Ivin quiere lo mejor para su familia y por eso esconde un secreto: por las noches es dama de compañía. Durante una noche de trabajo, se reencuentra con su crush de toda la vida. ¿Qué podría pasar cuando tu primer amor te confiesa estar enamorado de ti, pero tú estás en alquiler para otros hombres? ¿Por qué el amor es difícil a veces? ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué el amor no siempre nos salva?
NovelToon tiene autorización de Irwin Saudade para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
TE CONOZCO MÁS
Mis anteojos se rompieron. Él me conduce a una banca para que podamos sentarnos a conversar un rato.
—Sí. Soy oficial de policía.
¿Por que ahora? Este hombre que me contrató una noche, estaba frente a mí con su uniforme azul marino y sus brazos fuertes tenían remarcadas las venas de sus brazos.
—Nunca imagine que serías un policía.
—Y yo nunca imaginé que podrías vender pays.
—¿Tú...?
—Te vi desde que llegaste. Hoy me tocó supervisar esta zona y me percaté de que vendes pays.
—Ah.
Sentí que esto estaba un poco extraño. ¿Por qué coincidir de esta manera?
—¿Te falta mucho? —Se anima a preguntar él.
—No. Ya no... —bajo la vista al interior de mi canasta y veo que solo hay un pay. ¿Cómo era posible? Según yo, se los había vendido todos a Gustavo—. Solo me queda un pay.
Y de forma natural, me nació la idea de querer obsequiarle el pay.
—¡Gracias! —Dijo él. Sonrió con amplitud.
Sus dedos rozaron mis dedos cuando tomo el pay.
—Espero que te guste. Es de queso con zarzamora.
Veo cómo desempaca el pay y lentamente, se lo lleva a la boca y da una primera mordida. ¡Sus pupilas se iluminan!
—¡Está buenísimo! —Dice y sonríe con amplitud.
Veo cómo vuelve a morder. Mastica. Saborea. Su mandíbula hace que su boca se mueva mientras disfruta del postre y me causa curiosidad cómo es que sus vellos brillan con intensidad oscura.
—¿Sueles venir regularmente a esta zona a vender? —Me pregunta él.
—Sí. Esta es la zona en la que yo suelo estar. Mis hermanos...
—¿Tienes hermanos?
—Tengo dos. Ellos también salen a vender.
—¿Y tú eres la que hornea?
—No. Es mi madre la que se encarga de elaborarlos y nosotros somos los que salimos a vender.
Medita en mis palabras, quizá en su mente está imaginando a mi familia.
—Y entonces, ¿estás libre por las tardes?
—Sí.
—¿Puedo invitarte a salir? Claro, te pagaré por tu tiempo.
Este hombre parecía querer ayudarme y, al mismo tiempo, me daba la impresión de que estaba un poco interesado en mí. ¿Eso estaba bien?
—¿Qué día quieres que salgamos?
—¿Mañana? Habrá un evento en un observatorio y me gustaría invitarte. Habrá lluvia de estrellas.
¿Lluvia de estrellas? ¿Acaso era una cita romántica? ¿Este hombre de donde había salido? Pensé que tal vez diría que le gustaría ir a un bar.
—Claro. Me parece bien.
...🦋🦋🦋...
—¿Puedo ir a verte? —Me pregunta Manuel.
Tengo el teléfono al oído y sostengo una regadera metálica. El agua cae sobre un helecho.
—Sí. Está bien.
—¡Genial! Ya estoy afuera de tu casa.
—¡¿Estás afuera?! —Me sorprende mucho lo que me acaba de decir.
—Sí.
Me acerco a la orilla de mi azotea y efectivamente, Manuel está de pie frente al portón de malla.
—Puedes entrar, yo estoy en la azotea.
Su mirada sube y me ve. Sonríe con amplitud y yo le saludo con emoción. ¡Estoy contenta! ¿Él es el motivo de mi sonrisa?
—Está bien. ¿Subo a la azotea?
—Sí. Estoy regando mis plantas.
Le toma unos minutos llegar hasta donde yo estoy. Cuando se acerca a mí, veo que en su rostro la felicidad se irradia en una sonrisa.
—¿Cómo te fue en tus clases? —Me ánimo a preguntarle.
—Bien. Mis profesores son buena onda.
—¡Me alegro!
El agua cae sobre una hoja elegante.
—¿Cómo te fue esta mañana? —Y al terminar de hablar, sus ojos se clavan en mis ojos.
Parece examinarme y yo no entiendo qué es lo que tanto mira.
—Fue una buena mañana —me limito a decirle.
—¿Aún conservas ese armazón? —Y señala mis anteojos.
—Ah. Sí.
Tuve que usar mi armazón de repuesto.
—¡Qué genial! Recuerdo que solías llevar esos anteojos a la secundaria.
—Sí. Los compré para el tercer grado. ¡Salieron muy buenos!
Manuel se acerca a mí, el agua chorrea sobre mis plantas y su mano sube a mi rostro. ¿Qué está pasando? ¿Qué está haciendo? ¿Por qué tocar mi rostro de esa forma?
—¿Tu moretón aún no desaparece? —Dice.
Siento que su pulgar acaricia mi hematoma, un dolor agradable comienza a dominar mi cuerpo.
—No. Aún no se me quita.
—¿Te duele? —Siento que presiona lentamente.
—Sí. ¡Pero me gusta!
Entonces, como un impulso natural, subo mi mano hasta su mano y hago que su tacto haga más presión sobre mi piel. ¡Duele! Siento ardor en lo más profundo de mi carne, pero, me agrada. ¡Esa sensación me encanta!
—¿Qué sientes? —Quiere averiguar.
—Me duele, pero siempre me ha gustado esa sensación. ¡Duele sabroso!
—¿De verdad?
—Sí.
Hago más presión que antes, el viento me golpea la cara y siento que una lágrima está por escaparse de mis ojos. La verdadera razón por la que mi hematoma no había desaparecido es que esta mañana, cuando Gustavo me empujó, me golpeé con mi canasta en el mismo lugar de mi herida.
—¿Por qué no tienes novio? —Su pregunta me hizo soltar su mano.
—Porque no he sentido la necesidad de tener un novio.
Pareciera que mi respuesta lo puso a meditar.
—Pero es que eres muy linda. ¿No te han hecho ninguna propuesta? ¿Qué hay de tu amigo Alán?
—Mi amigo Alán es un buen camarada, solo eso. ¡No hay más!
Y de pronto, una mariposa llega a mi jardín. ¡Alas blancas y pureza extrema!
—Yo hablé con mi ex —se animó a informarme.
—¡Superbién! —No añadí nada más.
Me aleje de él y busque la forma de acercarme sigilosamente a la mariposa que posaba con sus alas cerradas sobre una rama de geranio.
—Ella me insiste en que volvamos, pero yo no estoy seguro de eso.
—¿Tu corazón está indeciso?
—Sí. La vida me está permitiendo intentar ser feliz con alguien más.
Entonces, el cielo trono. La lluvia descendió sobre nosotros y sentí que el haber regado las plantas fue algo innecesario. ¡El cielo regó la vida en la tierra! Las gotas se impactaron con mi rostro y mirando el cielo infinito, sonreí. ¡Viví ese momento como si se tratara de un momento eterno!
—Mañana tendré una cita —le hago saber y no me da miedo pronunciarlo.
—¿Una cita?
—Sí.
—¿Con quién?
—Con Jonatán.
—¿Qué Jonatán?
—Un tipo agradable.