Un joven hombre
Los días avanzaban entre con cambios de compresas, ojos de panda, cambios con las enfermeras, y ninguna solución médica para ella.
El destino parecía haber decidido la forma de su sufrimiento en esta vida, puede que fuera mejor no ir en su contra o la matarían.
Los delirios estaban a la orden del día. Los momentos de lucidez cabían en los dedos de una sola mano. En esos momentos ella no decía nada solo le miraba. ¿Acaso pensaba que él era también unas alucinación?
- No lo toques . . . corran. . . aléjense aléjense de la anaconda desértica. . . - Sus palabras eran muy fantasiosas.
Rodó por el sillón en el que había intentado pegar un ojo y fue hacia ella. Era hora de cambiar ese trapo por otro más frío, si seguía con su alta temperatura.
Acomodo parte de su pelo alborotado. ¿Cuánto sería que se despertaría? Había dejado todo tirado para cuidarla, y su padre no daba señales.
Se quedó dormido frente a ella.
Un leve jaloneó a su ropa le despertó. Parpadeo varias veces para salir de su estado de ensueño. ¿Que estaba pasando? No podía volver a la realidad. ¿Dónde estaba?
- Hola - Dijo una voz dulce, como la miel.
Bostezo. Había escuchado una voz. Miro frente a él recorriendo lo que parecía una cama y se topó con unos ojos oscuros como una noche sin estrellas.
Los recuerdos de dónde estaba y con quién volvieron de inmediato. Ella se estaba riendo. Se levantó de golpe.
- ¿Algo. . . necesitas? - Su nerviosismo le hizo ver torpe. ¿Qué hechizo estaba lanzando esa mujer para ponerle nervioso?
- Agua - Pidió observándolo - ¿Quién eres? -.
- Tú rescatador. . . - Le pasó el agua y volvió a sentarse. Se sentía más seguro limitando sus movimientos por el momento - Pero llámame Amaru -.
- Soy Tlicue - Tomo parte del agua con cuidado - ¿Cuánto tiempo llevas aquí? -.
¿Cuánto tiempo llevaba? Comenzó a contar sus dedos recordando sin lograrlo. Qué no para eso tenía su celular. Busco entre sus bolsillos y se le resbaló por el suelo.
Tenía que calmarse, el atractivo aquí era él. Podía controlarse, tenía práctica con las legiones de chicas que lo miraban sin pestañear, como si fuese un dios o una aparición. Una sola chica no podía poner su mundo de cabeza.
Recogió su celular del suelo. Abrió su calendario y miro el último día que pasó por la facultad a dar su clase de patología.
- Santo dios - Dijo alucinando.
- ¿Qué pasa? - Se preocupó ella.
- Tú. . . - Trago saliva - Llevas más de una semana internada, aquí -.
- He. . . - La sorprendida fue ella ahora - ¿Qué debo hacer? Mis clases. Ya me toca pagar la renta. Yo no he lavado mi ropa. Ya me toca bañarme . . . una semana es mucho -.
Su comportamiento le hizo recuperar su compostura. ¿Quién se iba a estar preocupando por ese tipo de cosas en su convalecencia? Se rió. Ella le miro seriamente, aquel que ponía en duda sus prioridades.
- No te preocupes por esas cosas. Debes salir de tu enfermedad antes, o lo que sea que tengas - Tomo el vaso y lo devolvió a su lugar - ¿Cómo te sientes en estos momentos? -.
- Yo. . . - Miro su cuerpo pensativamente - Ahora que lo dices, muy cansada. Quisiera descansar una eternidad. . . pero me preocupa no poder hacer mis actividades -.
- Deja eso de lado, que se resolverá. Lo primero es que me digas cómo terminaste así. No he podido decirle nada el doctor que te está atendiendo - Espero su respuesta.
- Bueno - Dudo en contar su historia - No sé si creas lo que te cuente -.
- Tendrás que decírmelo para decidir - Se acomodó en la silla. También estaba cansado.
