Holly
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Era normal despertar de la manera en la que yo desperté al día siguiente. Me dolían los brazos y la rodilla izquierda. Pero después de eso todo estaba bien, mi mejilla estaba bien al menos, solo la sentía un poco roja, pero nada de qué preocuparme. Ahora mi mayor bajón era moral, mi corazón ya no resistía más los golpes. No entendía qué diablos le pasaba últimamente, pero esto me desgastaba. Y Louis… ¡Dios mío! Casi se da cuenta de todo.
Quería contarle a alguien esta situación, quizá a mi amiga Carolina podía decirle, pero tenía mucho miedo de decirle y cómo reaccionarían todos. La única vez que estuve a segundos de abrir la boca, fue una vez que Adam me pegó tan duro, no le bastó con dejarme en el suelo, me dio una patada que expulsé todo el aire de mis pulmones en segundos. Estuve tirada en el suelo al menos quince minutos. Lloré y maldije mentalmente a Adam. Luego él se puso de rodillas y lloró a mi lado.
Me sentía vacía. Algo hacía falta y el dolor psicológico que se gestaba en mi pecho era demasiado fuerte. Me tiré en la cama haciéndome un rollito, llevándome mis rodillas al pecho. Me costaba respirar, el vacío era una punzada insistente dentro de mí. Intenté no hacer ningún movimiento brusco por el dolor, debía ser fuerte. Aun así, me permití llorar en silencio.
Mi teléfono vibró, sacándome de mis pensamientos. Era la quinta vez que Adam intentaba hablarme. Me gustaría decir que podía contestarle de lo más tranquila, como si nada había pasado, pero no era así. Mis fuerzas se estaban acabando. Sabía que no debía dejar que nadie me faltara el respeto como él lo hacía, pero era imposible. Mi corazón le pertenecía, siempre fue de ese modo. Desde los 14 años, el día que empezamos a hablar en clase, me gustó y amaba que Rees lo odiara. Aumentaba mis ganas de estar con él. Era desafiar a mi hermano y a Louis.
Unos golpes en mi puerta llamaron mi atención. Intenté secar las lágrimas que aún corrían por mis mejillas, pero sin esperar a que yo abriera la puerta, la persona que tocaba entró sin preguntar. Esperaba ver a Rees o a mi madre, quizá a mi padre, pero jamás a Adam con su cara pálida llena de preocupación. La luz que entró a la habitación fue suficiente para que Adam me localizara, no tenía que buscar demasiado, siempre estaba en mi cama. Cerró la puerta caminando con todo su porte de macho alfa. Odiaba que me viera de esta manera, como si estuviera enojado una vez más conmigo. Me puse tensa inmediatamente. ¡Está enojado! No quiero que me pegue otra vez, no en la comodidad de mi casa, no cerca de mis papás. Jamás se lo perdonarían, jamás lo entenderían. Las lágrimas corrieron aún más por mis mejillas mandando ondas de calor a todo mi cuerpo. Estaba a segundos de suplicarle que no me tocara, que solo lo necesitaba a mi lado. Estaba a punto de prometerle comportarme y no decir ninguna estupidez que lo enojara. Pero no hizo lo que pensé que haría.
—Nena —dijo Adam y se acostó a mi lado. Sus brazos me envolvieron enviándome una punzada de dolor en todo el abdomen—. Lo siento tanto, amor, no quería pegarte. Pero fue tu culpa, tú me provocaste y lo sabes muy bien.
En cierto punto tenía razón, yo lo provoqué, le grité molesta por su coqueteo con Andria. Quizá era verdad, fue mi culpa. Pero nada justifica que él me levantara la mano. Me gustaría decir que mi inconsciente era más inteligente, pero no lo era. Nada era como yo lo creía. En mi cabeza dominaba la parte débil, la que me decía que no era nadie.
—Me duele mucho —dije entre lágrimas.
—No volverá a pasar. Ahora, déjame que te abrace hasta que te quedes dormida. No querrás que tus papás se enteren. ¿O sí?
No podía decirles a mis padres esto. Les daría un ataque al corazón. Mi padre siempre nos inculcó el valor de respetar siempre a los demás y esto era una falta grave a su forma de pensar. No quería ni imaginar cómo reaccionaría Rees, por más calmado que pareciera, tenía escondida a la bestia dentro de su ser.
Dejé que mi cuerpo se relajara, escuchando la respiración de Adam. Él me amaba, no era su intención pegarme. Solo fue una mala reacción. Seguramente no vuelve a pasar. Tengo que ser fuerte para él, sé que es una etapa.
Me repetí esa mentira durante un buen tiempo hasta que finalmente me dormí, en un sueño profundo donde solo había felicidad y flores, muchas, muchas flores.

Dos días pasaron desde la fiesta, dos días de manga larga. No había podido ir al gimnasio o a mi clase de box por lo mismo, las marcas y el dolor de que alguien me tocara en los puntos de los hematomas.
Pero hoy estaba mejor, me sentía una vez más poderosa, por lo que coloqué los pantalones de gimnasia y una camisa térmica pegada. Me encaminé al gimnasio, sabiendo que hoy tendría un entrenamiento bastante fuerte. Mi entrenador se haría cargo de eso, estábamos muy cerca del desfile de Kenton y no quería perdérmelo por nada.
