CAPITULO 1

SOFÍA.

AL DIA SIGUIENTE

Termino de poner maquillaje sobre mi rostro, asegurándome de que cada trazo y cada color se vean perfectos. Me tomo un momento extra para retocar los labios con un tono que resalte, pues sé que la primera impresión es crucial. Se supone que la mejor presentación de una persona es su propio trabajo, así que me encargaré de que el mío dé una buena impresión. Me miro en el espejo y sonrío, sintiendo una chispa de confianza.

Al finalizar, me visto con rapidez. Aunque el vestido que llevo puesto no me convence mucho, no tengo tiempo de protestar. El verde no es mi color favorito, pero no hay más opciones en mi armario. Este vestido es un poco más ancho de lo que esperaba, pero lo ajusto un poco en la cintura, tratando de darle forma. Mientras me miro en el espejo, pienso que, a pesar de todo, debo hacer que funcione.

Bajo a la velocidad de la luz en dirección a la cocina. La sensación de hambre me invade y tengo escasamente dos minutos para comer algo rápido. Me doy cuenta de que arreglarme me llevó más tiempo del que esperaba, y eso me provoca una punzada de ansiedad.

—¡Hermana! —escucho a Jordan tratando de ahogar la risa—. Te ves...

Finalmente, decide no luchar más y deja salir la carcajada con confianza.

—¿Qué tengo? ¿Se me corrió el maquillaje? ¿Qué? —pregunto, sintiendo una mezcla de nervios y molestia. Al no recibir respuesta de su parte, giro la cabeza para ver a mi madre, quien también está observándome con una expresión divertida.

—Pareces un árbol de Navidad —me dice, negando con la cabeza.

—¡Ay, mamá! —grita Loren, con un pedazo de tostada en la boca—. Te ves linda. Bueno, aunque ese vestido es un poco ancho para ti.

—Lo sé. ¡Maldición! No tuve tiempo de comprar nada ayer —refunfuño, sintiéndome frustrada.

—Bueno, no importa. Te deseo suerte, hermana —Loren sonríe y yo también. Ella es la única que se porta amable conmigo en esta casa, lo que siempre me hace sentir un poco mejor.

—De verdad que la necesitarás —bufa mi madre—. ¿Ya viste la hora?

Miro el reloj y mis ojos se abren como platos. ¡Mierda! ¡Mierda! Ni siquiera me preocupé por comer nada. ¡Es tardísimo!

Tomo la carpeta con mi hoja de vida y corro al garaje para sacar mi escarabajo. Abro el portón y salgo disparada como alma que lleva el diablo. No puedo darme el lujo de llegar tarde; tengo el tiempo medido.

Voy conduciendo, siguiendo la vía, pero cuando estoy a punto de pasar una intersección, un tipejo en una moto se me atraviesa. Si no fuera por la maniobra experta que acabo de hacer, de seguro me lo llevo por delante.

—¿Acaso piensas matarme? —grita, quitándose el casco. Me observa con rabia mientras baja de la moto.

Se para frente a mi auto. De seguro quiere problemas. Algo más que añadirle a mi lista de sucesos desafortunados. ¿Acaso me levanté con el pie izquierdo hoy?

Bajo de mi coche y lo veo frunciendo el ceño a más no poder. Golpea el capó de mi auto. Es un completo loco... lo que tiene de guapo lo tiene de desquiciado.

—Oye, ¿qué te pasa? ¡No vuelvas a tocar mi coche, imbécil! —respondo con rabia—. ¿Qué te has creído, patán? ¿Acaso es culpa mía que te metieras en el camino?

—Mira, gordita... aprende a conducir o vende ese puto coche por chatarra. ¡Joder! —le da un último golpe al capó y sube a la moto, dedicándome una mirada asesina antes de ponerse el casco.

—¡QUE TE DEN! ¡PUTO LOCO DE MIERDA! —le grito, subiendo la voz al darme cuenta que se aleja en su moto. Estoy segura de que me escuchó porque acaba de hacerme una mueca obscena con el dedo medio—. ¡Y ustedes dejen de hacer bulla con el claxon! ¡Maldición!