- En resumen, pues fui con unos amigos al desierto, tuvimos un accidente con un animal nativo del lugar en el que casi me mata, pero solo terminé babeada. Y. . . un amigo fue comido por ese mismo reptil - La tristeza deformó ese bello rostro.
- ¿Qué clase de animal? - Quiso saber él.
- Pues . . . verás. . . era gigante . . . como del tamaño de un carro. . . del color del desierto pero suave a la vez . . . sus ojos eran hipnóticos. . . muy veloz. . . - No tenía intención de mencionar algo que nadie creería.
- ¿Como una anaconda desértica? - Puso a prueba lo que le había escuchado alucinar.
Ella le miro con los ojos enormes. Entonces si había dado en el clavo. ¿Cómo podría existir semejante dimensión de reptil en el desierto? Puede que, en el océano, pero no en la tierra.
La forma en que ella lo decía, cargada de completa seguridad, le hacía pensar. Otra vez tendría que recurrir a su padre para preguntar. Tenía que ir a él ya que no daba señales de vida.
- Sí . . . eso dejó caer una especie de baba transparente sobre mí - Se quedó pensativa - Fue en ese accidente que todo se volvió amarillo por breves momentos. Al regresar volví a experimentar esa visión. Puede que el dolor de cabeza y las fiebres estén relacionadas -.
- ¿Supones que todo empezó después de eso?- Ella sintió - ¿No estuviste en algún otro lugar peligroso antes o después? - Tenía que buscar todas las posibilidades para ir descartando.
- No, no he ido a ningún otro lado, más que a mi cuarto y a la facultad - Bostezo.
- Con eso basta por el momento. Duerme para que te recuperes. Yo estaré aquí para ti, en cualquier cosa que necesites - Ella volvió a abrir los ojos como platos.
Sería mejor huir lo antes posible. No podía, tenía que conocerla. Ella le gustaba mucho para dejarla ir, así cómo así.
- Para lo que necesite- Repitió sus palabras como si le alegrará.
Sus ojos le miraron, hasta que sus párpados fueron cayendo lentamente.
- No te vayas - Sus ojos estaban cerrados. ¿Lo había dicho en sueños? O era a él.
Regreso al sofá, también necesitaban sueño reparador. El tiempo consciente de ella había sido muy breve, que olvidó llamar al médico. Ya lo haría cuánto despertara de nuevo.
Ella no despertó tan rápido como había imaginado que lo haría. Tardo casi dos días para hacerlo. Lo único bueno de esto es que no hubo más fiebres altas ni bajas, ni dolores de cabeza.
Se miraba como si durmiera después de un largo día.
Al ver la despertar, se acordó de llamar al doctor. Aquel la revisó por completo y volvió a preguntarle a qué lugares había ido. No dijo mucho, solo menciono el paseo por el desierto, sin especificar nada.
La dejo en manos de él, nuevamente.
- ¿Tienes hambre de algo más rico? - Le pregunto después de mirar aquella comida que le habían traído.
Ella sintió.
Ya que se seguro que la puerta estaba cerrada y de que nadie me iba a interrumpirlos por el momento, sacó la comida que había comprado.
Y la compartió con ella.
- Mmm. . . necesitaba esto. Está delicioso. Gracias - Dijo entre bocados.
- Yo también lo necesitaría después de tantas papillas y sueros -.
- Pero como mi rescatador, no dejarás convertirme en un animal bebedor de papillas -.
- No - Dijo seriamente, para evitar atragantarse.
La comida fue tranquila. Puede que el alta estuviera cerca también.
La tarde comenzó entrar y la calma se rompió para dar pasó a un caos aún mayor.
- ¿Qué pasa? - Le preguntó al verla volverse pálida
después de que ella dejó de hablar abruptamente.
Una punzada de dolor le hizo llevarse las manos al estómago, que se extendió como una telaraña por su cuerpo, un sudor frío resbaló por su frente.
El dolor parecía instintivamente peor al de antes. Si pudiera desmayarse lo haría.
Su grito de agonía lo dejo helado.
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