Mi Tío Kostas

Athina no lo puede creer. Su tío Kostas tomó la iniciativa de besarla. Cuando Kostas cortó el beso, Athina pensó que se iba a arrepentir de haberla besado.

—¿Qué me has hecho, muñeca? ¿Qué me has hecho? —Murmuró Kostas y siguieron bailando y, al terminar esa canción que jamás olvidara Athina, se sentaron de nuevo en la mesa.

Kostas estaba eufórico, no pensaba con claridad y lo único que quería esa noche era disfrutar.

Athina tomó su copa y le pasó a Kostas la de él.

—Un brindis por esta noche, deseo que nunca se acabe y que mis sueños se hagan realidad. —Athina brindó con Kostas, chocando sus copas, y tomó un sorbo de su coctel. Mientras que Kostas se tomó de golpe el suyo. No quería que la cordura llegara a él de golpe y arruinar el momento.

Un rato después, Kostas sintió que ya no podía más aguantar las ganas que tenía de Athina. Y la volvió a besar, pero este beso, a diferencia del que se dieron en la pista, es aún más demandante. Quería demostrarle cuánto la deseaba, haciendo que Athina gimiera del placer que estaba sintiendo.

Kostas emocionado empezó a tocar los pequeños senos de Athina por encima de la tela del minúsculo vestido, y luego pasó su mano por el muslo a través de la abertura del vestido.

—Ah, Athina, te deseo. —En medio de su éxtasis, le hizo saber a Athina que la deseaba.

—Vámonos de aquí. —Athina ya no se sintió cómoda de decirle tío. Iba a pasar y no se imaginó que sería tan fácil. —Hice una reserva en el hotel de enfrente.

Kostas abrazó a Athina, como si temiera que se desvaneciera y eso solo fuera un sueño. Los custodios que quedaron cuidándolos se miraban sorprendidos, pero no decían nada. Al fin y al cabo, él era su jefe y puede hacer lo que quiera.

Kostas ya deseaba estar en la habitación de ese hotel, y Athina sentía demasiados nervios. Ya iba a conseguir lo que tanto anhelaba y era imposible, que se echara para atrás. Por fin su amado Kostas iba a ser de ella.

Athina y Kostas entraron al Not Hotel y fueron directamente al ascensor que los llevó a la suite que ella había reservado.

Una vez que Athina cerró la puerta, Kostas la acorraló contra la pared y la llenó de besos mientras quitaba de un solo jalón el vestido.

—¿No tienes ropa interior? —alcanzó a decir Kostas mientras se apoderaba de sus senos y los chupaba, dejando pequeños mordiscos.

—Ah... El vestido no se usa con ah... —Athina ya no pudo hablar más. Kostas la tomó en sus brazos para depositarla en la cama.

Una vez allí, Kostas se quitó con desespero su ropa. No entendía por qué se sentía tan deseoso de poseer a una mujer; es la primera vez que experimenta un deseo tan ardiente. Siente que por sus venas corre fuego, un fuego que solo Athina le puede apagar.

Nunca había perdido la cordura de esa manera, ni con Alicia, ni con nadie.

Ya una vez despojado de toda su ropa, se queda mirando a Athina; a la vez, ella lo mira con admiración, deseo, asombro y ¿amor?

Ya quería poseerla y abrió sus piernas para observar y probar de cerca lo que se iba a comer. Allí vio que una muy pequeña tanga tapaba el objeto de su deseo.

—Así que acá hay una pequeña tramposa. Ya te iba a castigar por no tener nada debajo de ese vestido que me tenía torturado. —Kostas arrancó la minúscula tanga con sus dientes y Athina soltó un pequeño grito semejante a un jadeo. —Oh, acá estás. Te voy a probar, muñeca. Disfruta lo que te voy a hacer.

Kostas pone su voz gruesa; por un momento parece que fuera otra persona. Como si estuviera poseído por el espíritu de la lujuria. Jamás Athina se imaginó a Kostas hablar de esa manera y eso la excita aún más de lo que está.

Cuando la cálida lengua de Kostas lamió su humedad, Athina dio un respingo debido al placer que le causó y no pudo evitar dar un gemido. Jamás se imaginó que eso se sentiría tan bien, nada comparado con cuando se tocaba pensando en su tío. Esto superó sus expectativas y lo iba a disfrutar, sí que lo iba a disfrutar.

Cuando ya llevaba un rato llenándola de placer, sintió que un calor se arremolinaba en su vientre y, sin poder evitarlo, sintió como explotaba y mojaba la cara de Kostas. Sintió algo de vergüenza, pero esta se disipó al ver su cara de satisfacción y cómo se saboreaba, mirándola con lujuria.

—¿Ya estás lista? —preguntó Kostas, pero Athina negó con una sonrisa.

—No, déjame probar a mí. —Kostas la miró atónito, y Athina se arrodilló en la cama y, sin dejar que él pusiera excusas, lo metió en su boca y fue lo más excitante que Kostas pudo sentir en su vida.

Athina lo chupaba, mientras que con su lengua acariciaba su largor. Luego, al llegar de nuevo a la punta, lo succionaba un rato, para luego repetir su recorrido.

Los videos que veía y los bananos que se robaba de la cocina fueron sus mejores maestros y, con las caras que hacía Kostas, se imaginaba que habría sacado un diez si hubiera sido calificada.

—Ya no aguanto más. —Kostas la acostó de manera brusca en la cama y se posicionó encima de ella. —Me imagino que es tu primera vez, así que seré lo más gentil posible; si te duele, me dices.

Al decir esto, Kostas besa a Athina y entra en ella. Siguió besándola mientras pasaba la barrera y no dejó de besarla hasta sentirlo adentro. Athina sintió un ardor, pero ya después solo sentía placer.

Kostas, al notar que ya no había incomodidad en ella, empezó a moverlo de adentro hacia afuera, hasta que sus embestidas se hicieron más fuertes, y esto debido a que la fortaleza que Kostas sentía en ese momento se perdió de nuevo y no podía dejar de hacerlo. Era como una necesidad primaria, como si su cordura y razón estuvieran privadas por algo ajeno a su voluntad.

Athina disfrutaba cada embate, sentía cómo la llenaba y así se quería sentir siempre. Era un hecho que Kostas aún no la amaba; la deseaba, pero pronto ese hermoso sentimiento iba a ser solo para ella. Paciencia era lo que más tenía y con paciencia lo iba a esperar. Ahora lo más importante era que este paso diera sus frutos.

Unas cuantas embestidas más, y Kostas se vino dentro de ella. No tanto porque él lo quisiera, pues lo iba a sacar, sino porque Athina, al notar eso, no lo dejó, enganchado sus piernas en su trasero, haciendo que su semilla no se perdiera. Kostas se tranquilizó por esto, pues sabía que Athina tomaba su pastilla para planificar.

Dos seres se amaron en esa habitación de hotel, bebieron champán y tuvieron dos rondas más de sexo. Y entre gemidos y orgasmos, el vientre de Athina fue llenado.

Exhaustos se durmieron profundamente, pero Athina jamás se imaginó lo que iba a pasar al despertar.