El trancón que se ha formado detrás de mí es caótico.

—¡MUÉVETE, GORDA! —grita uno de ellos.

Subo de nuevo al coche y arranco a toda velocidad. La sangre me hierve por mi encuentro de hace unos momentos. Suerte que no soy fácil de impresionar porque, en realidad, era un hombre atractivo, pero tremendo loco y un completo patán. ¿Cómo se atrevió a golpear mi coche? Definitivamente soy como un imán para los problemas.

Finalmente, llego a la productora Audiovisual Darby. Es un edificio de cinco pisos bastante elegante, con grandes ventanales que dejan entrar la luz del sol. Por suerte para mí, encuentro una bahía donde puedo parquearme. Salgo de mi coche con la carpeta en mano. La rabia de hace unos momentos ha sido reemplazada por nervios. No es que sea mi primera entrevista, pero si se trata de una empresa importante, con un trabajo y sueldo más que satisfactorio.

Entro a la planta baja y me acerco a la recepción. El ambiente es moderno, decorado con colores neutros y algunas plantas que añaden vida al lugar.

—¿En qué puedo servirle? —pregunta la encargada, mirando su ordenador con desgano.

—Tengo entrevista a las 8 para el puesto de maquilladora profesional —le digo, y ella se limita a observarme de arriba abajo, como si pudiera leer mis pensamientos. Hay gente que no sabe disimular sus prejuicios.

—Puede seguir. Son las 8:05, pero supongo que eso tendrá que explicarle usted a su entrevistador —carraspea un poco mientras observa algo en la pantalla de su ordenador—. Piso 3, oficina 305.

Agradezco con una sonrisa nerviosa y camino lo más rápido que puedo. Si no fuera por ese patán de seguro hubiera llegado con tiempo de sobra.

Tomo el ascensor y llego al piso que me fue indicado. Al pararme frente a la oficina 305, rezo una plegaria para que todo salga bien y golpeo la puerta.

—Adelante —escucho la voz de una mujer del otro lado. Entro con un gran nudo en el estómago y el cuerpo tembloroso.

—¿Nombre? —dice la mujer en tono serio, sin apartar la vista de su escritorio.

—Sofía Rymer.

—Llegas siete minutos tarde. ¿Qué impresión crees que me lleve de ti en este momento? —acomoda sus lentes y me observa arqueando una ceja. Es una mujer con cabellera negra, ojos café claro y una nariz respingada. Aparenta unos cuarenta y tantos años. De hecho, es sumamente atractiva y bien conservada, quizás hasta tenga más edad.

—Pensará que soy una mujer impuntual y de poco compromiso —respondo, sin bajar la mirada. La tensión en el aire es palpable. Estoy a punto de girar la cabeza para ver la salida, pero me contengo-Pero no soy esa clase de persona, de hecho tuve un problema en la carretera con un motociclista patán que se me atravesó.

—¿Motociclista patán? —pregunta, abriendo los ojos como platos para después sonreír. Su tono cambia de severo a un matiz de complicidad que no esperaba.

—Sí, de hecho discutimos un poco —sonrío también, sintiendo cómo la ansiedad se transforma en una ligera conexión- lamento haber llegado tarde de verdad. No me gustaría perder esta maravillosa oportunidad.

—Bueno, si es lo que deseas, te sugiero que vayas al cuarto piso. En el estudio están haciendo unas pruebas de maquillaje —vuelve a concentrar su vista en las otras carpetas—. Déjame tu documentación aquí. Necesito comprobar las referencias.

—Sí, señora —me apresuro a dejar la carpeta—. Con permiso.

Ella se limita a asentir y yo salgo de su oficina. Vuelvo a correr al ascensor. Al ver que demora demasiado, opto por las escaleras.

—¡Putas escaleras del demonio! —jadeo mientras continúo el camino, sintiendo cómo el sudor me recorre la espalda. Mi cabeza da vueltas, pero no puedo detenerme.