Observé a mi hermano quitarse la camisa, todo un show el q ue hacía cada vez que entraba a este lugar. Tenía un cuerpo de revista por todo el entrenamiento, el motocrós y los trucos esos que hace en la bicicleta cuando salta en rampas y a mamá le da un ataque.
Siempre vi a mi hermano como modelo, pero él siempre se negó a torcer su brazo en eso. Le parecía ridículo. Yo por mi parte me hubiera gustado que los dos hiciéramos lo mismo y me presentara a sus amigos. Los del motocrós eran tan… No mi estilo que no me gustaba para nada.
Papá siempre nos inculcó este buen vicio, el de ejercitarse. Mamá era más sedentaria, eso de ir al gimnasio no era lo suyo, pero sí lo mío. Amaba la adrenalina que se apoderaba de mí ser, la manera en la que sacaba todo lo que guardaba por dentro. Esta era la mejor forma de desahogarse.
Mi rutina normal consistía en cuarenta minutos de cardio y una hora de pesas en circuito. Si quería empezar a marcar mi abdomen tenía que dedicarle mucho más tiempo del que le dedicaba. Tenía que hablar seriamente con Adam acerca de estos malditos arrebatos. No podría participar en el desfile de Kenton si seguía marcada. Me esforcé durante todo el año para finalmente no estar.
El desfile de Kenton era una vez al año en verano, toda la élite estaba invitada y era de los únicos desfiles que exhibían ropa de baño, vestidos de playa y todo tipo de nuevos modelitos que se adecuaran para la alta sociedad.
Le subí todo el volumen a mi iPod y comencé a correr. No quería pensar en nada más que en la adrenalina que crecía dentro de mí. Cada paso, uno tras otro. Mis pulmones se hinchaban en cada bocanada de aire. No podía parar, no podía respirar. El poder sobre mis piernas empezó a aumentar, el sudor corría por todo mi cuerpo. Me sentía increíble y apenas sentí los cuarenta minutos.
Me bajé de la máquina y corrí a la rutina en circuito. Escuchaba a Sammy, mi entrenador personal, gritarme que continuara con los abdominales. Estas rutinas cortas donde se trabaja todo el cuerpo en general son mis favoritas. Odiaba las específicas.
Hora y media más tarde, estaba tirada en la colchoneta de yoga sin poder moverme. ¡Maldito Sammy! Me sacó la mierda que tenía por dentro. Estaba destrozada y muerta del calor por esta maldita playera de manga larga. Prefería los tops que mostraban mi abdomen. Me alentaban más cuando hacía mi rutina y me observaba en el espejo. Rees se acercó con dos botellas de agua. Él era tan atento todo el tiempo, siempre cuidándome y dándome lo mejor.
—¡Mierda, Sisi! Apestas. —Rees se tapó la nariz. Le sonreí de oreja a oreja. Realmente amaba a mi hermano. Era especial en todos los sentidos. Cuando encontrara a su Agapi, sería un increíble esposo o novio, era muy parecido a papá. Solo necesitaba encontrar a la indicada.
—Es una lástima que tengamos el mismo olor. —Rees se abalanzó sobre mí para hacerme cosquillas. No me di cuenta en qué momento me hice un rollito y empecé a temblar de miedo. No puede ser, había reaccionado mal delante de Rees. Tenía miedo, como si realmente me fuera a tocar. Mi hermano jamás lo haría, era su mundo y él respetaba a las mujeres.
—¿Qué diablos te pasa, Hol? —dijo Rees mientras alzaba las manos para demostrar que no estaba haciendo nada. Estaba sorprendida por esa reacción que no sabía qué diablos decirle.
—Me asustaste, idiota. —Intenté quitarme la bolita de esa manera, esperaba que funcionara
—Pero ¿por qué? —Un silencio incómodo se hizo entre mi hermano y yo. Luego suspiró antes de agregar—. Déjalo, no importa. Solo me pareció rara tu reacción. Normalmente, te enfrentabas a las peleas, no te ponías como niña fresa. Quizá los tiempos cambian
Le saqué el dedo de la forma menos femenina que supe hacer. Le sonreí y lo vi alejarse al área de pesas. Levantó una de 75 libras en cada lado, haciendo caras y escupiendo un poco al respirar. Era lo normal.
Tenía que hablar seriamente con Adam, esto no podía seguir así. Casi no hablamos estos dos días, era su manera de pelear con sus demonios después de pegarme. Se alejaba y era extremadamente dulce cuando hablábamos.
Era extraño que no pudiera parar, ya era casi un año de estos arrebatos y cada vez iba peor.
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Comments
Vika
desgraciadamente la persona que esta en un circulo de violencia no puede salir sola
2024-05-10
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Eleonor Baker
Practicando ejercicio como lo haces .. Porqué te dejas golpear, siquiera ese maltrato verbal, lo permites?
2024-05-03
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Eleonor Baker
Clase de boooox y no le has roto la claraaaaa? no te lo creo 🤦🏼♀️
2024-05-03
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