Capítulo 4. La traición y el ángel de la guarda.

...••Capítulo IV••...

Shesid

Un dejo de nacarado y aceituna, eso tiene su piel tostada por el sol, ese tostado que desaparece y se vuelve blanco porcelana cuando el frío toca la piel. Así se ve ella. Un rosado enmarca el rostro algo afilado que conduce a unos carnosos labios color rosa; bajando un poco más en el lado izquierdo de su cuello reluce un lunar, justo por debajo del lóbulo de la oreja. Un punto que provoca besar. La curva de su pecho se abulta perfecta y armoniosamente, dejando ver la simetría perfecta de la naturaleza, la maldita naturaleza que ahora está probando mi cordura.

—¿Qué mierda piensas con una desconocida Shesid Lizzi? — es bellísima, no puedo negarlo, y he terminado en mi propia casa con ella. Aún no despierta, aunque el médico dijo que probablemente sea por un estado de shock.

Supongo que no será muy difícil averiguar la causa de tal cosa cuando despierte.

Opté por dejarla en la habitación de invitados. Aún con todo el movimiento, ella no se ha inmutado.

Salí del cuarto directo al baño de mi habitación. Me hace falta una buena ducha fría, para quitar todo el embrollo que llevo en mi cabeza desde ayer. Ese bastardo… ¿Cómo pudo hacerle eso a Alex? Lo más estúpido es pensar cómo se lo contaré ¿Qué palabras encontraré para destrozar menos el corazón de mi mejor amigo?Porque eso es él.

Un chándal gris y sin camiseta, sólo eso para dormir, me lanzo a la cama mientras me dejo estar un poco… el día fue de locos, siquiera pude terminar de celebrar con mis padres; aunque mamá está más preocupada por la desconocida que por eso.

 

•••••••••••••••••••••••••••••••••

Supe que después de la ceremonia la fiesta estuvo muy bien, y aunque pude dejarla aquí y asistir, mi corazón  no me dejó. Terminé observando su figura bella por horas.

Son las tres de la mañana, no puedo dormir… una avalancha de pensamientos me come la cabeza.

Por el vestido blanco que traía puesto podría jurar que ella fue a la Iglesia y no precisamente de invitada. Aunque lo más costoso de eso fue desnudarla ante mí, y no querer comerla. Admito que mi ropa le queda bien.

Extrañamente la cama se siente enorme. Y era inevitable, después de controlarlo lo más que pude, la erección entre mis piernas ya duele.

—No hay remedio, no puedo irme y dejarla sola. — hablé para mí comenzando a quererme como todo un adolescente con hormonas alocadas. Curiosamente no puedo dejar de pensar en la belleza de esos dos perfectos senos que se carga la morena a un lado de mi habitación, cierro mis ojos y me dejo, hasta pasar el calor que siento dentro.

—¿Quién eres? — Una dulce voz se oye en el umbral de mi puerta y abro los ojos. Allí, con mis ropas que le quedan enorme, pudo verla en la poca luz de la habitación, ella mira directo en dirección a mi mano, y enciende la luz del cuarto.

—Tu ángel guardián — hablo irónico, tratando de ocultar la pena que me da el hecho de que ella me vio hacer eso— Espérame en la sala, ya voy—hablé y ella sólo se giró para irse entre la oscuridad.

 —Es usted un ángel guardián pecaminoso— replica un momento después, cuando me siento a su lado en el sofá, enciende la televisión y está mirando  a la pantalla, yo mientras recupero mi sentido del tiempo.

—Se supone debías estar dormida, el médico lo advirtió— ella me mira sorprendida.

—¿Médico?

—Te desmayaste en la iglesia, justo en la boda de mis padres.—explíco.

—¿Tus padres? Esa era mi boda. Ulises y yo… —enmudeció fijando aún más sus ojos a la pantalla del televisor que habla frente a nosotros, fácilmente la veo tragar saliva con dificultad. Ulises… como ése…

—¿Te pasa algo?— Sólo apunta a la pantalla, puedo ver claramente como tiembla. No me queda más que observar la escena, una Iglesia y dos novios en su boda. Al mirar veo a ese hijo de puta que ha destrozado el corazón de mi pobre Alex, llevo los ojos a la mujer que lo acompaña. Entonces…mi mundo se cae, es mi Joselín.

—¡Él, él se casó con alguien más!—solloza ella y al fin me ve, mientras intento que el temblor de mi cuerpo no se note. —Él dijo que lo espere en esa Iglesia— ella al fin voltea sus ojos a mí por completo ladeando su rostro.

Color índigo, así son los ojos que lloran ante mí, en el centro destellos dorados inquietan mi alma, están inundados de pena, la misma que siento que yo. La pena de la traición.

 

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Comments

Luni

Luni

jajajaja"es usted un ángel guardián pecaminoso

2022-08-11

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