Nelly despertó de golpe. El sudor le corría por la frente, la respiración entrecortada. Tardó unos segundos en ubicarse. Miró al techo, confundida… ese no era su cuarto.
Las paredes eran lisas, grises. No había ventanas. La cama era metálica, dura, con sábanas frías. Una lámpara en la esquina iluminaba la habitación con una luz amarillenta y débil.
—Joder… —murmuró, pasándose una mano por el rostro—. Qué sueño tan perro tuve...
Se incorporó lentamente. Pero cuanto más miraba a su alrededor, más se convencía de una verdad demoledora.
—No… —susurró—. No era un sueño.
Justo entonces, la puerta se abrió con un leve chirrido.
Yulian apareció en el umbral. Su silueta imponía respeto: alto, vestido con ropa impecable, ojos fríos como el acero. La misma mirada de la noche anterior. El mismo rostro.
—Por fin despiertas… —dijo con calma.
Nelly no respondió. Lo observó en silencio, con rabia contenida en los ojos.
—Eres Nelly, ¿cierto? —continuó él, sin dejar de mirarla—. Me llamo Yulian.
El nombre reavivó el recuerdo como un latigazo.
Flash.
Sonia en sus brazos, bañada en sangre. Nelly llorando, gritando, mientras dos hombres arrastraban los cuerpos sin vida de sus amigas.
Yulian, de pie entre las sombras, ordenando todo con voz fría:
"Llévensela. Y desháganse de los cuerpos."
Volvió al presente.
Yulian se acercó a la cama. Su presencia ocupaba todo el espacio.
—Esta será tu habitación desde ahora.
—No me importa —escupió ella con rabia—. ¡Solo quiero irme! gritó Nelly.
¡Eres un maldito asesino!
Él sonrió. No con burla, sino con esa calma perturbadora que helaba la sangre.
—Lo sé.
Nelly se levantó de golpe y caminó hacia la puerta, pero Yulian se interpuso, firme. La sujetó del brazo con fuerza. Ella forcejeó.
—¡Suéltame!
—Solo escucha —ordenó, su tono ahora seco, duro—. Ayer te dije que te quedarías aquí… hasta que yo lo decida.
La amenaza colgó en el aire como un cuchillo suspendido.
—Tú solo haces lo que te diga… y todo estará bien. ¿No crees?
—¿Y por qué tendría que obedecerte? —le escupió con una mezcla de miedo y furia—.
Si vas a matarme, hazlo.— lo decía mientras temblaba —
De todas formas… ya estoy muerta.
Yulian la observó en silencio, sin soltarla. Algo en su mirada pareció oscilar… pero fue apenas un segundo.
—Solo haz lo que te digo.
En ese instante, la puerta se abrió. Otro hombre entró. Uno de los secuaces.
—Señor, ya todo está listo para irnos.
—Bien —respondió Yulian, sin apartar la vista de Nelly—.
Asegúrate de que no quede nadie. Esto termina hoy.
Se dirigió hacia la salida, pero antes de cruzar la puerta, se volvió hacia ella.
—Sé que no te quedarás quieta, Nelly. Así que dejaré a alguien en la puerta.
Puedes caminar… explorar… —con una voz grave— Pero si intentas escapar… será peor.
La puerta se cerró de golpe, dejándola sola con el eco de su amenaza.
El vehículo avanzaba por la carretera. En el asiento del copiloto, Yulian miraba por la ventana, pensativo. A su lado, su hermano, Bryan, más relajado y con actitud desenfadada, masticaba chicle con indiferencia.
—Dicen que todos tenemos un doble en algún rincón del mundo —murmuró Yulian—.
Ella… se parece tanto a ella…
Su voz era un susurro apagado. El reflejo del sol bailaba sobre su rostro, pero sus ojos seguían tan fríos como siempre.
—Será difícil tratar con esa chica… —añadió, casi para sí mismo—.
Pero no pienso rendirme.
Nelly será… mi mujer.
Bryan lo observó de reojo.
—¿En qué piensas? Estás callado desde que salimos.
—En nada…
—Mentira —respondió con una sonrisa ladina—.
Y hablando de mujeres… mi esposa esta embarazada otra vez.
Yulian esbozando una sonrisa casi imperceptible.
—oh, felicidades.
—Exacto. Me enteré ayer. Pero Ángel no
está feliz… dice que no quiere compartir sus juguetes.
Ambos soltaron una breve carcajada.
Después, Bryan volvió a lo serio.
—Bueno, ¿en qué pensabas en realidad? No me engañas, Yulian.
Yulian desvió la mirada al frente. Su voz se volvió una cuchilla.
—Ayer… encontré por fin a las mujeres que intentaron matar a Andrés.
Bryan se tensó, sorprendido.
—¿Qué? ¿Dónde están?
—Muertas.
El silencio cayó sobre el auto.
—Vaya… —dijo Bryan finalmente, intentando alivianar el ambiente con un tono pícaro—.
¿Y eso era todo lo que pensabas?
Yulian no respondió enseguida.
—Te contaré… —dijo al fin, en voz baja—. Cuando logre que ella… se calme.
Estoy atrapada.
Cada palabra suya me recuerda que ya no tengo control.
Pero no voy a rendirme.
No todavía.
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