CAPITULO 3

SOFÍA.

—¿Qué hace usted aquí? —pregunto, viendo cómo su mandíbula se tensa hasta el límite, como si fuera a partirse en mil pedazos en cualquier momento.

Hoy no es precisamente mi día de suerte. Una marea de pensamientos me abruma. ¿Por qué tengo que encontrarme con él en este lugar? ¿Es un castigo divino? ¿Dios, estás enojado conmigo? ¿Acaso el patán será mi nuevo jefe? El mundo parece un juego cruel, y soy la única jugadora que no conoce las reglas.

Frunzo el ceño, observándolo fijamente. Su presencia me produce un nudo en el estómago, y cada segundo que pasa, la frustración crece. Verlo no me produce ni una pizca de alegría; en realidad, es todo lo contrario. Siento que la ira me burbujea por dentro, lista para estallar.

—Yo... es que... —tropiezo con mis palabras, buscando una salida, algo que suene coherente— ¡usted fue el hombre que se me atravesó en la carretera!

Afilo mi mirada, buscando igualar la suya, que parece querer enterrarme viva. Me acerco un poco más, y a esta distancia, puedo detallar el color avellana de sus ojos y las enormes pestañas que los enmarcan. Su cabello negro está perfectamente acomodado, su nariz respingada y su rostro afilado como un cuchillo. Me saca unos cuantos centímetros, y el pecho ancho que posee no deja de subir y bajar, indicando su enojo evidente. Imagino que el mío también se refleja en mi expresión.

—¡Vienes en este momento conmigo! —me dice, agarrándome del brazo con una fuerza desmedida y prácticamente arrastrándome por todo el lugar— ¡Te quiero fuera de aquí, ahora! Y no me hagas tener que repetirlo.

Siento cómo el fuego de la ira me consume y logro zafarme de su agarre, mirándolo con desdén.

—Veo que es usted más patán de lo que imaginé —le digo, sintiendo cómo la rabia recorre mi cuerpo como un río desbordado—. No tiene derecho a sacarme de aquí sin antes haber presentado mi prueba.

—¿Qué? —suelta una carcajada, peinándose el cabello hacia atrás como si se sintiera en la cima del mundo—. ¡Soy el dueño! En serio, ¿crees que no tengo el derecho de hacerlo?

Una sacudida recorre mi cuerpo. Entonces él es Allan Darby. Cuando me dijeron que este hombre era una pesadilla, se quedaron cortos. No puedo creer que esta sea mi suerte.Toma mi brazo y me saca a rastras del salón. El que sea el dueño no le da derecho a tratarme de esa manera. Me armo de valor y grito:

—¿Qué carajos le pasa conmigo?! Primero se atraviesa con su motocicleta, estuve a punto de llevarmelo por delante, y ahora me saca del lugar como si fuera un animal.

—¿Qué me pasa?! —me escanea de arriba abajo, sonriendo de lado, como si encontrara algún tipo de diversión en mi rabia—. Para empezar, ese vestido es horrendo. Demonios, ¡detesto ese color navideño! Dejando a un lado eso, no creo que mi empresa necesite una mujer tan mal hablada y antipática.

Mis mejillas arden de indignación. ¿Cómo se atreve a hablarme así? Estoy a punto de responderle cuando la voz de una mujer me interrumpe.

—Deja que eso lo decida yo, Allan —es la señora de la oficina, quien irrumpe en nuestra conversación con una autoridad que no se puede ignorar.

—Madre —él me da un último vistazo. Si las miradas mataran... Santa cachucha, ¡estaría bien muerta!

—¿Me puedes explicar qué está sucediendo aquí, hijo? —la señora parece enfadada, su mirada incisiva me atraviesa—. Vengan los dos conmigo en este momento.

Sin protestar, sigo a la mujer mientras ella avanza, su figura resuelta y digna se impone en el ambiente. Allan me lanza una mirada fulminante, pero, para mi sorpresa, él también obedece sin chistar.

Caminamos hacia adentro de nuevo, y en el lugar se hace un silencio propio de un funeral. El respeto que evoca esta mujer es palpable. Me doy cuenta de que estoy a punto de perderlo todo. En este momento, estoy segura de que volveré a casa sin nada, sin empleo, y con el sueño de independencia hecho añicos. Mi estómago se revuelca ante la perspectiva de seguir buscando trabajo, un camino que ya he recorrido durante el último mes.

Cuando finalmente llegamos a la esquina más apartada de los espectadores, la señora me observa fijamente.

—Sofía, ese es tu nombre, ¿cierto?

—Así es, señora —levanto la cabeza, mirando directo a sus ojos. No tengo por qué sentir vergüenza o culpabilidad; yo no he hecho nada malo.

—Allan, ¿podrías explicarme cuál es el problema con la señorita Sofía aquí presente? —enarca una ceja y lo observa. Él permanece a mi espalda; no puedo verlo, pero imagino que debe tener cara de ogro—. Tu actitud de hace un rato fue muy poco profesional, y lo sabes.

—Madre, esta mujer fue la que casi me atropella en la carretera —gruñe, como si eso justificara su comportamiento—. Hubiera deseado no habermela encontrado más. Pero, para mi desgracia, aquí está.

—¿Y tú qué tienes que decir al respecto? —vuelve a poner sus ojos en mí, escaneándome con intensidad. Siento que examina hasta el fondo de mi ser.

