Tras quedarse dormida en el baño de su casa Blair se despierta en un lugar completamente desconocido y peor aun se había dado cuenta que se encontraba en el cuerpo de una extra en uno de los libros que leyó.
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10: Bandidos
Tal como indicó Aelin, al día siguiente recibió una carta de Alethea que la invitaba a su finca.
—¿Saldrás? —Asintió antes de escuchar las palabras de su madre. —De acuerdo, haré que te preparen un carruaje —Sonríe aliviada al ver que su mamá no se oponía.
En unos segundos, el carruaje estaba listo. Aelin se despidió de su madre, mientras que su padre y Celia se encontraban en el campo, practicando.
El cochero se puso en marcha mientras la chica observaba las afueras al levantar las cortinas.
—Señorita, llegamos —La chica sonrió y bajó del carruaje. Ahí estaba Alethea esperándola. Ambas se saludaron, y la chica la invitó a entrar.
Ya pasado un rato, ambas se encontraban en el jardín, mientras que una doncella servía el té.
—Entonces, tus padres están en contra de que rompas el compromiso —Alethea asintió, y Aelin tomó su taza, saboreando el té.
—Sí, pero no solo eso. Como mi matrimonio fue un edicto imperial del antiguo emperador, es imposible romperlo. Los edictos imperiales no se pueden desafiar —Aelin asintió, escuchando atentamente las palabras de la chica. —¿Cómo pretendes ayudarme? —preguntó Alethea.
—Primero que todo, dejemos esa formalidad, querida —sonrió Aelin con amabilidad—. Solo llámame por mi nombre.
—Si ese es el caso, entonces por favor, llámame también por mi nombre.
—Y sobre el plan, ¿no tienes a alguien que te guste? ¿Otro hombre cerca que no sea el príncipe?
—Nunca me he acercado a nadie además del príncipe. ¿Pero eso qué tiene que ver? —Aelin suspiró, ya que el plan requería que Alethea tuviera a alguien más además del príncipe, pero eso no parecía ser el caso. Por lo cual tendría que ir por el plan B, y eso significaba pedirle ayuda a Magnus.
—Ya veo.
—¿Entonces?
—Tendré que hablar con el emperador y pedirle ayuda en este caso.
—¿El emperador? —Alethea abrió los ojos sorprendida, ya que hablar con el emperador no era algo fácil de hacer.
—No te preocupes, lo conseguiré. — Aseguro.
—Tengo que hacer que mis padres acepten que rompa el compromiso.
—Ellos no tienen por qué aceptar. Al final de cuentas, quien tiene el compromiso con el príncipe y algún día podría llegar a casarse eres tú. Esta es tu decisión, Alethea —Alethea sabía que Aelin tenía razón, pero ella más que nadie conocía a su familia. Ellos decidían por ella en cualquier momento y nunca la consultaban. Pero como dijo Aelin, esta era su vida, y ella algún día tendría que casarse con el príncipe, viviendo una vida miserable a su lado. Y no estaba dispuesta. —¿Estás dispuesta a romper el compromiso?
—Sí — Murmuró con determinación —. Estoy dispuesta a romper mi compromiso con el príncipe.
—¿Qué compromiso? —La chica se dio vuelta rápidamente al ver a su madre caminando hacia ella. La mujer parecía haber escuchado sus palabras. —¿Acaso perdiste la cabeza, niña? Sabes lo importante que es ese compromiso para nosotros — Exclamó su madre.
—Exacto, para ustedes, no para mí. Ese compromiso no ha hecho más que hacer mi vida miserable. Tengo que estar detrás de un hombre que nunca me amó y nunca lo hará.
— Alethea.
—Sé que no lo entenderás, madre, porque no es tu vida ni menos tu futuro, pero es la mía y yo no quiero ese futuro ni menos esa vida para mí. No quiero tener que esperar a un hombre que ni siquiera vale la pena, como el príncipe Daylon. Merezco a alguien mejor que ese hombre.
