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La Campesina Y El CEO

La Campesina Y El CEO

Status: Terminada
Genre:Equilibrio De Poder / Traiciones y engaños / Amor Campestre / Completas
Popularitas:87.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria L C

Cuando el exitoso y temido CEO Martín Casasola es abandonado en el altar, decide alejarse del bullicio de la ciudad y refugiarse en la antigua hacienda que su abuela le dejó como herencia. Al llegar, se encuentra con una propiedad venida a menos, consumida por el abandono y la falta de cuidados. Sin embargo, no está completamente sola. Dalia Gutiérrez, una joven campesina de carácter firme y corazón leal, ha estado luchando por mantener viva la esencia del lugar, en honor a quien fue su madrina y figura materna.

El primer encuentro entre Martín y Dalia desata una tormenta: él exige autoridad y control; ella, que ha entregado su vida a la tierra, no está dispuesta a ceder fácilmente. Así comienza una guerra silenciosa, pero feroz, donde las diferencias de clase, orgullo y heridas del pasado se entrelazan en un juego de poder, pasión y redención.

NovelToon tiene autorización de Maria L C para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 9

Al terminar de comer, el ambiente en la mesa se tornó más serio. Tomás dejó el tenedor sobre el plato y se limpió las manos con la servilleta. Luego miró a Dalia, a Martín, y finalmente a la señora Elena.

—Tenemos que hablar —dijo con voz firme, aunque sin perder la calma—. Lo del becerro fue solo el principio.

Dalia frunció el ceño, dejando su vaso de agua a un lado.

—¿A qué te refieres?

Tomás se apoyó en la mesa con los codos, como si necesitara afirmarse en algo sólido para decir lo que venía.

—Anoche, mientras estábamos con el animal, algunos de los jornaleros vieron movimiento en el borde del rancho, no solo fue el látigo. Eran luces… sombras. No eran nuestros hombres. Alguien más está rondando.

—¿Estás diciendo que nos están vigilando? —preguntó Martín, tenso.

—No lo sé aún, pero no me gusta. Hay rumores de que quieren comprar estas tierras a cómo de lugar. Y ya sabes cómo se manejan esos tipos cuando algo se les atraviesa.

Doña Elena suspiró hondo, cruzando los brazos con fuerza.

—Este lugar ha resistido mucho, niño Martin. No dejaremos que nos lo quiten ahora.

Tomás asintió lentamente.

—Entonces hay que estar preparados. No solo con las manos, sino con la cabeza. Esta tierra tiene historia, y nosotros tenemos que defenderla. Juntos. —hablo firme Martin.

Dalia se incorporó en su silla, la determinación brillando en su mirada.

—Cuenta conmigo.

Tomás también asintió.

—Conmigo también.

Y así, en esa cocina impregnada de maíz y memoria, empezó una nueva etapa. Una lucha que no solo se daría en el campo, sino también en el corazón de cada uno de ellos.

—No lo sé aún —repitió Tomás—, pero hay rumores. Alguien está interesado en las tierras de los Casasola y… también las de tus padres señorita Dalia y no con buenas intenciones.

El silencio se apoderó del comedor. La señora Elena apretó los labios, conteniendo lo que parecía una mezcla de coraje y preocupación. Dalia la miró con inquietud.

—¿Crees que tenga que ver con lo que pasó con mis padres? —preguntó en voz baja.

Martín asintió lentamente.

—Antes de que tus padres murieran en ese incendio, han estado presionando con la compra de tus tierras y estás. El incendio no fue casualidad. Primero con ofertas disfrazadas de ayuda, luego con amenazas veladas. —hablaba Tomás, con nostalgia —No es coincidencia que los animales se enfermen, que las cercas aparezcan cortadas, que los pozos se contaminen.

Martin golpeó suavemente la mesa con el puño cerrado.

—¿Quién está detrás de eso? ¿Quién se atrevería a hacerle esto a los Casasola?

Tomás bajó la voz, como si temiera que las paredes escucharan.

—Dicen que es Genaro Montalvo. Él y su gente están detrás de varios terrenos en la región. Quiere expandir su influencia, controlar las rutas, el agua, el ganado... y no le importa cómo conseguirlo.

