el colchón. El sudor corría por nuestros cuerpos dejándonos sin aliento. Estábamos en el minuto muerto. Ese que tenías después del placer. Era como morir por unos segundos. Juntándome a su cuerpo, me recosté en su pecho. Adam era dos años mayor que yo. Tenía mucha más experiencia que yo en todo lo que hacía. 

—Gracias —dije, besando sus labios. 

—Te amo, bebé, de verdad que lo hago. 

Observé la habitación, las velas estaban llegando a su extinción, las rosas aún estaban en el suelo, poco a poco muriendo por dentro. La gente nunca entendería lo que Adam causaba en mi interior. Adam era todo, tenía miedo de decir algo y perderlo para siempre. Sabía que necesitaba ayuda, pero no sería yo la que sacara ese tema a colación. 

—El mejor sexo de mi vida —dijo y acarició mi espalda desnuda—. ¿Alguna idea de lo que provocas en mí? 

—Lujuria —dije, y tapé mi boca al reír. Maldita mala manía que había adquirido de mi madre. 

—Una maldita lujuria, deseo y pasión. Hol, eres una loca en la cama. Creo que te he vuelto un demonio. —Tomó mi barbilla para que lo viera a esos dos increíbles ojos, me besó con amor. Adiós, lujuria, esto era amor.  

 

Al momento de entrar casa a la mañana siguiente, mamá y papá ya se habían ido a su reunión matutina. Papá iba a la cámara de lores y mamá iría a la casa de la abuela. La rutina de siempre. Esperaba que Rees estuviera dormido. No quería que me viera entrar en estas circunstancias. Era como el camino de la vergüenza. El vestido de anoche era muy elegante para llevarlo en la mañana y no quería ni pensar en cómo se veía mi cabello. 

Apresurándome a mi habitación, me topé con Louis. Sus brazos me sostuvieron justo a tiempo antes de caer de culo. Me sostuve de sus brazos un segundo antes de… ¡Dios! Estos no son brazos normales. Observé mejor a Louis, sin camisa. Sus pectorales, su abdomen, cada músculo que desconocía se marcaba en ese dios inglés. Los pantalones cortos azules le colgaban de la cadera de una manera impresionante. Realmente era demasiado caliente, no quiero ni pensar cómo sería estar con este hombre en la cama.

¿En qué momento se puso tan increíblemente bueno? 

—Ponte una camisa, Lou —dije, sobando sus brazos. 

—No, me gusta la manera en la que tus ojos se clavan en mi abdomen. 

—Eh…, hablando de abdomen —me toqué mi estómago plano—. Estoy mejorando. 

Lou me tocó de una manera demasiado ardiente. Mierda, las hormonas de lo que acababa de hacer aún me tenían prendida. Eso debe ser. Acercándose a mi cuerpo, sus ojos se clavaron en los míos. 

—Porque no vas a cambiarte y sales a correr conmigo —no lo dijo como una pregunta. Fue más una orden, eso le sumaba puntos. Me gustaban las órdenes. 

—Dame cinco minutos —dije y corrí a mi habitación. Tomé mis pantalones cortos, un top azul, mis zapatillas deportivas y mi reloj electrónico. 

Salí a toda prisa para ver a Louis haciendo su calentamiento, estirándose de una manera que me hacía pensar que tenía músculos que jamás había visto antes. En el modelaje, los hombres son más delgados a pesar de que los músculos se marcan siempre. Rees y Louis no eran tampoco como esos jugadores de futbol americano, eran simplemente más voluptuosos. 

Acercándome a él, tomé su botellita de agua. Le di un trago largo antes de prepararme mentalmente para una hora de ejercicio en las afueras de Londres. De seguro correríamos un par de kilómetros antes de ir a meternos en la piscina. El día estaba hermoso. 

—¿Dónde está Rees? —Era raro que mi hermano no estuviera listo para correr. 

—Durmiendo. Cuando regresemos revisamos si está vivo. Casi muere de tanto alcohol anoche. Fue una locura en la casa de las chicas. Megan preparó una fiesta de verano. Ya sabes… Mujeres semidesnudas en todos lados, pocos hombres y mucha bebida alcohólica. 

—Nada del otro mundo. —Reí ante la idea de mi hermano preparando su terreno. Ya faltaba poco para nuestro cumpleaños. 

—¿Qué tienes ahí? —preguntó y tomó mi brazo. ¡Ay, no, mierda! Me quedé viendo el suelo unos segundos esperando a que las respuestas llegaran como si nada a mi sistema. Estaba jodida. 

—No tengo ni idea. Un día desperté con esos pequeños hematomas. ¿Crees que me pude haber lastimado haciendo ejercicio? —¡Qué pregunta más estúpida! 

—Parecen dedos. —Examinó mi brazo detenidamente. Intenté arrebatarlo de su vista, pero fue imposible—. Dile a ese imbécil que si quiere pasarse a mi hermanita, tiene que tratarte más suave. 

—¿Qué? —dije sorprendida. ¿Cómo diablos lo sabe? 

—Sé reconocer unos putos dedos cuando los veo, Hol. —La cara de Louis había cambiado. Ya no estaba el chico simpático—. Quizá él no quiso hacerlo, pero puedo ver que anoche te fue muy bien, Sisi, pero, te advierto, no quiero ver más marcas en los brazos. ¿De acuerdo? 

Le sonreí captando que Louis creía que eran marcas de sexo, lo cual era verdad. Estas eran unas nuevas que me dejó de ayer en la noche. Asegurándole que no tenía nada de qué preocuparse, empezamos a correr. Olvidamos la plática acerca del sexo duro y las marcas en mi brazo. 

 

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Comments

Militza Kellys Perozo

Militza Kellys Perozo

Está como que es peor que la mamá 😃

2025-05-16

0

Brenda Lozano

Brenda Lozano

Que pajua es esa chica

2024-05-11

1

Eleonor Baker

Eleonor Baker

Ah ya, salió la sumisión, eso tiene esta joven, 🤷🏼‍♀️

2024-05-03

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