Capitulo IV

Era temprano pero aún no se percibían los rayos del sol, poniéndome una blusa negra buscaba las palabras correctas para comunicarme con Lucke en está mañana, ya era lunes, Sivi estaría conmigo hoy y le diría todo lo sucedido.

Mi madre se despertó a la par mía para desayunar juntas y me despidió con un beso en la frente, demostrando su cariño. Salí hacia al colegio por el mismo camino que siempre recorría encontrándome a mi amiga, sus ojos mostraban preocupación y su ceño fruncido enojo.

– Estaba preocupada, dijiste que me ibas a llamar y nunca lo hiciste.

– Fui a la casa del profesor por las notas — me miró boquiabierta— estaba un hombre y parece que el me las envío, creo que era su hermano.

– ¿Era una broma? Es un profesor, ¿Cómo puede llegar a estás alturas?, es grande ya, tiene un título.

– Lo sé, en cierta manera lo ví súper infantil, Lucke se intento disculpar tocando mi hombro y sentí cosas muy malas, me aleje y después de eso — la mire — creo que el hombre me conoce, no sé cómo, pero lo hace.

Me tomo de la mano preocupada, no sabíamos que decir por la extraña razón de que podría estar en peligro.

Jamás le dije a mi mama esto, lo más probable es que llame a la policía, se preocupe y terminé peor de lo que es. Llegamos al colegio cinco minutos antes, pude verlo a él sentado en el escritorio como siempre. En el pizarrón decía "Filosofia", me miró de reojo y me senté, Sivi hizo lo mismo pero en otro banco.

Está vez no pronunció ninguna palabra, solamente escribía sin prestarnos atención, los alumnos fueron entrando al escuchar el timbre, todos se ubicaron es sus respectivos asientos. El reloj marco las siete y el profesor empezó la clase con tranquilidad.

– ¿Qué es la filosofía?.

– La filosofía, se lo conoce como una doctrina reflexiva con pensamientos sumamente lógicos sobre la existencia, verdad y ética. —pensé— esto es basado según los conocimientos de la ciencia

– Mas o menos, ¿Todos podemos ser filósofos? —preguntó.

– Para algo se estudia Filosofía, ¿No?.

Era común del profesor responderle a su alumno, mirarlo y explicarle, el hacia casi todo eso, su mirada no se encontraba con la mía ni por casualidad, siendo profesor no deberían estar pasando estas cosas.

– Todos podemos pensar, todos podemos ser críticos de nuestras vidas y dar un porque a toda pregunta que nos hacemos.

Empezó a escribir en el pizarrón nombres de filósofos conocidos, su perspectiva y pensamientos que habían dado a conocer, mientras el explicaba sobre platón, un cuervo se colocó en la ventana captando mi atención, había visto demasiadas aves de esas y no sabía porque.

Lucke al fin observandome con curiosidad por mi completa atención a un lugar fijo, dirigió su mirada dónde yo la concentraba y vio al ave negra que observaba desde el vidrio, frunció el seño y la echó.

Tome mi celular sin levantar sospechas, para buscar el significado del cuervo.

"el cuervo está vinculado con el mal, demonios y oscuridad"

Lo primero que se me vino a la mente es Lucke, hasta la pequeña ave siente su oscuridad y es atraída, no es común que cuervos andén por esta ciudad, pero los días pasaron de hermosos y soleados, a grises lluviosos. La tranquilidad era consumida por constantes truenos en la noche, se oían siempre mascotas llorando, parecía el fin del mundo y todos tenían terror, yo no era una excepción. 

Lucke había escrito cada palabra de lo que significaba la filosofía, también de los grandes filósofos y cada frase o referencia que ellos tenían al igual que preguntas que nos hacían reflexionar. La clase había terminado, Sivi se quiso quedar conmigo en el aula pero le hice señas para que se fuera, quedándome a solas con el profesor.

– ¿Quien era el hombre del sábado?.

Directamente fui al grano, captando su atención nuevamente, me miró dejando su bolígrafo en el escritorio, sacándose los lentes su mirada se concentro fijamente en mí.

– Mi padre.

