Encuentro bajo la luna

—Margo, haz que el carruaje entre por la parte trasera del castillo. No quiero encontrarme con nadie desagradable —ordené sin mirarla.

Cuando salía de la residencia del Duque Williams, vi a ese asqueroso hombre observando cada uno de nuestros movimientos. No tardará en correr a contarle todo a Asher…

Suspiro.

Sé que tarde o temprano vendrá a “evaluarme”, a buscar indicios de si planeo escapar, sobre todo después de verme reunida con Cecilia. Gané más “confianza” en una sola visita de lo que esperaba. Pero no pienso hablar con él hoy.

Otro día.

Y seguramente aumentará la vigilancia. No quiero pensar en eso ahora.

Respiro hondo. El cielo está teñido de naranja y rosa. A pesar de todo… fue un buen día.

El sol ya comienza a esconderse. El aire cambia. Es mi señal.

—Margo, cerraré los ojos un rato. Avísame cuando lleguemos.

—Sí, Alteza. Le avisaré en cuanto estemos en el castillo.

⋯⋯⋯

¿Dónde estoy…?

Estoy sola en lo que parece un bosque. Todo está oscuro.

Mi ropa es extraña. Un vestido de seda blanca, de tirantes, apenas me cubre hasta las rodillas. Hay encajes finos en los bordes. Muy delicado. Muy corto. Definitivamente, no es mío.

Me pongo de pie, algo temblorosa. No entiendo qué está ocurriendo. Camino con prisa… hasta que escucho pasos tras de mí.

No. No voy a voltear.

Empiezo a correr. Los pasos también se aceleran.

—¡Déjame en paz! —grito, desesperada.

Pero una mano me agarra del brazo con fuerza, y caigo.

Mi cuerpo tiembla. No quiero mirar. No quiero ver quién es. Mi mirada sigue clavada en el suelo… hasta que veo un par de zapatos frente a mí.

Zapatos de hombre.

Alzo la vista, lentamente.

Asher.

—Hola, Mily… ¿cuánto más piensas evitarme? No importa lo que hagas, siempre podré alcanzarte —habla tranquilo, avanzando hacia mí—. Siempre serás mía.

—¡No! ¡NO! ¡Yo nunca seré tuya, Asher! —le grito con furia, desesperada.

Él sonríe. Esa sonrisa arrogante.

—Sin mí… no eres nadie —susurra, girándose lentamente para darme la espalda—. No lo olvides.

Apreté los puños. Me clavé las uñas en las palmas. Mordí con fuerza mi labio inferior hasta que el sabor metálico de la sangre llenó mi boca.

“Tranquilízate, Melody. Lo lograrás. Lo lograrás. Serás libre, cueste lo que cueste…”

⋯⋯⋯

Despierto.

Estoy en mi habitación. Acostada en mi cama.

¿Cómo…? ¿Quién me trajo aquí?

No importa. Seguramente Margo me ayudó mientras dormía.

Me levanto, aún algo alterada. Voy al baño, me enjuago el rostro con agua fría. Miro mi reflejo.

¿Qué fue esa pesadilla…? Se sintió tan real.

Me doy un par de palmadas suaves en las mejillas.

Ya. Basta.

Necesito despejar mi mente.

Me pongo una bata de seda y unas zapatillas suaves. Decido salir al jardín.

Dentro de una semana, las piezas se moverán.

Las de Asher… y las mías.

Será mejor que visite al Rey, mi padre.

Dicen que cayó enfermo hace un mes. Y como era de esperarse, los cuervos que parió aguardan su muerte con ansias, como buitres esperando el festín.

Los príncipes lo odian. Las princesas lo desprecian. Pero como somos mujeres, eso no importa. No somos más que objetos en una vitrina, piezas de trueque.

El Emperador fue un patán toda su vida. Tuvo hijos por docenas. Solo reconoció a la mitad. A los que no, los dejó a su suerte. Y a los de sangre plebeya… los mandó matar. Temía que todos se unieran y le arrebataran el trono.

Ese fue el rumor. Y uno muy creíble.

Dicen que soy la menor de sus hijos. Pero eso también es mentira.

Ganarme su favor sería estratégico.

No puedo permitir que el trono caiga directamente en manos de Asher, que ya es el favorito del Emperador. Su poder político y social es abrumador.

⋯⋯⋯

Después de andar sin rumbo por el jardín, inmersa en mis pensamientos, me siento en una banca de piedra. Intento calmarme.

—No sé cuánto llevo caminando… pero aún no tengo sueño —murmuro para mí misma.

Y entonces lo oigo.

Una voz.

Alguien está pidiendo ayuda.

Me levanto de inmediato, alerta. ¿Dónde están los guardias? ¿Cómo es posible que nadie escuche esto?

Sigo la voz. Llego a una zona más densa, llena de arbustos con flores. Me acerco lentamente…

Y al apartar las ramas, lo veo.

Un hombre.

Lleva una armadura, aunque está completamente cubierta de sangre. Al verme, se tensa. Adopta una postura defensiva.

Ambos nos observamos. En silencio.

Cabello negro azabache, como el mío. Ojos de un color oscuros. Inquietantes. Cautivadores.

Piel morena, como canela tostada… un tono muy raro en Obelia. ¿Extranjero?

¿Quién es este hombre?

Doy un paso al frente.

—¿Estás herido? Ven, déjame ayudarte —me acerco, pero él retrocede.

—¿¡Estás loca!? Ni siquiera me conoces, y yo tampoco a ti —me grita, furioso.

Sonrío. No puedo evitarlo.

Tiene razón. No lo conozco. Pero algo en su mirada me dice que no representa una amenaza.

—También me enseñaron que si alguien está herido… hay que ayudarle —señalo su abdomen—. Estás perdiendo mucha sangre.

Él mira su herida. Suspira, resignado.

—Está bien…

—Bien. Vamos —lo ayudo a levantarse, con cuidado—. Aunque, ahora que lo pienso, tú también tienes problemas de confianza. ¿No sabes quién soy y aun así aceptas venir conmigo?

—Y tú me dejas entrar a tu casa sabiendo que soy un caballero herido y armado. Si quisiera matarte, ya lo habría hecho —dice con aire desafiante.

Esta será una noche… realmente larga.

⋯⋯⋯

Continuará…

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