La semana de clase inicio tranquilamente, sin embargo, esta vez, no tenía a sus amigos con quienes solía juntarse cada tarde para platicar. Aunque eran de distintas especialidades, extrañamente tenían cosas en común que los hacían unidos.
No era más que un recuerdo ahora, dos se habían marchado y los otros tres pensaban lo peor de ella.
Al principio se juntó con sus compañeros del salón. Hasta que ocurrió un extraño accidente a la hora de comer que llevó a una compañera al hospital.
Y comenzaron las murmuraciones alrededor de ella.
- Te enteraste que su amigo murió en ese viaje - Dijo un chismoso.
- Eso escuché, yo me enteré que otro de sus amigos desapareció después de que volvieron -.
- Dicen algunos conocidos de sus amigos que ella fue la culpable de esa muerte -.
- ¿Cómo? - Se sorprendió uno tapándose la boca.
- Dicen que trae mala vibra -.
- Jaja, no sea supersticioso, idiota, eso no existe -.
- Entonces, ¿por qué una de las chicas que comió con ella fue a dar al hospital? -.
- Puede que algo le haya caído mal -.
- No fue un simple malestar, dicen que está grave, que aún no saben que tiene -.
Los chismes eran tan disparatados que ya no sabía cuál era real. No le molestaba que hablaran a sus espaldas, pues siempre hay gente que vive de los chismes. Pero como sabían ellos de algunas cosas que solo sus examigos habían.
No solo en la escuela pasaba malos tragos sino también en donde rentaba.
Desde que había vuelto a la ciudad comenzó a tener pesadillas, al principio fueron leves, pero con el paso de los días se fueron volviendo terroríficas. Se despertaba sobresaltada y llena de sudor. Ni siquiera recordaba el contenido de los sueños.
Eso la frustraba.
- Hola, hola - Alguien tocó su puerta en medio de la noche.
- ¿Diga? - Hablo desde su cama.
- ¿Estás bien? Te escuchamos gritar - Dijo uno de sus jóvenes vecinos.
- He. . . ah. . . sí, sí, solo una pesadilla - Hablo en voz alta.
- No nos dejabas dormir - Se escuchó una voz molesta.
- Si estás bien, nos vamos - Los pasos se alejaron.
- Tal vez sea un hombre que está con ella que la hace gritar - Se burló uno.
- A de ser muy bueno, porque como grita - Río otro.
- Dejen de meterse con ella - Les regañó otra voz.
En una de esas ocasiones en que llegaron a tocar, se levantó de su cama. Ya estaba enojada escucharlos reír afuera, y burlarse de su desgracia. Abrió la puerta vestida con su larga playera con gorra de orejas de conejo y sus pantalones holgados y se enfrentó ese grupo de jóvenes en pijama.
Su aspecto era enternecedor, más no su oscura mirada que emergió de ese cuarto en penumbra.
- Disculpen que los moleste, pero acabo de vivir una situación demasiado complicada, deben comprenderme, yo lo haría si fuera ustedes - Su mirada era tan escalofriante que los de adelante retrocedieron pisando a los de atrás.
- Sí, está bien - La voz tembló.
- Ya no te molestarémos - Dijo otro en un susurro.
- Ve con un doctor, será bueno para ti - Sí que fue valiente.
- Gracias, lo haré - Y cerro de un portazo.
Se recargo en la puerta esperando a que se marcharan para volver a su, cómoda y calientita, cama.
- Eso me dio miedo - Oyó una voz.
- Tenía una mirada terrorífica - Camino abrazándose a sí mismo.
- Parecía la de un animal a punto de saltarnos - Su rostro lucía asustado.
- No digas estupideces, solo se cansó de nosotros porque cada noche vamos a tocar y las pendejadas de ustedes, debió haberlas escuchado - Hizo una mueca.
- Es es su culpa, sus pesadillas se escuchan por varios cuartos -.
- Sí, ya me da miedo dormir por sus gritos aterradores -.
- ¿Por qué diablos se estaban burlando de ella, entonces?
- Era para quitarle un poco lo escalofriante -.
De qué mirada aterradora estaban hablando, sus ojos eran oscuros como el de otras tantas personas, oscuras como las de una noche sin estrellas.
Camino a su cama sin prestarle atención a eso que creyó ser una tontería, y volvió a taparse con sus cobijas, esperando no volver a tener pesadillas o volvería a tener ojeras al día siguiente o más tarde, no sabía qué horas era.
No fueron solo ellos los que retrocedieron espantados por esa mirada, pues conforme pasaban los días más y más compañeros comenzaron a evitarla.
- Diablos - Salto un chico de su clase que se había topado con ella en un pasillo.
- ¿Qué pasa? - Se preocupó.
- Tus ojos - Trago saliva.
- ¿Qué tiene? - Los palpo para saber si había algo en ellos.
- ¿No te has mirado en un espejo? - Pregunto dudoso.
- Si, esta mañana, ¿por qué? - ¿Qué con mis ojos?
- Te sugiero que vuelvas a mirarte - Y salió huyendo rumbo a a su grupo de amigos.
En el camino todo comenzó a tener un tono amarillento. Se preocupó, tal vez fueran los principios de alguna variante de daltonismo, pero en color amarillo. Genial, una nueva enfermedad por descubrir, y ella sería el primer caso.
Unos pasos más había una ventana. Corrió a ella para intentar mirarse a los ojos.
Tuvo un fuerte sobresalto cuando unos ojos con pupilas amarillas y finos iris en horizontal de color negro le devolvieron la mirada.
Esta vez corrió a los lavabos para volver a mirar. Y llegó sin aliento frente a un enorme espejo.
Parpadeo uno, dos y tres veces. Sus ojos seguían tan oscuros como siempre, su cabello teñido seguía igual que la última vez que lo pinto. No había nada fuera de lo normal.
¿Qué había visto entonces? Se lavo la cara y miró de cerca su rostro. Por más que estuvo pegada al espejo no encontró nada.
- Ah - Grito de la frustración.
¿Sería mejor usar unas gafas oscuras para no asustar a los demás? Los profesores no permitirían eso, ¿que podría hacer para ocultar tal mirada que ya no veía?
Un ligero dolor de cabeza la golpeó en ese instante. Un dolor que volvió una y otra vez, ganando intensidad como sus pesadillas, las cuales se calmaron. Podría parecer mucho mejor pero no fue el caso.
Al dolor de cabeza se le unió una fiebre, que comenzó ligero como todo lo que le pasaba últimamente y avanzó en intensidad con el paso de los días.
Las pastillas para calmar los síntomas no surtieron ningún efecto, menos los remedios caseros que se sabía.
No quería quedarse en su cuarto si sus síntomas iban y venían. No quería parecer que se saltaba las clases.
Debería ir con un doctor, pero que le diría. ¿Cómo explicaría tanta fluctuación de tiempo en la fiebre? ¿quién creería que había ocasiones en que todos se miraba amarillo?
Bajo por las escaleras, la última clase ya había terminado, mientras la fiebre volvía hacerse presente por unos minutos, más intensa que la última vez.
El dolor de cabeza se le unió con un martilleo. Sentía su cuerpo arder como el fuego, era tan sofocante.
Necesitaba ir hacia un lugar fresco antes de que terminara carbonizada. Quería huir de su cuerpo, se estaba ahogando.
Su alrededor se esfumó.
Sus pasos se volvieron vacilantes de un momento a otro. No pudo agarrar la barandilla y cayó en picado hacia lo que sería una caída fatal.
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