Un joven hombre.
Un día más en esta facultad, de vuelta a dar una materia con la cual su padre le pedía ayuda. Sus investigaciones siempre lo mantenían demasiado ocupado, aún así, daba varias materias en algunos semestres.
Él era su apoyo como buen hijo que era y por qué quería a su padre.
Revisó su carpeta. Sí, era una clase de patología que tenía su salón en el segundo piso.
Alzo la vista y suspiro.
A veces no le agradaba dar las clases porque las chicas escogían los asientos de enfrente, tan solo para poder verlo mejor.
La persona que bajaban por las escaleras atrajo su atención, era ella.
Por fin volvía a topársela después de tanto tiempo, era su oportunidad para obtener su contacto.
La vio caminar por las escaleras con una expresión de suma concentración o dolor, no parecía estar bien porque instantes después perdió el equilibrio.
Iba a caer y lastimarse, así que corrió en su ayuda.
Era aquella fémina que había estado buscando, aquella con quién se había topado en dos ocasiones; una cuando se la encontró cerca del cubículo de su padre, y ella le sonrío.
La impresión que le dejó ese primer encuentro no lo pudo abandonar por días, tenía que conocerla a como dé lugar y saber si tenía novio, para poder cortejarla antes de que alguien más se fijara en ella.
Ya se había resignado a no encontrarla después de varias semanas de no verla hasta que se topo con ella nuevamente, o más bien lo golpeó por la prisa que llevaba.
La joven se disculpó y desapareció, él no pudo seguirla siquiera decirle una palabra. Se quedó con un recuerdo más; su dulce voz.
Era una chica muy escurridiza. Eso no sería excusa, ahora con más ganas la buscaría.
Este tercer encuentro era su oportunidad hasta que la vio caer, fue que olvidó todo.
Tenía que llevarla algún hospital. Su cuerpo estaba demasiado caliente como si fuese una estufa, eso no era bueno, le haría tener alguna descompensación o complicación interna o afectar su mente.
Se apresuró hacia su jeep. Ella suda demasiado, estaba deshidratandose. No podía dejarla morir sin antes haberla tratado, sería una mala jugada de la vida.
Manejo lo más rápido que pudo, preocupado de llegar demasiado tarde.
Su temperatura subía y baja por momentos.
Qué cosa más extraña. Tocó su frente una vez más y lo quitó de inmediato.
- Disculpa, ¿Me oyes? - Ella se revolvió en el asiento en que iba - No te preocupes, ya vamos al hospital, vas a estar bien.
Durante el trayecto la vio hablar, pensando que había recuperado parte de la conciencia. No era así.
- No, déjalo, no lo comas - Decía entre sollozos a alguien.
¿Cómo podría llorar por una comida? Negó con la cabeza, mientras rodaba los ojos. Ella comenzaba tener alucinaciones algo extravagantes, no había otra forma de decirlas.
Ni bien llegó al hospital, salió de su coche y puede abrir la del copiloto, la tomo en brazos a pesar del calor que desprendía y la llevo dentro.
- Disculpa Pame - Dijo a una enfermera detrás de un mostrador - Necesito que atiendan a esta chica. Sus síntomas están fuera de los parámetros normales, podría empeorar si no es atendida de inmediato -.
- Voy, deja buscar algún médico - Busco en su computadora y dio con alguien - Llévala por el tercer pasillo, hasta terminar, hay una camilla para ella, ya te mando al que le atenderá -.
- Gracias Pame, te debo una - Le guiño un ojo y ella sonrío.
Llevó a la chica hasta donde le indicaron, empujó la puerta y fue a depositarla en una de las camillas más cercanas.
El calor de su cuerpo había vuelto a bajar.
No pudo alejarse porque ella extendió la mano y capturó su ropa.
- No te alejes, no dejes que el dolor se extienda - Sus ojos estaban cerrados.
¿Sería otra alucinación? Trato de desasirse de su agarre, pero se volvió más fuerte.
Se dio por vencido. En algún momento debería olvidarlo y soltarlo.
