Editando Mi Propia Historia.

**Oficina privada de Erick – más tarde esa misma noche**

Erick estaba de pie junto a la barra, sirviéndose un whisky. El hielo tintineó en el vaso mientras Nicolás Herrera se dejaba caer en el sillón frente a su escritorio, con la chaqueta del traje desabrochada y la mirada astuta de quien viene con novedades.

—¿Y bien? —preguntó Erick sin rodeos, dándole un sorbo a su copa.

—Es lista. Muy lista —respondió Nicolás con una media sonrisa—. No se inmutó, pero sé que la tocó lo que le dije. Y eso confirma que hay algo.

Erick dejó la copa sobre la mesa con más fuerza de la necesaria.

—¿Cuál es su verdadero nombre?

—Abigaíl Ferrer. Confirmado. La chica del escándalo con Leonardo Dupont hace cinco años. La misma que desapareció del mapa tras romper el compromiso y ser humillada públicamente por su propia familia. La misma que, según algunos registros, viajó por Europa sin rumbo fijo. Y ahora... está aquí, jugando a ser otra.

Erick frunció el ceño, apoyándose contra el escritorio.

—¿Qué busca?

—Eso aún no lo sé. Pero no está aquí solo por trabajo, eso es evidente. Se está escondiendo… o preparando algo. Y te eligió a ti, Erick. No es coincidencia.

Erick desvió la mirada hacia la ventana. Su reflejo lo observaba desde el vidrio como un juez mudo.

—Ella me dijo que fue herida, traicionada. Que quiso empezar de nuevo. Y no lo dudo. Pero hay algo más. Me mira como si me conociera desde antes… como si supiera cosas que no ha dicho.

Nicolás se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas.

—Entonces juega su juego. Pero con reglas tuyas. Déjala pensar que está llevando el control. Que su disfraz funciona. Mientras tanto, yo sigo hurgando.

Erick asintió despacio.

—No voy a exponerla... todavía. Quiero saber cuánto está dispuesta a revelar por sí misma.

—¿Y si no lo hace?

—Entonces le mostraré que yo también sé jugar.

— Solo quiero que me digas que estás seguro de esto. Amigo te conozco muy bien, y sé que la mujer de hace cinco años te logró quitar hasta el sueño. Estuviste buscándola por meses e incluso gran parte de que aún estés soltero es por esa mujer...

— No exageres.

— ¿No? Erick dime una cosa, ¿Qué harías si ella te confirma que es esa mujer?

Erick desvió la mirada como queriendo evadir esa respuesta...—No lo sé —confesó finalmente, en voz baja, casi como si admitiera algo que no quería enfrentar—. Parte de mí... quiere que sea ella. Pero la otra parte teme que todo sea una farsa. Una trampa más.

Nicolás soltó un leve resoplido, cruzándose de brazos.

—Mira, hermano, no eres un tipo fácil de sacudir, pero esa mujer te marcó. Y si resulta ser la misma… bueno, más te vale estar preparado.

Erick tomó su copa otra vez, girando el vaso entre los dedos.

—No es venganza. No lo siento así. No viene con odio. Es más complejo.

—¿Y tú? —preguntó Nicolás, mirándolo fijo—. ¿Qué sientes cuando la ves?

Erick se quedó callado. Luego, levantó la mirada, seria y cargada de algo que ni él mismo terminaba de entender.

—Siento... que ya no puedo seguir ignorándolo. Necesito saber si es ella.

Nicolás asintió lentamente.

—Entonces juega bien. Porque si ella vino a buscar algo, y ese algo eres tú, lo va a intentar hasta el final. Y si tú caes, que sea sabiendo en qué estás entrando.

—No voy a caer —respondió Erick con un deje de ironía.

Nicolás sonrió, divertido.

—Claro que no. Tú solo te vas a dejar llevar un poco... lo justo para ver qué tanto arde el fuego.

Erick soltó una breve risa seca, sin humor y luego ambos guardaron silencio. Nicolás lo observó unos segundos más, luego se levantó, acomodándose la chaqueta.

—Te aviso si aparece algo más. Mientras tanto… mantente frío, Black. Que la tormenta apenas empieza.

Y con eso, salió de la oficina, dejando a Erick a solas con su reflejo, su copa medio vacía y el nombre de Abigaíl Ferrer repitiéndose como un eco en su mente.