Aelin sonrió orgullosa de las palabras de la chica. En el libro, si ella hubiera seguido ese camino, ahora que está tomando, no hubiera terminado con un final trágico.
—Sabes que tu padre no estará de acuerdo con esto.
—No necesito que él esté de acuerdo. Esta es mi vida, y yo decidiré qué camino seguirá mi vida, no el camino que mi padre elige.
«Tal vez si desde el principio Alethea hubiera tenido alguien que la apoyara, no hubiera terminado de esa manera en el libro», pensó Aelin para sí misma.
—Recapacite, madre. No quiero que ni tú ni padre decidan mi destino ni a dónde me dirijo. Eso lo haré yo —Sonríe.
***
—Gracias por todo, Aelin —Alethea sonríe feliz, tomando la mano de la chica. —Fuiste como mi ángel. Apareciste cuando más te necesitaba. Realmente te lo agradezco.
—Solo te ayudé a decidir por ti misma y pensar en lo que quieres, pero todo lo hiciste tú. Al principio pensé que me terminarías insultando por ser entrometida —Suelta una risa. —Me alegra haber podido ayudarte, Alethea.
—Tengo algo que pedirte, pero no sé si aceptará.
—Por supuesto, dime. Lo aceptaré siempre y cuando no sea asesinar a alguien —Ambas sonríen.
—Podemos ser amigas —Aelin la miró confundida. —Me agrada mucho y no me gustaría que esta fuera nuestra primera y última reunión. Me gustaría conocerte más —propuso la peli morada
—Pensé que ya lo éramos —Aelin, ríe
Y Alethea sonrió avergonzada.
—Toma —Aelin, mirando el látigo. —Sé que probablemente no lo usarás, pero quisiera regalarte algo para darle comienzo a nuestra amistad. —Estuvo por hablar cuando Alethea continuó. —No lo puedes rechazar.
—No lo iba a hacer —Sonríe tomando el látigo. —Gracias, es precioso. Pero yo no tengo nada que regalarte en este momento.
—No te preocupes, ya hiciste suficiente ayudándome a reflexionar.
Aelin se despidió de la chica, subiendo al carruaje que se encontraba esperándola. Sonrió feliz, sabiendo que tal vez el destino de la villana podría cambiarse.
Frunció el ceño cuando el carruaje se detuvo abruptamente. Si no se hubiera sostenido a tiempo, se hubiera golpeado la cabeza.
—¿Qué está pasando? —Levantó la cortina del carruaje y se sorprendió al ver un grupo de hombres sobre sus caballos, los cuales tenían espadas.
—Una señorita noble —dijo el jefe de ellos, sonriendo.
Dntendió de inmediato que se trataban de bandidos, y para su mala suerte, la tenían acorralada.
—Señorita, no baje del carruaje —advirtió el cochero. A pesar del miedo, la chica hizo caso omiso a sus palabras y bajó del carruaje, con una mirada seria.
—¿Qué es lo que quieren? —preguntó con firmeza.
Ante la pregunta, el grupo de bandidos se miraron entre sí, para luego estallar en carcajadas.
—Pero vaya, vaya, una señorita noble valiente. Qué tal, no solo queremos tus joyas, sino también a ti — Insinuó el jefe, señalándola.
—Qué tal si nos divertimos contigo primero —dijo otro de los bandidos, bajando del caballo y acercándose a Aelin.
—Solo tienes que ser obediente, si no quieres morir —Murmuró el bandido con una sonrisa escalofriante acercando su mano para tocar a Aelin.
Sin embargo, un cuchillo clavó en la palma de su mano, y su grito resonó por todo el lugar.
—Lo lamento, caballeros, pero eso de ser obediente... —Aelin sonrió de lado, sacando el cuchillo de la mano del bandido sin ningún miedo. —No es lo mío —Saca el látigo que Alethea le había regalado, golpeándolo contra el suelo, causando que los caballos de los bandidos rechinaran.
gracias por compartir tu talento 🫂✨🌹✨🪻✨🌷🍀