Dalia apretó los dientes.

—No lo vamos a permitir.

Martín la miró con seriedad.

—No, no lo vamos a permitir. Pero tenemos que ser listos. Esto ya no es solo un rancho, es una lucha por lo que nos pertenece. Y si no actuamos con cuidado, lo pueden arrebatar todo.

La señora Elena se levantó sin decir palabra y empezó a recoger los platos, pero su rostro estaba tenso. Cuando volvió a hablar, lo hizo con la misma firmeza con la que había criado a generaciones de trabajadores en esas tierras.

—Entonces habrá que pelear. No con armas, sino con inteligencia. Con corazón. Como lo hizo tu padre, una vez junto con la patrona Teresa, Dalia. Como lo haría cualquiera que ama esta tierra.

Martin bajó la voz, como si temiera que las paredes también escucharan.

—Voy a hablar con mi padre —dijo con decisión—. Él conoce bien los límites del terreno, los papeles, los convenios que se firmaron con los vecinos. Si alguien está tratando de meterse, lo vamos a saber. También voy a contactar a los abogados de la familia. Quiero que revisen todo: escrituras, registros, cualquier cosa que puedan usar en contra nuestra.

Dalia lo miró con alivio, aunque la preocupación no desaparecía de su rostro.

—¿Y mientras tanto? No podemos quedarnos con los brazos cruzados.

Martín asintió.

—Por eso quiero que ustedes dos —dijo mirando a Dalia y a Tomás— hablen con los jornaleros. Que estén atentos, que no se dejen intimidar si ven algo raro. Pero tampoco quiero enfrentamientos. Solo vigilancia y calma.

Tomás lo miró con respeto.

—Cuente con eso patrón. Los muchachos están usted. Solo hay que decirles qué hacer.

—Y tú, Dalia —añadió Martín con suavidad—, necesito que estés pendiente de los animales. Si vuelven a enfermar, quiero que lo sepamos al instante. Y si puedes, habla con el veterinario. Quiero un informe, algo que podamos usar si esto va más allá.

Ella asintió, decidida.

—Haré lo que sea necesario.

La señora Elena, que había permanecido en silencio, finalmente habló:

—Este rancho se ha levantado con trabajo y honor. No lo vamos a perder por culpa de cobardes que se esconden en la oscuridad.

Martín la miró con orgullo.

—Eso mismo, señora Elena. Que se preparen, porque no nos vamos a rendir.

Tomás miró a Martín con sinceridad, mientras se recargaba en el respaldo de la silla.

—Fue bueno que llegaras, Martín. Con tu apoyo podemos hacerle frente a esto. La verdad, solos no podríamos. La señorita Dalia, aunque es la representante de la hacienda, no tiene el poder para enfrentarlos... al menos no como ellos juegan.

Dalia alzó una ceja y sonrió con cierta picardía.

—Poder no —dijo con voz tranquila—, pero tengo dos buenas manos… y un rifle que me dejó mi madrina, con el que ahuyentaba a los coyotes.

La señora Elena soltó una risa contenida mientras recogía los platos.

—Y bien que sabía usarlo esa mujer —comentó con nostalgia—. Más de uno pensó dos veces antes de meterse con esta tierra.

Martín sonrió, relajando un poco la tensión del ambiente.

—Entonces no estamos tan desarmados —dijo—. Entre abogados, manos firmes y rifles con historia… vamos a defender lo que es nuestro.

Dalia lo miró con decisión.

—Eso es lo que haría mi padre y mi madrina. Y no pienso hacer menos.

Tomás se levantó, se colocó el sombrero y miró a todos con firmeza.

—Me voy a organizar a los muchachos. Si me necesitan, me avisan. Vamos a cuidar estas tierras, como lo haríamos con nuestra propia familia.

—Gracias, Tomás —dijo Martín mientras le daba un apretón de manos—. Confío en ti.

Tomás asintió, luego se despidió de Dalia y la señora Elena con una leve inclinación de cabeza, y salió por la puerta trasera rumbo al campo.

En cuanto se fue, Martín se dirigió al despacho de su padre. Caminaba con paso seguro, pero el peso de la responsabilidad se notaba en sus hombros.

