Nelly miraba a través del balcón con la mirada perdida, los ojos apagados, las facciones consumidas por la tristeza. Llevaba días encerrada en aquel lugar que no era suyo, vestida con ropa sencilla y el cabello suelto, sin ánimos siquiera para atárselo.
"Ya llevo varios días aquí..." pensó.
"No sé nada de mis padres. Ni del mundo allá afuera."
Cada vez que cerraba los ojos, los recuerdos regresaban con más fuerza. No eran difusos. Eran vívidos, crueles.
Rutina.
Despertar.
Ducharse.
Sentarse en la cama.
Mirar la puerta.
Anochecer.
No dormir.
Todo se repetía. Inmutable.
"Esto me está volviendo loca…"
Por momentos, su mente escapaba hacia el pasado. A un tiempo menos hostil, aunque solitario. Nelly empacando maletas. Alejándose de su madre con lágrimas contenidas. Viviendo sola por primera vez. Trabajando largas jornadas. Conociendo a Sonia y a Ana.
"Siempre hice lo correcto... hasta que me fui de casa. Viví sin reglas. Sin regaños. Sonia y Ana eran mi refugio. Nos hicimos inseparables."
Recuerda con claridad esa noche. La celebración improvisada por su cumpleaños. Risas. Música.
Y luego, el caos.
Una camioneta negra frenando en seco. Gritos. El sonido de puertas abriéndose. Ellas corriendo. Las luces. Manos violentas sujetándolas.
Oscuridad.
"Y lo siguiente… fue esa habitación."
Yulian avanzaba por los pasillos con paso firme. Su porte impecable y su expresión cerrada hacían que nadie se atreviera a interrumpirlo. Al llegar a una de las puertas custodiadas, se encontró con Víctor, uno de sus hombres de confianza.
—¿Qué hace Nelly? —preguntó sin preámbulos.
—Sin novedades, señor. No ha salido de la habitación.
Yulian asintió.
—Bien. Iré a verla.
Pero a mitad del camino, una figura conocida se le cruzó. Su padre, impecable como siempre, lo detuvo con una sonrisa burlona en el rostro.
—Yulian. Ven conmigo. Necesito hablar de unos negocios en el extranjero.
—Lo haré más tarde, padre. Tengo algo que hacer ahora. ¿Y mi madre? ¿No vino contigo? —preguntó Yulian, arqueando una ceja.
—No. Ella y Andrés se quedaron con Stefany en Puerto Rico. Vacaciones adelantadas.
El padre rió con suavidad, con ese tono cargado de ironía que solía irritarlo.
—¿Y qué es eso tan importante para dejarme tirado, ah?
Tú y Bryan son igualitos… no pueden ocultar nada, aunque tengan ese carácter infernal.
—No quiero sermones, viejo.
— Está bien. Búscame después, cuando termines lo que vayas a hacer.
El hombre se alejó. Yulian siguió su camino, más tenso de lo que quisiera admitir.
Nelly seguía en el balcón, inmóvil. Como una sombra quieta en medio de un día sin sol. No volteó cuando Yulian entró, aunque sintió su presencia de inmediato. Él la observó en silencio, como si buscara algo en ella que ni siquiera sabía poner en palabras.
Cuando intentó hablar, su teléfono sonó. Gruñó con fastidio y respondió.
Llamada
—¡Yulian! —dijo Esteban del otro lado—. Ven conmigo. Hoy hay carreras en la vía al mar.
—No puedo. Estoy ocupado. Tengo que hablar con papá sobre la mercancía.
—¡Vamos! Dijiste lo mismo la vez pasada. A él no le importa que lo dejes esperando.
—Está bien… —cedió—. Pero llevaré a alguien conmigo.
—¿A quién?
— Ya sabrás. Nos vemos.
Colgó.
Yulian se acercó al balcón. Nelly, como si sintiera que era inevitable, finalmente lo miró. Su rostro estaba cansado, los ojos hundidos, la voz apagada.
—¿A dónde vamos? —preguntó, sin emoción—.
¿Ya decidiste qué hacer conmigo?
Yulian la miró. Hubo un instante en que algo en ella le resultó imposible de soportar. No miedo. No dolor. Era otra cosa.
"Cada vez que la miro… siento que me vuelvo débil. Y siempre termino huyendo."
—Vamos, daremos un paseo —dijo al fin—. Quiero que vengas conmigo.
—No quiero —respondió Nelly, seca.
—No te estoy pidiendo permiso.
Te lo estoy ordenando.
—¿Y?
Yulian parpadeó. Algo en su tono lo descolocó.
—¿Y? —repitió ella, más fuerte.
Por primera vez, él no tuvo una respuesta inmediata. Solo dijo:
—…¿Qué te vas a poner?
—Hace dos días enviaste un montón de ropa —dijo ella, sin apartar la mirada—.
—¿Y?
—La mayoría no me gustó. Hice que se la llevaran.
Lo dijo con frialdad, sin miedo, sin suplicar.
Yulian la sostuvo con la mirada unos segundos. Luego asintió.
—Bien. Sígueme.
—¿A dónde?
—Vamos por ropa.
《●》
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