Ecos del pasado

Despierto en un pueblo envuelto por las llamas. Todo a mi alrededor está en ruinas. El humo ahoga el aire. El fuego consume cada rincón, como si la tierra misma estuviera llorando.

No sé dónde estoy.

Me llevo la mano a la cabeza con torpeza, y siento un líquido espeso, cálido.

Sangre.

La confusión me paraliza. Me duele el cuerpo, la cabeza late con fuerza. Miro a mi alrededor. Entre los escombros, una figura tiembla. Una joven, sucia, pálida, herida… pero con los ojos fijos en los míos.

—¡Melody! ¡AYÚDAME!

¿Me llamó por mi nombre?

Sus piernas están atrapadas bajo una viga. Corro hacia ella. No pienso. No entiendo. Solo corro. Y entonces, su voz cambia. Su mirada se apaga.

—Por favor… despierta ya —dice con voz suave, como si fuera parte de mí misma—. La próxima vez… no llegues tarde…

¿Qué está diciendo?

—¡AAAAH!

Me incorporo de golpe.

—¡PRINCESA! ¿LE SUCEDE ALGO?

La voz de Margo me arranca del abismo. Corro la vista por la habitación. Estoy de vuelta en mi cama, a salvo. La luz del amanecer se cuela por las cortinas, suave, indiferente.

—Estoy bien. Solo… fue una pesadilla.

—Me asustó —dice, respirando aliviada—. Le prepararé el baño de inmediato.

Margo ha sido mi sombra desde que tengo memoria. Hija de un conde aliado de la difunta emperatriz, mi madre. A diferencia de su padre, que siempre me pareció un hombre frío y calculador, Margo es luz.

Tiene el cabello castaño, corto hasta los hombros, piel clara y pecas suaves que le dan un aire infantil. Me lleva apenas un año. Es dulce, dedicada… quizás demasiado buena para vivir en este mundo.

Pero la pesadilla…

¿Quién era esa chica? ¿Por qué conocía mi nombre? ¿Por qué su rostro ya se desdibuja en mi memoria?

Hay cosas que no tienen sentido. Y sin embargo, hay que seguir.

—Margo, ¿cuál es la agenda de hoy?

—Después del almuerzo tiene una fiesta de té. El resto de la mañana lo tiene libre.

Una fiesta de té… otra reunión llena de sonrisas falsas y ojos tristes.

—Cancélala.

—Princesa… si la cancela otra vez, dirán que es arrogante. Ya van cinco.

Sus palabras me detienen. Miro sus ojos. La preocupación es genuina. No por los rumores… sino por mí.

Pobre Margo. Siempre tan leal. Siempre tan sola en mis batallas.

—Está bien —respondo con un suspiro—. Ayúdame a prepararme.

—¡Sí, Su Alteza!

—¿Dónde será la fiesta?

—En la residencia del Duque Williams. La invitación vino de la Duquesa, Cecilia.

Cecilia…

—Desde su boda no la he visto. Dicen que la luna de miel se alargó.

—Tuvo un accidente. Se rompió un brazo. Ya está recuperada.

¿Accidente? Claro…

El Duque no es tonto. Obligó a Cecilia a dar esta fiesta para silenciar rumores. Asegurar que todo está “bien”.

—Margo, dime la verdad. ¿Cecilia te pidió que me convencieras?

Ella se queda quieta. Me ayuda a salir del baño, en silencio.

—Margo.

—Lo siento… —responde al fin—. La Duquesa estaba muy triste. Me rogó que la convenciera… que hiciera lo que fuera necesario. No sabía qué más hacer.

Hace una reverencia profunda. Su frente toca el suelo. Casi me molesta verla así.

—Está bien —digo con voz baja—. Ya basta. Ayúdame con el vestido.

—Sí, Su Alteza —responde con una pequeña sonrisa.

⋯⋯⋯

Unas horas después…

Vamos en camino a la residencia del Duque Williams, en un carruaje que grita “familia real” desde lejos. Quise usar otro, algo más discreto, pero los preparativos fueron rápidos y no tuve opción.

La residencia está a las afueras de Obelia, casi como un fuerte. La familia Williams comanda una parte importante del ejército. Tienen soldados entrenados, influencias… y ahora, a Cecilia.

Ese hombre… dicen que es arrogante, misógino. Aunque, ¿quién no lo es aquí?

Le dobla la edad a Cecilia. Ella es apenas un año mayor que Margo. Cuando éramos pequeñas, las tres éramos inseparables. Jugábamos sin restricciones, ajenas al veneno de la corte.

Pero todo cambió cuando Cecilia llegó una tarde, llorando como nunca antes.

Un año atrás…

—Cecilia, cálmate. Cuéntame poco a poco —le decía mientras la abrazaba.

Ella apenas podía respirar.

—M-Melody… me voy a casar…

El mundo se detuvo. No había debutado. No tenía edad. No tenía elección.

Me quedé muda.

—¡Princesa! ¡Reaccione! ¡Aún no me he casado! —gritó, desesperada.

Y entonces me pellizcó.

—¡Auch! —reaccioné, sobándome el brazo—. Lo siento. Me quedé… ida. Gracias por despertarme.

—L-lo siento si le hice daño…

—No digas tonterías. Dime con quién.

—Con el Duque Williams… fue una orden del príncipe heredero. Mi padre aceptó. Es un buen trato para todos… menos para mí.

—¿Y tú sabes todo eso?

—He leído. Escuchado. Observado.

—¡Eres increíble! —le dije con orgullo—. Aunque esté prohibido para las mujeres saber de política… ¡me encanta que lo hagas!

—Gracias, Melody… sabía que me entenderías.

—Haré lo posible para evitar esa boda.

—No se esfuerce… no podrá.

—Lo haré porque eres mi amiga.

⋯⋯⋯

Desde ese día, asistí a todo evento posible. Busqué visibilidad. Influencia. Pero él lo notó. El príncipe. Adelantó la boda de Cecilia como castigo por mi atrevimiento.

Sentí que se me escapaba de las manos. Me odié por ser débil. Por ser solo una sombra dentro del palacio.

“Si ni siquiera yo, una princesa, puedo ayudar a mi amiga… ¿quién me ayudará cuando llegue mi turno?”

Una tarde, perdida entre la desesperación, irrumpí en la oficina del príncipe heredero. Entré sin tocar.

—Hasta que vienes —dijo con una sonrisa. Ordenó a los hombres en su sala que se fueran. Ellos obedecieron, aunque no sin mirarme con desdén.

—¿Té?

—No.

—Sabes por qué estoy aquí.

—Sí. Pero… ¿no prefieres hablar mientras bebemos algo? —dijo, caminando hacia mí con esa calma que irrita.

—Estás hermosa.

Nos quedamos cara a cara. Su presencia era fuerte. Dominante. Pero yo no aparté la vista.

—Vaya… —murmuró, alzando su mano hasta acariciar mi mejilla—. Me gustabas más cuando me llorabas y temías.

.

.

.

Continuará…

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Comments

Tinmey

Tinmey

Uff ,que desgracia pobres mujeres./Shame//Shame//Shame//Shame//Shame//Shame//Shame//Shame//Shame//Shame/

2025-07-03

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