Laura Díaz y Felipe Núñez parecen tenerlo todo: un matrimonio de cinco años, la riqueza y el prestigio que él ha construido como empresario. A los ojos de todos, son la pareja perfecta. Sin embargo, detrás de la fachada, su amor se tambalea. La incapacidad de Laura para quedar embarazada ha creado una fisura en su relación.
Felipe le asegura que no hay nada de qué preocuparse, que su sueño de ser padres se hará realidad. Pero mientras sus palabras intentan calmar, la tensión crece. El silencio de una cuna vacía amenaza con convertirse en el eco que destruya su matrimonio, revelando si su amor es tan sólido como creían o si solo era parte del perfecto decorado que han construido.
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Capitulo XXIV La paranoia de un perdedor
Punto de vista de Felipe
Ahora tenía dudas. La noticia del embarazo de Laura se había clavado en mi mente como una astilla. Ella siempre soñó con tener hijos, con formar una familia. Por lo tanto, la idea de que se cuidara para no tener un hijo mío, el hombre que amaba, se hacía cada día más ilógica. ¿Y si quien me estaba engañando fuera Melissa? ¿Y si ella había hecho pasar a su hijo por mío? La paranoia me consumía. La imagen de Laura, con su vientre abultado y su mirada feliz, era un veneno que corría por mis venas, haciéndome dudar de todo.
Tenía que descubrir la verdad. Así que he decidido hacer una prueba de paternidad apenas naciera mi supuesto hijo. La idea de que el niño no fuera mío me aterraba. Sería la confirmación de que era estéril, un hombre inútil, incapaz de cumplir el último deseo de mi abuelo. Si ese niño no era mío, adiós a la fortuna del abuelo. Y eso tampoco lo podía permitir. Ese niño seguiría siendo mi hijo ante los ojos de los demás, y como no estaba dispuesto a dividir lo mío con nadie, tenía que deshacerme del hijo de Laura, pues el hijo de Damián no obtendría nada de nosotros.
Mi plan era simple: sabotear la vida de Laura y Damián, y hacer que mi victoria se sintiera dulce como la miel. Pero las cosas no salieron como esperaba. Damián se había hecho más fuerte, más protector. Y yo, que me sentía como el rey del mundo, ahora me sentía como un peón en mi propio juego.
Llegué furioso a la casa, tenía que confrontarla y que me dijera la verdad, ya que sea cual sea está debía prepararme para lo peor. Busque a Melissa por toda la casa hasta que finalmente la encontré en un lugar apartado en el jardín trasero, ella se encontraba mirando a la distancia, como perdida en su propio mundo exterior.
—¡Melissa! — Exclame, haciendo que ella brincara en su sitio.
—¿Qué pasa, Felipe?, me asustaste. — dijo llevando su mano al pecho.
—Quiero saber si ese niño que llevas dentro es realmente mío. — mis palabras cargadas de rabia.
—¿De qué hablas?, obviamente si es tuyo. — estaba nerviosa y el leve titubeo en su voz me lo confirmaba.
—Espero no me estés mintiendo, sabes que no te lo perdonaría y pagarías muy caro tu engaño. — Amenace agarrándola por el brazo y zarandeándola.
Melissa empezó a respirar con dificultad y en su cara se reflejaba un dolor indescriptible. De pronto se encorvó un poco sosteniéndose la parte baja de su gran barriga.
—Por favor ayúdame, — susurro cayendo al suelo.
Rápidamente la alce en mis brazos y salí con ella para la clínica, este niño tenía que estar bien, pues era mi garantía de obtener el dinero de los Nuñez. Llegamos a la clínica en menos de lo que esperaba, una vez ahí las enfermeras la recibieron llevándola a una habitación donde su doctor la estaba esperando. Después de media hora salió Sair el doctor y me explico que el niño está en peligro y que si sigue así había que interrumpir el embarazo.
La noticia de que el bebé de Melissa estaba en peligro me hizo temblar. Ese niño era mi única esperanza, mi boleto a la fortuna. Y ahora, por mi estupidez, estaba a punto de perderlo. La desesperación se apoderó de mí, y el miedo me invadió. No podía perder a ese niño.
El doctor me dio un sermón. Me dijo que tenía que cuidar de Melissa, que el embarazo era de alto riesgo, y que cualquier estrés podría causarle un aborto espontáneo. Pero yo no podía. Mi mente estaba en Laura, en su felicidad, en la idea de que ella, la mujer que creí que no podía ser madre, estaba esperando un hijo.
En el pasillo, vi a Damián y a Laura. Parecían una pareja de enamorados, y el odio se apoderó de mí. Me acerqué a ellos, con la intención de herirlos, de destruir su felicidad. Le dije a Damián que Laura lo había engañado, que ella era una mujer infértil. Pero Damián solo me miró con desprecio, y Laura me ignoró.
—Entonces, lo que pensaba de ti era cierto. Nunca quisiste un hijo mío y por eso te cuidabas. Claro, el apellido Miller es mucho más poderoso. —Cada palabra mía estaba cargada de odio.
—Señor Núñez, siga su camino y deje de molestar a mi esposa. —Esas últimas palabras de Damián las lanzó con especial énfasis. Era obvio que quería recalcar que ahora era dueño de Laura.
—Amor, sigamos nuestro camino y no perdamos tiempo con personas que no lo valen —Laura le habló dulcemente a Damián, quien en cuestión de segundos cambió su mirada fría, volviéndose una ternura que me asqueaba.
Ellos se alejaron de mí, iban camino a obstetricia. —Entonces es cierto que estás embarazada —susurré, apretando los dientes y llenándome aún más de odio.
Me quedé solo, en el pasillo, mi corazón lleno de rabia. Me di cuenta de que mi vida era una farsa. No tenía a Laura, no tenía amor, y mi futuro, mi herencia, dependía de un niño que estaba en peligro. Y la única persona que podía salvarme, era yo mismo. El juego no había terminado. Ahora, con un nuevo plan, lucharía por mi vida, por mi supuesto hijo, y por la herencia que merecía.
Punto de vista de Damián
El infeliz de Felipe estaba en la clínica justo a la misma hora y día que Laura y yo, me pareció extraño así que envié a buscar información sobre lo que hacía aquí. No estaba dispuesto a correr ningún riesgo en el que Laura o mis hijos salieran perjudicados.
El informe de la presencia de Felipe en la clínica llegó más rápido de lo que esperaba, resultó que su esposa estaba aquí con riesgo de perder al bebé. Por lo que me quede más tranquilo decidiendo no decirle nada a Laura para no preocuparla.
El doctor nos dijo que nuestro bebé está bien, sería un niño por lo que la emoción lleno mi corazón. En el rostro también pude ver su felicidad, ella realmente amaba a nuestro pequeño.