— ¡Aaaaahhhh! —grité aterrorizada. Mi cuerpo reposaba en la cama ensangrentada. ¿Cómo es posible si yo estoy aquí?
— ¿Por qué me haces esto? ¡Termina de mostrarte de una vez por todas! ¿Qué es lo que quieres de mí? ¡Te divierte jugar conmigo! —grité con todas mis fuerzas, pero no hubo respuesta alguna, solo un silencio perturbador.
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Hay un pequeño detalle: yo deseo tener un heredero.
— ¿Qué es lo que usted desea a cambio de un matrimonio que resulta tan beneficioso para mí? —las palabras de Madeleine se pronunciaron con un matiz de sarcasmo.
— Las relaciones de su familia más allá del imperio —respondió el duque. Ante esta afirmación, Madeleine esbozó una amplia sonrisa irónica.
— Hay un pequeño detalle: yo deseo tener un heredero. El marquesado Marcellus no puede quedarse sin sucesores. Si no compartimos el lecho conyugal, tendré que optar por un método un tanto convencional —comentó Madeleine, mirando directamente a los ojos del duque.
— ¿Piensa tener un amante? Desde ahora le digo que no podrá ser posible —contestó el duque, apretando la mandíbula con fuerza. ¿Cómo se atrevía a pedirle un amante?.
— Reflexione, duque; no busco un amante, sino un hombre que me proporcione lo que anhelo, y eso es un hijo. Necesito un heredero para el marquesado, además de desear mi propia descendencia. Mientras yo me dedico a la procreación de mi hijo, usted podría satisfacer sus necesidades con cortesanas; sería un acuerdo beneficioso para ambas partes. Una vez que obtenga lo que deseo, usted deberá renunciar a las cortesanas— Madeleine era consciente de que estaba navegando en aguas peligrosas, pero recordaba que el duque mostraba poco interés por las mujeres de la vida galante.
— Eso no será posible, milady —replicó el duque, esforzándose por conservar la compostura, ya que la joven presentaba ideas que resultaban inaceptables.
— Entonces, el divorcio será inminente —afirmó Madeleine, manteniendo firme su postura.
— ¿Preferiría ser una mujer divorciada en lugar de una duquesa? —el duque se mostraba aún más desconcertado.
— Seamos sinceros, duque; usted no tiene la intención de procrear nuevamente. Aunque el matrimonio pueda parecer una opción beneficiosa, yo le ofrecería las conexiones de mi familia, lo que permitiría que nuestro hijo se convirtiera en un duque de gran poder, restaurando así la gloria perdida del ducado Carter. Nuestra hija, por su parte, sería la flor de la sociedad, vinculándose con los descendientes de los nobles más influyentes. Sin embargo, ¿qué obtendría yo de esto? ¿Renunciar a la posibilidad de tener mi propia descendencia? Al casarnos, sus hijos pasarían a ser míos, y yo los llevaría a la cúspide del poder. Pero, ¿qué sucedería con mi propio linaje? — Madeleine no estaba dispuesta a ceder; anhelaba tener en sus brazos a su hijo, ese pequeño que no llegó a nacer. Haría lo que fuera por recuperar todo lo que le habían arrebatado.
— Ledy Vitaly, no permitiré que tenga un amante; yo podría proporcionarle el hijo que tanto anhela, pero no espere amor de mi parte. — El duque se vio obligado a ceder, ya que Madeleine no representaba un peligro para sus pequeños, siempre que ella estuviera dispuesta a aceptar a sus hijos como propios. Lo mínimo que podía hacer era concederle lo que ella deseaba.
Madeleine emitió una risa estruendosa que dejó al duque perplejo.
— Duque, usted no es un hombre a quien le pueda entregar mi corazón; su frialdad hace inviable la posibilidad de experimentar un amor profundo, aquel que se siente en el cuerpo y en el alma, que se arraiga en los huesos. Con usted, me limitaría únicamente a satisfacer nuestros intereses mutuos —expresó Madeleine con una leve sonrisa.
— ¿Cómo puede estar tan segura de que no podría enamorarse de mí? Muchas mujeres lo han hecho sin que yo les dirija siquiera una mirada —inquirió el duque, visiblemente irritado, pues era la primera vez que enfrentaba un rechazo absoluto.
— No me traicionaría a mí misma al pretender que no aprecio los detalles, o a un hombre rendido a mis pies, un hombre con el que pueda entregarme sin restricción alguna, al que pueda amar fervientemente. Las mujeres suelen valorar de usted su estatus de duque, su robusta figura y su atractivo físico; sin embargo, para mí, nada de eso resulta suficiente.— Madeleine no se dejaría amedrentar con facilidad.
— ¿Le gustaría que procreáramos en nuestra primera noche? —inquirió el duque, desviando la conversación, sin percatarse de que su interés por su futura esposa comenzaba a intensificarse.
Madeleine no entendía cómo este hombre tocaba temas tan delicados con tanta ligereza.
— No es necesario. Pretendo dormir hasta tarde ese día; cuando me deshaga de cierto estorbo, podremos comenzar con ese tema —las palabras de Madeleine suscitaron una mayor curiosidad en el duque.
— ¿Posee alguna otra condición? —inquirió el duque con evidente ansiedad.
— Por supuesto, no nos alojaremos en habitaciones separadas —afirmó Madeleine con determinación.
— ¿Desea que compartamos la misma alcoba? —el duque no pudo contener su sorpresa, evidenciando su desconcierto ante tal solicitud.
— Sin duda, en mi familia es una tradición que no tengo intención de quebrantar —Madeleine no se imaginaba durmiendo junto al duque, pero, para evitar levantar sospechas, era imperativo que los empleados difundieran el rumor de que los duques estaban profundamente enamorados.
— Siempre y cuando no perturbe mi descanso, estoy de acuerdo —comentó el duque con una actitud fría.
—Prepare una cama más amplia; me agrada dormir con comodidad —manifestó Madeleine con una sonrisa.
— Mañana hablaré con su padre para formalizar el compromiso —indicó el duque, consciente de la posibilidad de que el progenitor de la joven pudiera establecer otro compromiso que anulara el acuerdo verbal que ambos habían convenido.
— Yo hablaré con él hoy, para evitar que corra el riesgo de que rechace su propuesta —expresó Madeleine, consciente de que ese sería el paso más complicado: convencer a su padre.
El duque asintió, conduciendo nuevamente a la joven hacia la mesa de té, mientras su hijo lo seguía, absorto en sus pensamientos. Aunque no había escuchado nada, podía intuir lo que estaba por suceder.