Finalmente, llego al estudio. Un montón de reflectores inundan mi visión, seguidos de ocho mujeres en pleno trabajo de maquillar a lo que parecen ser modelos. El ruido de las secadoras y las charlas llenan el aire, y joder, me molesta mucho llegar tarde.

Veo a un hombre cerca de las maquilladoras que me llama con la mano. Me acerco hasta él.

—Sofía, ¿cierto? —pregunta, y yo me limito a asentir con la cabeza—. Necesito que maquilles a Natalie, la modelo de aquella silla. Espero que hagas un gran esfuerzo porque el jefe Allan está que se lo llevan los diablos y sabe que hay una aspirante atrasada.

—Lo haré. Gracias —respondo, casi sin aliento, mientras me apresuro hacia mi lugar de trabajo. Me vuelvo a la chica que está en la silla, un poco nerviosa, y le dedico una pequeña sonrisa para romper el hielo. Estoy decidida a hacer un excelente trabajo, a pesar de que las demás ya están bastante adelantadas.

Las otras maquilladoras parecen estar en sintonía, cada una inmersa en su tarea, con pinceles y sombras en mano. La presión comienza a acumularse en mi pecho. Debo alcanzarlas, pero la competencia es feroz.

"Bueno, manitas, ayúdenme en esto, por favor," pienso con una mezcla de optimismo y ansiedad mientras me concentro en el rostro de Natalie. Su piel es perfecta y no puedo evitar sentir un leve escalofrío al darme cuenta de que es la modelo principal. Este es mi momento y no puedo dejar que se me escape.

—¿DÓNDE ESTÁ?! —escucho de repente la voz alterada de un hombre resonando en el estudio.

—Con Natalie —responde otro con voz temblorosa. Un escalofrío me recorre la espalda al darme cuenta que se refieren a mí.

Siento cómo mi corazón empieza a galopar como un loco, un martilleo ansioso que reverbera en mis oídos. La presión es intensa, y no puedo evitar mirar de reojo hacia la entrada, aunque sé que no debería. Un presentimiento me invade; algo me dice que la situación está a punto de complicarse aún más.

Entonces, escucho unos pasos firmes acercándose a mí por detrás. Me detengo en seco, la respiración se me corta. La voz que escucho a continuación me resulta familiar, una mezcla de autoridad y desdén.

—¿No le parece una falta de respeto presentarse a estas horas para una entrevista? —dice, y su tono provoca un escalofrío que me recorre. Mi cuerpo reacciona instintivamente, y giro la cabeza lentamente.

—Lo lamento, es que... —mi respuesta se queda atrapada en mi garganta cuando lo reconozco. ¡Es el loco de la moto! El mismo que casi me lleva por delante en la intersección, y ahora está aquí, en el mismo lugar donde estoy tratando de demostrar mi valía.

Su mirada es penetrante, como si pudiera leer todos mis pensamientos y temores. Estoy completamente paralizada, incapaz de articular una respuesta coherente.

—¿Qué hace usted aquí? —me pregunta, su quijada se aprieta con tanta fuerza que parece que se le partirá en algún momento. La intensidad de su mirada es inquietante, y siento una mezcla de rabia y frustración burbujear en mi interior.

Oh mierda! Este no es precisamente el tipo de encuentro que necesitaba en este momento.

Trago saliva, sintiéndome como si un villano me estuviera acechando. Este día ya ha sido lo suficientemente complicado y, para colmo, tengo que enfrentarme al tipo que me causó una oleada de adrenalina cuando llegué. Estoy segura de que hoy no es precisamente mi día de suerte.

LES PRESENTO A NUESTRO ALLAN DARBY

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Comments

Milena Gaitan

Milena Gaitan

Bendito Dios eso esta hecho por los dioses señor bendito con uno así bajo de kilos todos los q quiera/Hunger//Hunger//Hunger/

2025-01-29

0

Bichy ʚïɞ

Bichy ʚïɞ

...

2024-12-20

0

Era

Era

🤣🤣🤣🤣 no se porque presiento que se encontrarán de nuevo

2024-10-24

2

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