Cyra, Mi Segunda Oportunidad

Tras tomar esa decisión, César comenzó a actuar en consecuencia, comenzado con mandarle mensajes a Cyra, le deseaba buenos días y buenas noches sin falta cada día, también le preguntaba lo que había hecho en su día a día, de igual manera comenzó a ir a recogerla a la universidad siempre que podía, y es que en una de sus conversaciones el joven le pidió su horario a Cyra, para así poder compararlo con el suyo, ya que ambos iban a distintas universidades, que se encontraban un poco retiradas la una de la otra.

Al checar el horario de Cyra, César se dio cuenta de que eran muy similares en lo que respectaba a los horarios, así que podía pasar buen tiempo a lado de Cyra y así poder conquistarla, a partir de allí, César pasaba a verla al menos tres veces entre semana, en donde la llevaba a algún sitio antes de llevarla a su casa, estos paseos eran cortos, ya que ambos necesitaban realizar sus deberes, por lo que no podían extenderse demasiado, pero aun así César intentaba hacer de cada día algo especial.

Para cuando llegaban los fines de semana, Cyra y César pasaban casi por completo ambos días juntos, y es que César la llevaba a conocer diferentes lugares alrededor de la ciudad, lugares que le fascinaban a Cyra.

Otra cosa a la que César le daba prioridad era a conocer a Cyra, por lo que se interesaba en todo lo que ella decía, también le hacía preguntas para conocerla mejor, y de igual manera le contestaba las preguntas que la chica le hacía y si bien había cosas de las que no estaba del todo orgulloso, el aun así se las decía, y es que César prefería decirle todo él, a que Cyra se enterara en otro lado, para su no sorpresa, Cyra nunca lo juzgo, lo que en César reafirmada la idea que de Cyra era la definitiva para él.

Pero como no todo puede ir bien, había actitudes en Cyra que levantaban las alarmas de César, y es que Cyra actuaba como él, cuando su padre comenzó a maltratarlo, pero por lo que Cyra le contaba de sus padres, ellos la amaban, y no perecía mentir, ya que cuando hablaba de sus progenitores sus ojos se iluminaban y tus ojos no brillan así cuando hablas de alguien que te maltrata, lo que le llevaba a César preguntarse, ¿quién había herido a Cyra?, ¿algún exnovio?, César no podía imaginarse quien habría sido, pero esperaba a que Cyra le tuviera la suficiente confianza y se lo dijera.

Por su parte, Cyra noto las nuevas atenciones que César estaba teniendo con ella, y aunque al principio no les dio importancia, ahora cada detalle que César hacía por ella significaba todo para la chica, quien era consciente de que se había enamorado, pero a pesar de ser consciente de sus sentimientos, Cyra no hacía nada, ya que así como se sentía indigna del amor de sus padres, se sentía indigna del amor de César, pero aun así no detenía los avances del chico y es que estar a su lado la hacían sentir muy feliz, y eso era algo que no quería perder, además de que había una parte de ella que le decía que se dejara amar y que permitiera ser feliz, esa parte le hablaba durante el día haciendo sentir a Cyra que debía dejar todo su pasado atrás, pero en las noches, los recuerdos la inundaban y volvía a sentirse mal consigo misma, creando un ciclo que le impedía a Cyra avanzar.

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Ya habían pasado dos meses desde que César comenzó a cortejar a Cyra, y esta noche la joven había decido invitar a César a cenar con sus padres, y es que en el trascurso de esos dos meses, Cyra se dio cuenta, que como con sus padres, ella no podía ni quería renunciar al amor que sentía por César, por lo que a partir de ese miento intentaría que sus pesadillas no le afectaran, simplemente las ignoraría y seguirá adelante, pero ante todo, mantendría si vida anterior en secreto, puesto que temía que tanto sus padres, como César, dejaran de tenerle afecto si se enteraban de lo que había hecho y era a eso a lo que en realidad Cyra le temía.

- Me alegra saber que al fin decidiste invitar a César a comer a casa, tenía muchas ganas de conocerlo formalmente, ¿ya son novios? – le pregunta Mara a su hija.

- Aún no, solo somos amigos, nos estamos conociendo – le dice Cyra a su madre.

- Tu madre y yo no tardamos tanto en saber que estábamos hechos el uno para el otro, y tú eres nuestra hija, así que si lo sientes, ve a por él – le dice Raúl.

- No como mi padre, deberías estar en contra del chico que me gusta – le dice Cyra a su padre.

- Hija, cualquier hombre que te haga sonreír así, vale la pena, aunque eso sí, tendré unas palabras con él, pero no ahora, esperaré a que sean novios, lo último que quiero es asustarlo – le dice Raúl a Cyra y ante sus palabras los tres miembros de la familia ríen.

Para Raúl y Mara, César era el hombre perfecto para su hija, y es que desde que el apareció en la vida de Cyra, la chica sonreía más seguido, y no hablaban de aquellas sonrisas falsas que les daba, sino de sonrisas auténticas, y eso era algo que aliviaba el corazón de ambos padres, quienes ante todo, deseaban la felicidad de su hija, y si esa felicidad estaba acompañada de César, lo recibirían con los brazos abiertos.