Un médico entró minutos después y le hizo un chequeo general. El resultado lo confundió.
- Vamos a ponerle una bomba de medicamentos para estabilizarla. No es nada bueno el estado en que se encuentra - Miro ese agarre - ¿Es algún pariente tuyo? -.
- N. . . sí . . . es una conocida - Tenía que estar cerca y después avisar algún pariente cuánto hay a despertara - Una amiga cercana, su familia esta lejos, soy el único que puede ayudarle en estos momentos -.
- Bien, ¿Quieres que te pase una silla? - No parecía estar muy convencido, pero era necesario que la chica tuviera alguien cerca.
- Se lo agradecería - Sus pies ya se estaban cansando, hasta pensó en tumbarse sobre el suelo como cachorro al pie de su dueña.
Se retiró y una enfermera entró a aplicar todos los señalados.
- Si pasa algo, aprieta ese botón - Dijo ella y desapareció.
Se relajo un rato en esa silla, en espera de que surtiera efecto la medicina.
Se dedicó observarla; tenía un largo cabello café, una cara redonda, unas cejas bien delineadas y algo pálidas como si el tono le molestara, además de unas abundantes pestañas.
Le gustaba esa piel clara y de tono uniforme sin mancha aparente, salvo algunos lunares.
El dorso de la mano que lo mantenía agarrado tenía un lunar pequeño, había otro en su frente como si fuese una mujer hindú que ya estuviera casada.
Río para así. En ese caso su mujer, si no tenía novio.
Ese pequeño inconveniente lo molesto.
Siguió recorriendo cada detalle de ella. ¿Dónde más tendría lunares? Su cuerpo era delgado, pero a pesar de eso parecía un reloj de arena muy lindo y delicado.
Paso una hora, más o menos y ella volvió a revolverse. Se agarró la cabeza con las dos manos dejándolo al fin libre y comenzó a gritar.
Le rozo parte del brazo descubierto, ella volvía a tener una temperatura alta.
El pánico se apoderó de él, ¿porque el medicamento no estaba funcionando?
Presiono aquel botón, el médico y un par de enfermeras aparecieron.
- Puedes quedarte dentro si te mantienes tranquilo - Dijo el doctor revisando a la paciente - Tu padre ha dicho que quieres hacer tú residencia aquí, ya que no es tu familiar solo tú conocida, puedo hacer es excepción -.
- Si - Se quedó a un costado dejando el suficiente espacio para que ellos pudieran hacer su trabajo, mientras observaba todo el movimiento.
- ¿Qué podemos hacer doctor, no está funcionando? - Hablo una enfermera pasado media hora.
- Intentemos con otras dosis una vez más - Aquel médico comenzaba a preocuparse porque con cada inyección las cosas empeoraban - Si no funciona, vamos a dejarlo con el antiguo método -.
- ¿Cuál es ese doctor? - Se escuchó decir a una de las enfermeras.
- Las compresas de agua fría y caliente, junto con los baños de agua - Su voz reflejaba resignación.
Él al fin volvió hablar, recordándole su presencia.
- ¿Está seguro, no hay otra cosa más que se pueda hacer? - Se pasó la mano por el pelo.
- Nunca había visto un caso así, y si tú no sabes decir cómo llego a ese estado, solo podemos esperar aquella despierte para poder saber -.
Otra media hora más y el doctor se convenció de aplicar el otro método. Mandó a sus enfermeras a preparar un cuarto especial para la paciente, las compresas y el agua necesaria.
Fue trasladada nuevamente.
- Muchacho, te ocuparas del trabajo, si necesitas ayuda - Señaló a las enfermeras - Llama a una de ellas. De todas maneras, voy a estar monitoreandola. Iré a conferenciar con algunos colegas con los datos recopilados a ver qué se puede ayudar-.
- Puede preguntar a mi padre, aún no le he contado nada - Dijo recordando.
- Cierto, casi lo olvidamos, gracias joven, cuida de ella, volveré cuanto tenga algo - Se retiró.
Después de algunas decenas de compresas, la enfermera de turno se fue y él tuvo que hacerse cargo.
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