Mi reacción sorprendida la percibió por su casi sonrisa, ¿Por qué casi?, ese hombre nunca se muestra alegre. Él volvió la mirada a su papeleo, me senté encima del banco, no me iba a ir hasta obtener las respuestas que necesitaba, de igual manera al decirme que es su padre me quede boquiabierta, entonces el joven no tiene veinte años, capaz tiene la edad necesaria y por eso adquirió tantos estudios, su familia es de lucir muy bien y jóven.

– ¿Él envío esas notas? —asintió— ¿Por qué?

Su mirada indiferente inundó mis emociones, su padre me conocía y debía saber porque. Ninguna respuesta salió de sí, pero volví a insistir con el interrogatorio.

– Me conoce, ¿Cómo?.

Un ruido molesto me aturdió, el timbre había sonado, pude ver como ordenaba las cosas y tomaba su bolso para cruzar la puerta de madera, por la que  Sivi entro sigilosamente levantando las cejas.

– Nada.

Me senté en el banco esperando a que el profesor venga, pero nuevamente sonaron los parlantes.

"alumnos de quinto año, los profesores no se presentarán así que pueden retirarse".

Esto era demasiado extraño, Lucke y su padre tenían que ver en este tema. Me dirigí a la oficina del director pero no lo encontré, decidí recorrer cada rincón para encontrarlo y preguntarle porque se veía tan nervioso en esa llamada telefónica que tuvimos, pero ningún lugar dejaba rastros de él.

El único lugar que me faltaba recorrer era la biblioteca, fui saltando cada escalón para subir al otro piso, llegando a esta quise abrir la puerta de pero estaba cerrada, aun así retumbaba por los ruidos fuertes que intentaban salir de esa habitación. Me corrí hacia la pared, poco a poco asome la cabeza a la pequeña ventana de la puerta, observado lo que pasaba allí adentro, ví la mesa de la biblioteca impulsandose contra los muebles, en esta estaba Miguel, sus ojos celestes se veían brillantes y el pelo colorado parecía bronce.

Quería llamar a alguien pero no podía hacerlo, el miedo me sofocaba, jamás me había encontrado en estas circunstancias. Ví a Miguel apoyado sobre las partes rotas de la mesa en el piso, mientras alguien le clavaba una espada color negra en su pecho,  lágrimas comenzaron a brotar, me frote los ojos y al ver nuevamente, una sombra había pasado, alguien estaba abriendo la puerta y yo estaba escondida en un costado.

El chillido de la puerta retumbó en todo el pasillo, estaba agachada para tomar impulso, por fin está se abrió completamente y el pie se acercó a mí, salte sobre su cuerpo golpeándolo una, dos, tres veces hasta que mis manos comenzaron a doler.

– Creo que me rompiste la nariz.

El rostro de Lucke era a quien esperaba ver y no me equivocaba, había acuchillado a alguien en pleno día, en nuestra biblioteca, tampoco disimuló. Su piel lastimada y roja se fue tornando blanca de apoco, sus moretones desaparecieron de un segundo a otro, como si hace días lo hubieran golpeado.

– Tu rostro —me levanté — tú mataste a Miguel.

Cuando pensé que las lágrimas se habían acabado, nuevas comenzaron a brotar, notaba mis mejillas rojas, mis labios sangraban por las mordidas producidas a causa de los nervios que sentía.

– Tu lo acuchillaste, ¿El murió?

Lo empuje una vez se levantó, viéndolo caer otra vez le di una patada. Su mirada preocupante apareció, sus ojos negros poseían en este momento un brillo que los iluminaban, sus puños estaban cerrados y ninguna palabra podía salir de su boca.

– ¿Me quieres herir también? ¿Por eso me amenazas? Dímelo.

– No te quiero herir, puede que esto sea extraño para ti, pero no es lo que crees, déjame explicarte, mírame.

Mis manos temblorosas agarraron la mochila que se había caído, colocándola sobre mi espalda salí corriendo hasta estar lejos de él. No podía mirarlo, no podía estar cerca de él sin depreciarlo, era un psicópata.

Estaba tan agitada por la adrenalina del momento, tenía tantas preguntas que no podía responder con coherencia, ¿Era un asesino en serie?, ¿Por qué lo mató, le hizo algo Miguel?, Esta última me hizo  recordar el rostro del colorado, quien se veía tan agradable.