—La verdad me resulta injusto que por un pequeño malentendido en la carretera me vea perjudicada en esta oportunidad de trabajo —suspiro, tratando de mantener la calma—. Y más teniendo en cuenta que él se me atravesó, y si no hubiera maniobrado como lo hice, seguro estaría en el hospital.

—¿Entonces debo darte las gracias? —escucho su voz cargada de veneno, y la rabia se agita dentro de mí.

—¡Allan, por favor! ¡Comportate! —la señora niega con la cabeza, exasperada. Hace silencio durante unos segundos antes de continuar—. Este trabajo es bajo presión, lo sabes, ¿verdad?

—Sí, señora.

—Yo misma voy a supervisarte —camina de nuevo hacia las otras chicas. Nosotros la seguimos de cerca—. Quiero que maquilles a mi hijo Allan en menos de 10 minutos.

—¿Qué?! —preguntamos los dos a una sola voz, sorprendidos por la repentina exigencia.

—Me niego rotundamente, madre —él se cruza de brazos. Solo lo veo de perfil, pero estoy casi segura de que está frunciendo el ceño.

—No actúes como si no te hubieran maquillado antes —arquea una ceja, desafiándolo.

—Claro que lo han hecho. Pero de ninguna manera permitiré que esta mujer —me señala con el dedo pulgar— ponga sus manos sobre mí.

—Esto es una lección para ti. Así que —saca una silla y lo invita a sentarse. Él lo hace de mala gana, cruzando los brazos sobre su pecho—. Eso te enseñará a ser más paciente y educado —me hace una señal con la cabeza para que empiece mi trabajo.

He maquillado a hombres en otras ocasiones, pero en este momento, todo mi cuerpo me traiciona y tiembla sin cesar. Tengo diez minutos para presentar mi prueba. A medida que me acerco a su rostro, siento el sudor enfriarse en mi frente. Él me observa fijamente, y mi corazón late con fuerza.

—No pareces muy profesional —murmura, y puedo sentir su sarcasmo cortante—. Debería bajarte algunos puntos, te están temblando las manos.

—Dejarían de temblarme si dejaras de verme con cara de asesino serial. Cierra los ojos, por favor —murmuro, tratando de mantener la calma. Por primera vez, escucho una leve risa de su parte que me relaja un poco.

—¿Siempre eres tan bocona, gordita? —pregunta después de un rato de silencio, permaneciendo con los ojos cerrados.

—¿Y tú? ¿Siempre eres tan mala leche? —devuelvo la pregunta, provocándolo. Su ceño fruncido se profundiza, y abre los ojos como platos—. Relaja tus facciones; no podré maquillarte bien.

—No me eches la culpa si el trabajo queda mal hecho —vuelve a cerrar los ojos—. Por cierto, quedan menos de 3 minutos. Para mi suerte, saldrás de aquí por tus propios pies y no tendré que volver a verte.

—¡Ya terminé! —digo con una sonrisa amplia cuando él me observa incrédulo, como si no pudiera creer lo que acaba de suceder.

Se levanta rápidamente y se mira en el espejo que hay frente a nosotros. La tensión en el aire es palpable.

—¡Wow! —escucho la voz de la señora a mi espalda—. Es un trabajo impecable. Se acerca para observar detalladamente el rostro de su hijo—. Y se ve...muy natural.

—La verdad, su piel es muy tersa. Maquillarlo resultó muy placentero —expreso sin pensar. Luego me doy cuenta de lo que acabo de decir cuando ellos me miran raro. Mierda, ¡debería un día de estos cortarme la lengua!

—Pues... —él me observa con la perversión dibujada en sus ojos—. No te ilusiones, gordita. No eres mi tipo.

Se marcha dejándome hecha un manojo de nervios. ¿Acaso cree que yo pienso lo contrario? Jamás pondría mis ojos en un troglodita como él. La mezcla de indignación y alivio me invade, y me cuesta respirar por un instante.

—Bienvenida a la productora Darby —me dice la mujer, extendiendo su mano y con una gran sonrisa en el rostro.

—Gracias —correspondo a su gesto, sin poder creer lo que acabo de escuchar. La adrenalina todavía corre por mis venas, pero en este momento, la emoción me inunda.

No me voy desempleada a casa. Parece que la suerte al fin comienza a mostrarme su cara amable. A pesar del encuentro tormentoso con Allan, siento que he logrado algo. Mis manos, ahora temblorosas por la tensión y el nerviosismo, se relajan lentamente.

El día que comenzó como un desastre parece transformarse en una oportunidad. Mi corazón late con esperanza. La vida puede ser caótica y desafiante, pero estoy lista para enfrentar cualquier cosa que se me presente. Con un nuevo empleo a la vista, puedo dar un paso hacia adelante y dejar atrás la sombra de lo que una vez fue mi vida.

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Comments

Edith Meraz

Edith Meraz

/Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm/ME ENCANTA ESTA NOVELA Y LA PROTAGONISTA SOFIA PORQUE NO SE DEJA.

2024-10-13

2

Era

Era

🤣🤣🤣🤣🤣

2024-10-24

1

Dolores Flores

Dolores Flores

me gusta la novela por la chica curvi que traerá al chico arrastrando la cobija por ella

2023-08-06

4

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