Después de caer inconsciente Valeria, una exitosa cirujana de 34 años, despierta en el cuerpo de una joven noble llamada Mu Wanru, en una distancia ficticia inspirada en la antigua China. Mu Wanru ha sido envenenada por sus hermanastras.
Ahora atrapada en un cuerpo frágil y en una corte plagada de intrigas. Valeria deberá usar su mente moderna y sus conocimientos médicos, su carácter fuerte para sobrevivir. Sin intención de convertirse en la concubina de nadie y menos de un emperador cruel.
Pero un general frío y distante con oscuros secretos, se interpondra en su camino y en su corazón.
¿Qué hará Valeria para poder sobrevivir?
¿ Quién será ese General?
Te invito a leer esta increíble historia, llena de intriga, romance y pasión.
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Encuentro en el palacio imperial
La llegada de los carruajes al palacio de cristal fue como una coreografía real. Cada noble, cada familia, descendió con gracia y calculada elegancia, sabiendo que aquella fiesta de otoño no era simplemente una celebración, era un campo de batalla silencioso donde se definian alianzas, se forjaban matrimonios y se sellaban futuros.
El aire estaba impregnado de incienso de loto y hojas de árboles ginkgo flotaban en el aire, acompañando la estación con su danza dorada.
Músicos de la corte ejecutaban melodías suaves que parecían acompasar los latidos nerviosos de quienes caminaban por los senderos de piedra tallada.
Wanru bajo del carruaje escoltada por su abuela y la nueva concubina de su padre. Su vestido, un hanfu celeste bordado en plata, ondeada con la brisa otoñal. No llevaba joyas ostentosas, pero su presencia era firme, casi hipnótica. La abuela Mu alzó la cabeza con orgullo, consciente de las miradas que se pasaban sobre su nieta.
A unos metros, en el pórtico oriental, Xie Liangchen observaba con frialdad contenida. Vestía su armadura militar de general imperial, negro con detalles dorados, y una capa carmesí ondeaba a su espalda. Su porte era majestuoso, su rostro inexpresivo, pero al verla un leve destello cruzó sus ojos.
Es ella, pensó sin querer, mientras sus dedos se tensaban tras la espalda.
Wanru también lo vio, y su corazón dio un salto tan poderoso que casi olvido respirar.
Su abuela notó la mirada de su nieta, palmeo suavemente su mano,--- ese es el general Xie Liangchen, ---
Nunca antes lo había visto en persona, solo había escuchado historias de su valentía, su frialdad y su lealtad al trono. Recuerda lo que leyó en sus viejos libros, pero nada de eso le había preparado para ese instante.
El hombre que la miraba era el mismo que había estado en el bosque aquella tarde.
El destino es caprichoso, pensó Wanru.
En los salones del palacio, todo estaba preparado, las mesas estaban adornadas con frutas escarchadas, rollos de dulces, copas de jade y fuentes con pasteles de loto. La Emperatriz, vestida con tonos marfil y oro, recibió a los invitados con una sonrisa diplomática. A su lado, varias damas de alto rango cuchicheaban al ver entrar a la familia Mu.
---- Ahí viene la doctora celestial,---
--- Dicen que es hija de una concubina,---
--- Pero la matriarca Mu la trata como si fuera la heredera,---
La Emperatriz calló esos rumores con una simple mirada, cuando Wanru llego frente a ella e hizo la reverencia, la soberana sonrió de forma enigmática.
--- Así que tú eres la joven que curo al general Xu, he oído hablar de ti Wanru,--- dijo la Emperatriz
--- Su majestad es generosa con sus palabras, solo cumplí con mi deber como médica, no merezco tanto reconocimiento,--- respondió Wanru con serenidad
La Emperatriz entrecerró los ojos, había algo en esa joven que escapaba a las normas sociales. Una mezcla de dignidad y humildad, como si no necesitara que la validaran.
Cuando Liangchen se presentó, la sala entera guardo silencio, su figura imponía respeto incluso entre los viejos generales, la Emperatriz lo recibió, su rostro no puede disimular que no tiene simpatía por él.
---- Sobrino has regresado, eso es bueno, ahora tu madre no estar sola,--- dijo la Emperatriz
--- Majestad es un honor servir al imperio,--- Laingchen hizo una reverencia impecable.
La Emperatriz alzó una ceja con picardía, --- también estás aquí por tu prometida, ¿no es así?,---
Liangchen callo, su mirada se deslizó hacia Wanru, que seguía al lado de su abuela, durante un segundo, el tiempo se detuvo.
La Emperatriz lo noto y sonrió con cierta maldad sin que se dieran cuenta.
Durante el banquete, los asientos estaban dispuestos de acuerdo con el estatus y el favor imperial. La familia Mu ocupo una mesa cercana al trono, señal de respeto y reconocimiento, Liangchen estaba en la mesa de los generales, pero no dejaba de observar, a la joven de vestido celeste.
No podía dejar de pensar en el bosque, en su voz, en sus ojos.
Wanru, por su parte, se mantenía serena, pero dentro de ella, todo era una tormenta, ¿él la recordaba? La habría reconocido qué ella era la joven que cayó sobre él en el bosque.
Cuando el Emperador finalmente hizo su aparición, todos se inclinaron. Era un hombre de rostro sereno pero mirada afilada, un estratega qué había sobrevivido a traiciones y guerras internas.
--- Hoy, celebramos la cosecha, la armonía del reino y también el futuro de nuestra dinastía,--- su voz resonó por el salón.
Se hizo un silencio expectante.
--- Deseo anunciar formalmente el compromiso entre mi sobrino, el general Xie Liangchen, y la señorita Mu Wanru, reconocida por su virtud,--- dijo el Emperador
El corazón de Wanru se detuvo un instante, Liangchen bajo la cabeza, su rostro impenetrable. La abuela Mu sonrió con discreta victoria.
Pero no todos aplaudieron con entusiasmo, varias hijas de otros ministros bajaron la mirada, frustradas. Una joven frunció los labios y desde una mesa más alejada, Gao An, la joven del campamento militar, sintió que su pecho se comprimía.
Ella no es digna de él, pensó luchando por contener las lágrimas.
Tras el anuncio, la Emperatriz propuso una pequeña danza tradicional como acto simbólico de unión. Las parejas prometida debían bailar como muestra de armonía.
Wanru no tuvo opción, fue escoltada hasta el centro del salón, donde Liangchen ya la esperaba. Cuando sus miradas se cruzaron, fue como si el bosque los envolviera de nuevo.
----¿Fue usted quien cayó sobre mí aquella tarde?,--- pregunto Liangchen en voz baja, mientras tomaba su mano
Ella lo miró sorprendida, --- ¿y usted el que robó mi quietud bajo los árboles?,---
Ambos sonrieron, apenas.
Y cuando comenzaron a danzar, ya no eran solo el general y la hija ilegítima. Eran dos almas que
se habían buscado sin saberlo, que se habían salvado sin proponérselo.
Y aunque el salón seguía lleno de murmullos, de ojos curiosos, de corazones envidiosos, ellos solo se veían el uno al otro.
Porque a veces, incluso en medio del deber, el destino encuentra su camino.