Pude ver a Sivi en la salida, la tomé de la mano alejándola de allí.

– ¿Qué ocurre?.

Ella venía a los tirones por mi sujetada de manos, a media cuadra nuevamente pregunto que ocurre, deteniéndose en el vacío sendero.  Seque mis lágrimas que mojaban mis mejillas para luego abrazarla, no puedo contarte, el recuerdo volverá y me hundirá, no pude hacer nada, no pude salvar a nadie...

– Esto no es cualquier cosa Sivi, te contaré en el trayecto pero camina, por favor.

No sabia cómo decirle que Lucke mato a alguien, pero no podíamos hacer absolutamente nada porque el director también parecía estar amenazado, no podíamos ir con la policía porque parecía arriesgado para todos nosotros.

– Ví a Lucke, mato a Miguel.

– ¿Qué? —me miró— ¿Por qué hizo eso, es en serio? ¿Sabe que lo viste? ¿Por eso corriste? ¿Qué paso? ¿Te dijo algo?

Asentí en las tres primeras, aunque en verdad estaba confundida, preocupada, Miguel parecía una persona amable y carismática, era alguien que tenía un buen corazón, pero el lo arruinó.

Ella seguía mirando y preguntándome cosas que yo no podía responderlas porque no sabia absolutamente nada. Su rostro mostró preocupación, pero le sonreí dando a saber que estaba bien, ¿Era cierto eso?.

Llegando al punto de reencuentro ambas nos despedimos dándonos un fuerte abrazo, sabíamos que estaríamos en contacto pero no sabía cuándo podría recuperarme de ver una muerte tan fría como la de hoy.

Llegué a mi casa, mi madre no iba a estar por trabajo, entre en el baño para pegarme una ducha y tratar de sacar las imágenes horrorosas de mi cabeza.

El agua caliente pasaba por todo mi cuerpo, al igual que toda espuma del jabón, las escenas venían a mi mente una y otra vez, sacudía la cabeza intentando no llorar, pero otra vez las malas emociones de ese hombre me atormentaban. Cerré la canilla agarrando la toalla para secarme, me puse una musculosa negra y jogging del mismo color, acomode mi pelo mientras bajaba las escaleras para ver qué cocinaría.

Saque hamburguesas de pollo, y papas para pelar, tome el tacho de la basura, me agache sacando toda cáscara con un cuchillo.

El timbre de casa sonó tres veces seguidas en cinco segundos, me limpie las manos y las seque para abrir la puerta.

– ¡Ya voy!

Grite al ver que el timbre seguía sonando sin parar.

– Tenemos que hablar.

Instantáneamente la cerré con llave al ver el rostro del profesor, no sé cómo se atrevía a venir hasta mi casa.

– ¡Vete, asesino! Llamaré a la policía.

– No lo hagas, no te creerán.

La seguridad y tranquilidad que tenía al hablar era de todo psicópata, quería que habrá la puerta así podía matarme, no podía parar de temblar del miedo que me ocasionaba este sujeto, desearía volver a estar tranquila sin él en mi vida.

– Tranquila, puedo notar como tú cuerpo tiembla desde aquí.

Mis ojos se abrieron como platos y me quedé inmóvil atrás de la puerta, mis pies desnudos sentían el frío piso.

– ¿Me quieres matar?

– No, solo te estoy cuidando, tranquila.

Intentaba confiar en cada palabra que decía, pero solo me imaginaba a Miguel en el piso con una espada atravesada en el corazón.

– Me iré Sara, pero pronto lo entenderás, no quiero matarte, tampoco asesine a Miguel, él está bien.

Su voz se notó en todo momento calmada y preocupada, si en verdad no quería hacerme daño, ¿Por qué reaccionó así su padre?, si en verdad no es malo, ¿Por qué mato a el joven pálido?.

Aunque haya dicho que el joven se encuentra bien, yo ví que lo atravesó fríamente.

Me senté sobre el frío piso, apoyada en la puerta me intenté recomponer,  mi cuerpo se calmo debido a su partida al igual que mis pensamientos.

Si en verdad quería protegerme, debía alejarse de mi, porque mis emociones pronto se van a desbordar, solamente quiero recuperar mi ataraxia.

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