Llevaba años sufriendo el rechazo del chico que amaba, sin embargo en su corazón albergaba la esperanza de que él tarde o temprano correspondería a sus sentimientos pero una noche tras un desagradable descubrimiento se dará cuenta que necesitará algo más que amor incondicional para conquistarlo, un poco de ayuda de su profesor de confianza.
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Aparente calma
Permaneció como por medio minuto inmóvil conteniendo la respiración, sorprendida y confundida a la vez por la cercanía de Gael. Tampoco podía apartar su mirada de aquellos ojos oscuros y por una fracción de segundo pensó en Alex, lo similar de su mirada, oscura e intimidante, pero a diferencia de él, el ser observada de esa manera por Gael era completamente diferente, como si pudiera mirar en su interior y conocer cada uno de sus deseos, incluso sin que ella misma supiera cuáles eran esos deseos. Gael transmitía confianza, seguridad y sin duda alguna madurez. Estaba en buenas manos.
—Supongo que ahora... —Daniela susurro bajando la mirada nerviosa, no sabía que debía hacer, justo en ese momento estar solos en el salón de clase, era tan sugerente como inapropiado.
—Ahora te puedes ir a casa o, si me esperas yo te llevo, no sucederá nada hoy.
—No tienes que molestarte, yo me puedo ir sola. Además, tú tienes que ir al refugio.
—Sabes que no es molestia Dani— aclaró Gael con un tono de voz con el que parecía explicar a una niña pequeña, soltó su rostro y se alejó dando pasos de nuevo a su escritorio — te he llevado a casa otras veces, antes de que me pidieras ayudarte a “experimentar”—decía mientras terminaba de guardar lo que parecía ser exámenes; Daniela no sabía si eran para su clase o para otra. —Ahora que si no quieres que te lleve porque te sentirías incómoda entonces creo que no resistirás estar desnuda frente a mí. —de nuevo ese tono de voz oscuro y en cierta manera seductor.
Su rostro se encendió de nuevo, pero Daniela fue capaz de controlarlo, —Tienes razón... llévame a casa —la repentina seguridad de la chica tomo por sorpresa a Gael pues en un principio creía que solo estaba un poco confundida, quizá actuaba por despecho, después de lo que le había contado de Alex la noche anterior era de esperar, pero al parecer estaba determinada a cumplir con su objetivo.
A nadie en el campus le parecía extraño que Daniela se subiera al coche del profesor, todos sus conocidos sabían de la relación que había entre ellos por la amistad con su hermano, muchos pensarían que eran como hermanos, pero para ella no era así y lo más probable que para Gael tampoco, pues de ser así no habría aceptado su petición.
El camino a casa era de unos veinte minutos si no había tráfico, vivían a las afueras de la cuidad, un suburbio muy tranquilo a pesar de ser una colonia relativamente nueva, Gael vivía un poco más allá, en las últimas casas. Durante el trayecto Daniela noto como el celular de Gael no paraba de recibir mensajes, el tono no terminaba cuando un nuevo mensaje estaba llegando. Gael no se atrevería a revisar los mensajes mientras fuera manejando, pero quien quiera que fuera la persona que quería comunicarse con él era muy insistente.
—Podrías revisarme los mensajes por favor. —dijo Gael volteando a verla con una sonrisa nerviosa. Daniela lo hizo.
—Señora Luján... Eduardo Gómez … Valeria — dijo Daniela deslizando su dedo sobre la pantalla del teléfono.
— ¿Podrías ver que dice la señora Lujan y el otro señor? Por favor.
—La señora Luján quiere agendar una cita —eran varios mensajes, saludos y "disculpe la molestia doctor”, Daniela fue al punto —el señor Gómez te ofrece antiparasitarios, dice que tienen oferta.
Daniela estuvo a punto de abrir el chat que tenía el nombre de Valeria, pero recordó que Gael solo le había pedido ver el de la señora Luján y el otro señor lo mejor era no ser metiche.
—Por favor, contéstale al señor Gómez que me comunico con el en la tarde, voy a preguntar cuántos tenemos; y a la señora Luján dile que con gusto la atiendo, que me diga cuando va a llevar al señor bigotes y yo estaré ahí. —Daniela obedeció y escribió a cada uno la respuesta, con los correspondientes saludos y cortesías.
—Listo —dijo Daniela devolviendo el celular a Gael junto con una sonrisa satisfecha por haber ayudado.
—Gracias—respondió Gael mirándola solo unos segundos, le parecía tan bonita cuando sonreía, no era algo de lo que no se hubiera dado cuenta, tampoco se lo iba a decir, solo correspondió el gesto de la misma manera —He andado algo ajetreado con el trabajo en el albergue, solo estamos tres —. Daniela pudo notar la frustración del hombre en su tono de voz, y entonces lo dijo sin dudar.
—Si quieres yo te puedo ayudar —Gael volteo a verla por un breve instante con una sonrisa divertida.
—¿De verdad?
—Claro, desde que abriste el albergue he querido ayudar, solo que no sabía si tú ibas a querer.
—Eso me gustaría —una sonrisa se dibujo en su rostro —pero primero vamos a intimar y después, si aun quieres ayudarme, estaré muy agradecido.
—De acuerdo —Daniela trato de disimular su leve sonrojo bajando un poco el cristal de su ventanilla. El resto del camino fue en silencio. No era de esos silencios incomodos generados por no tener nada más que decir. Daniela sentía que había mucho que decir sobre aquello que ella le había propuesto minutos antes, detalles quizá sin importancia pero que estaban ahí, como cuanto tiempo sería esto, si habría más reglas aparte de la que él ya había puesto o que días podrían verse, tenía dudas, pero lo mejor sería esperar, quizás no era buena idea hostigar a Gael, se vería muy desesperada o él ya no querría ayudarla. Ya había dicho que nada pasaría ese día, Gael era un hombre ocupado, con cosas más importantes que ayudar a una chica inexperta con sus inseguridades, pensó entonces que si, lo mejor era esperar a que el mismo marcara las pautas.
—Hemos llegado Dani. —estaban frente a su casa, Daniela acomodaba sus cosas para bajar del auto —te espero mañana después de la cena, como a las nueve en mi casa ¿te parece bien?
—¿En tu casa?
— Si esto va ser un secreto, no sería apropiado que sea en tu casa, corremos el riesgo de que tu mama o Liam nos descubran. No sería conveniente para ninguno de los dos.
Tenía razón, que vergonzoso seria que su hermano y su madre los descubrieran teniendo un encuentro intimo; Gael por otro lado vivía solo.
—En tu casa está bien.
—Daniela— dijo antes de que ella bajara, Daniela se quedó con un pie fuera del auto —si vienes mañana nuestra relación no volverá a ser la misma. Tienes tiempo para pensarlo —la mirada de Gael era seria, profunda como si le dijera que no era un juego lo que ella pretendía; ella lo sabía, solo asintió con la cabeza, despidiéndose con una sonrisa.
—Te veré mañana —. Respondió Daniela bajando por fin del auto y encaminandose a su casa se perdió tras la puerta.