—Papá —dijo con voz grave—. Tenemos que hablar. Es sobre las tierras.

Mientras tanto, en la cocina, Dalia se había quedado con la señora Elena. Ambas lavaban los platos en silencio, compartiendo esa calma momentánea que solo se da después de una tormenta... o justo antes de otra.

—Esa gente no sabe con quién se está metiendo —dijo Elena, con el trapo entre las manos—. Aquí todavía hay corazón.

Dalia asintió sin levantar la mirada del agua jabonosa.

—Y también fuego, señora Elena. Si buscan guerra… la van a encontrar, que a veces se esconde en las tareas simples.

Dalia enjabonaba un plato con movimientos lentos, como si cada vuelta de la esponja le ayudara a ordenar sus pensamientos. La señora Elena, a su lado, enjuagaba y secaba, con esa paciencia que solo dan los años y la experiencia.

—Parece que todo se está complicando —dijo Dalia al fin, sin levantar la mirada.

—Siempre se complica antes de mejorar —respondió doña Elena, con sabiduría tranquila—. Pero no estás sola, hija. Ahora está Martín. Y Tomás es leal. Eso vale oro.

Dalia suspiró.

—Lo sé. Solo que a veces siento que no basta. Ser la representante de la hacienda no significa nada cuando allá afuera hay gente con poder, dinero y malas intenciones.

La señora Elena dejó el trapo sobre la mesa, se giró y le puso una mano en el hombro.

—No subestimes tu lugar, ni lo que representas. Esta tierra te reconoce. Y eso, a la larga, también impone respeto.

Dalia le sonrió con gratitud.

—Gracias, señora Elena. No sé qué haría sin usted.

—Lavarías peor los trastes, eso seguro —bromeó la mujer, y ambas rieron por un instante, como si con eso se abriera una rendija de esperanza.

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Alhelí
María LC gracias por compartir ese talento de escribir que tienes
quedo al pendiente de tu próxima aventura
Alhelí
me fascino la historia donde el amor triunfa por ensima del odio y la union de dos familias que dejaron su pasado atras para unirse en ese amor
Alhelí
maravillosa historia llena de amor familiar😍😍
Alhelí
hermosa novela 😍😍
Alhelí
Emotiva la ceremonia de bodas, y los papas de Emiliano no asistieron a la boda
Alhelí
sorprendente la entrada de Emilio, hermosa propuesta de matrimonio 😍😍
Alhelí
Emilio amas muchísimo a Mariana pero las advertencias no estan de mas
Alhelí
el amor debe ser limpio no deberia llevar la carga de los problemas de los antepasados
deldel
Dice Martín que hay vacíos en su vida que no los tiene claros y el papá de Martín le dice a Dalia que hay secretos que no se han develado para proteger a alguien.
Ojalá que no haya sido Martín de pequeño quien haya provocado el incendio y ese sea uno d los secretos y que por eso Martín tenga sus vacíos sin entender !!
deldel
Solo necesita mínimo pedir las cosas por favor, o contratar a alguien para que lo atienda, por que finalmente él es el dueño su abuela se la heredó.
Alhelí
Espero que sus padres no se oponga Mariana y Emilio pueden vivir su amor sin llevar el peso del pasado
Alhelí
Quién será ese Salvador será algún Montalvo
Alhelí
El tiempo pasa y los hijos crecen duele cuando se van lejos de nosotros pero hay que entender que ellos tienen que formar su propio camino
Alhelí
la hacienda está llena de paz y amor y la familia creciendo
Maria Angelica Guillaume
Siempre pienso, porque las novizorras los dejan plantados en el altar, porque no avisarles antes para no dejarlos en ridiculo?
Yuly Ponce
Una historia hermosa que me llegó al alma 💕 felicidades autora 👏👏👏👏👏👏👏❤️
Luci Moya
excelente novela muchas felicidades
Lety
Que fácil es mentir 🤦🤦
Lety
Se enamoro de él siendo una niña 🥰🥰🥰que emoción
Lety
😂😂😂😂😂😂en su vida ha cocinado algo😂😂😂😂😂
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