¿Quien es su Señorita?

—Me temo que estaré instalado en el despacho de Lord Merivale repasando algunos asuntos importantes que trataremos en la próxima legislatura. —Sonrió, resuelto a no permitir a las mujeres que le sonsacaran un compromiso—. Puede que a ustedes las damas les sorprenda saber que, aunque actualmente no estamos en sesión, el negocio de la Corona continúa su marcha. En estos momentos luchamos en dos guerras, y ninguna amenaza debe ser tomada a la ligera.

Las mujeres asintieron.

—Bien —dijo Lady Katherine—, si cambia de opinión, Excelencia, le estaremos guardando el asiento vacío.

Las tres señoras sonrieron, pero la ceja de Lady Katherine se elevó y sus ojos marrones adquirieron un brillo casi depredador. La inclinación de su cabeza, la comisura elevada de su sonrisa y la forma en que sus ojos se estrecharon durante un solo segundo le revelaron que esta mujer estaba preparada para un amante, de forma muy parecida a una yegua en celo. Pero no estaba interesado en nadie como ella, él quería una esposa a la que poder adorar, no a una mujer a la caza de otro marido con título.

Ahora era un buen momento para mencionar a las acompañantes y ver quién reaccionaba.

—Siempre podrían invitar a sus acompañantes. Sin duda alguna de ellas estará encantada con la posibilidad de hacer una escapada a la ciudad.

—Bah, ya tienen algo planeado —dijo la Señora Upton.

—Tienen su propia excursión mañana —explicó Lady Atherton—. Mi Ruth me pidió permiso y se lo di. Van hacia el sur, a Stonehenge. Parece que una de ellas tiene una guía de viajes.

—Eso suena a la acompañante que acabo de contratar. No durará mucho, de eso ya estoy segura. No puedo soportar su impertinencia. —Esto lo dijo una exasperada Lady Rawdon—. Y siempre tiene la nariz metida en un libro. Dijo que Lord Merivale iba a alquilarles un coche, un cochero y dos lacayos para su excursión. Van a ir cinco de ellas.

Esto no le servía para nada. No había forma de saber únicamente a partir de esta conversación si su Señorita estaba relacionada con alguna de las tres mujeres. Se desplazó para conversar con algunos de los otros invitados, pero no pudo sonsacarles quién podía estar emparentado con la joven que él vio. Por supuesto, no todas las señoras tenían acompañantes, solo algunas de ellas. Como hombre inteligente que era, podría decirse que tendría que poder resolver esto. Desgraciadamente, no era así. No a menos que quisiese atraer atención sobre sí mismo.

Pronto terminó la cena y empezaron los auténticos entretenimientos de la velada. Mientras cenaban, el personal había dispuesto las mesas de cartas con sillas en el propio salón, y así empezó otra noche de whist. Cav jugó dos manos y observó a la Señora Upton perder una suma elevada con el girar de una carta.

Lady Katherine, la ganadora, dedicó a su amiga una sonrisa con bastante regodeo.

—No importa, Cecily. Mañana puede ser tu noche y seguro recuperarás prácticamente todo lo que has perdido, así que intentaré no gastarme demasiado de ello comprando mañana.

Una de las invitadas empezó a tocar el pianoforte y otra a masacrar una maravillosa aria italiana. Cav decidió que había tenido suficiente después de dos manos. Se levantó, pensando en hacer su salida mientras los otros empezaban a escuchar a las dos intérpretes. Pero al excusarse ante las tres señoras con las que estaba sentado, lo mismo hicieron algunos de los otros invitados de la sala. Realmente no deseaba ser el buen hombre cansado cuya partida finalizaba la velada para todos. Todo lo que quería era llegar a su cama.

Lady Katherine se acercó a él, y cuando le tocó la manga, Cav casi pudo sentir las garras de la mujer aferrarse a su brazo. ¿O era su imaginación?

—¿Quizá os apetecería venir después a mis habitaciones a tomar una copa de vino? —Le dedicó una seductora sonrisa y agitó las pestañas en su dirección—. Sería una forma perfecta de terminar la noche, ¿no creéis?

—Lo siento, Lady Katherine. —Daba igual que fuese una mujer pasablemente atractiva, su audacia le repelía—. Merivale y yo tenemos un día repleto de reuniones mañana, y me gustaría prepararme para la conversación.

Buscó la mirada de Merivale y levantó la mano para evitar que el hombre saliese de la habitación. Se disculpó cortésmente ante Lady Katherine y se acercó a su anfitrión buscando refugio de las zarpas de otra viuda más.

—Si cualquiera pregunta, tú y yo estamos mañana en una reunión durante todo el día.

—Así que te han pedido que les acompañes de compras, ¿no? —se rio Merivale. Cav asintió.

Merivale le acompañó al dirigirse Cav hacia la puerta.

—Yo también le he dicho a mi esposa que no. Creo que prefiero que me saquen varios dientes.

—Pues que sea trabajo, entonces. —Cav se bebió de un trago lo que quedaba del vino de su copa. Me voy a la cama. Hoy ha sido un largo día.

En cuanto Cav mencionó que se retiraba a sus habitaciones, varios invitados de su mesa de cartas empezaron a seguir su ejemplo, con Lady Katherine pegada a sus talones. Cuando alcanzaron el rellano, ella le dijo, su voz apenas un susurro:

—Mi invitación sigue en pie, Excelencia, me encantaría que me visitaseis. Podemos compartir otra copa de vino. ¿Y algo más, si estáis interesado?

—No, gracias —Él se acercó a las puertas de la biblioteca, y un lacayo se quedó indeciso sobre si abrirle la puerta o no. Cav asintió al hombre—. Si me disculpáis.

—Puedo pensar en algo mejor que hacer que leer —en el aliento de la mujer se podía percibir el aroma del mejor brandy de su anfitrión. Francamente, la mujer estaba empezando a atacarle los nervios.

—Yo también puedo, Lady Katherine, excepto que la persona con la que deseo compartir la experiencia no se encuentra en este pasillo. —La expresión de ella pasó de la seducción a un mal disimulado enfado. Cav no lamentaba haberla molestado. Era la única forma de librarse de ella.

La idea de cualquier tipo de relación con esta mujer le provocó una extraña repulsión. Hace treinta años, habría aceptado su invitación. ¿Pero hoy? Enredarse con una viuda empalagosa no era una de sus mayores prioridades. Además, estaba haciéndose muy mayor para esto. Ese pensamiento le asustó. ¿Estaba haciéndose muy mayor para este tipo de cosas? Era gracioso, no se sentía así el día anterior en el laberinto, cuando se había topado con Señorita. En cualquier caso, tenía que evitar a esta depredadora. Odiaría abandonar Somerhill por su culpa, cuando aún tenía que descubrir quién era su Señorita.

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Comments

马里克鲁斯

马里克鲁斯

Jajaja cuando se entere la tía q el gusta de su sobrina

2023-06-24

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