...••Capítulo III.••...
... Narrador....
"La novia se pondrá celosa".
Se ha quedó pensando qué había querido decir aquél hombre en ese momento. Ella es la novia después de todo.
Mira a su alrededor, nadie que ella conociera está aquí, pensó quizás él estaría adentro, pero un mal presentimiento le corre por la piel, tomando la única cosa que trae con ella además de la rosa; su celular. Remarcando con los ojos el montón de números, deliberando en sus adentros si marcarle o no. De todas maneras él estará en el altar.
Dando vueltas y observando filo de la puerta enorme comenzó a esperar, y esperar...
Ella esperó esa señal de su amor.
Mordiendo sus labios y cerrando los ojos un sentimiento extraño se plantó en sus adentros, revoloteando hasta lo más intrínseco de su corazón.
Resopló mirando como el sol ya está bajando y mezcla sus colores con las nubes, retorció los ojos.
—¡Esto no puede estar pasando! —murmura con pesadez, dibujando con sus pupilas el montón de números en la pantalla del móvil.
Las emociones han comenzado a amontonarse en su pecho, decidió hacer esa llamada, el buzón de voz, una y otra vez se convierte poco a poco en un bucle insoportable.
Las campanas de la Iglesia a sus pies suenan, así como su pecho estalla de pena.
Con el último ápice de esperanza corre a la gran puerta de madera oscura, abriéndola rogando que en aquel altar la espere sonriente el muchacho. Sus ojos ven la alfombra roja que corre entre las bancas llenas de personas, al pie de un escalón de mármol blanco una mujer ya mayor abraza a un hombre de cabellos castaños, mientras que un muchacho posa de pie inmóvil a un lado. Parece observarla detalladamente, mientras los cientos de rostros ajenos se fijan en ella, sus ojos buscan a ese que tanto ama; pero no está... Solo un murmullo incipiente que le aprieta las sienes se oye.
Cierra los ojos creyendo estar en un terrible sueño, mientras su rosa roja cae al suelo deshojando sus hermosos pétalos a la nada misma. El corazón oprimido, y la oscuridad sucumben sobre ella, mientras sus pestañas cubren la escena del apuesto joven, que aún la mira en medio de voces que hacen la nada interminable.
Susurrando entre sus labios algo, con el cuerpo tenso, se siente apagar poco a poco dejándose caer cansada. El agobio le ha ganado al amor entre la oscuridad silvante.
Su cuerpo golpea al fin del piso de mármol mismo en golpe seco, da un gemido sintiendo dolor, aunque aún es menor de lo que siente su pecho punzante.
– Despierta, despierta mujer.
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...Shesid...
La ceremonia estaba a punto de terminar, cuando un sonido sordo y seco se oyó detrás. Me giré por inercia, y en la entrada de la Iglesia una hermosa mujer de cabellos negros y largos mira alrededor con ojos perdidos. Podría jurar que tiene destellos extraños en sus ojos. El murmullo se hace mucho en el lugar, mientras ella parece buscar a alguien.
—¡Ve por ella Shesid!— la voz de mamá me sorprende, le miré a los ojos negando antes de volver a ver a esa mujer de vestido blanco. Segundos que se estiran lentamente me hacen verla a lo lejos, parece tambalearse en un aire de tristeza que puede olerse desde aquí, la miro una última vez y lo que parece una rosa cae de sus manos.
Siento a mi padre apretando mi hombro y corro a ella, para atraparla entre mis manos mientras todo el mundo ve como se desmorona en el suelo dando un golpe seco.
No pude evitar ese golpe, llegué tarde.
......................
Aquí estamos, me quedé en silencio observando la belleza de su rostro, unas pestañas renegridas enmarcan unos ojos que aunque no sé su color, han de ser hermosos.
—Llévala a tu casa hijo, y terminemos con esto. Ella no se ve bien.— Me sorprende la petición de mi madre, pero el bullicio de los periodistas está comenzando a molestar.
Sin mirar a ninguna parte, la cargo en mis brazos, dejando su cuerpo en mi auto. Sin pensarlo mucho voy conduciendo a mi departamento, tratando de perder la furgoneta de periodistas que me sigue.
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