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El Rezo Del Cuervo

El Rezo Del Cuervo

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Síndrome de Estocolmo / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Pareja destinada / Familias enemistadas
Popularitas:5.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Laara

La cárcel más peligrosa no se mide en rejas ni barrotes, sino en sombras que susurran secretos. En un mundo donde nada es lo que parece, Bella Jackson está atrapada en una telaraña tejida por un hombre que todos conocen solo como “El Cuervo”.

Una figura oscura, implacable y marcada por un tormento que ni ella imagina.

Entre la verdad y la mentira, la sumisión y la venganza. Bella tendrá que caminar junto a su verdugo, desentrañando un misterio tan profundo como las alas negras que lo persiguen.

NovelToon tiene autorización de Laara para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

VIII. Intocable.

Bella cerró los ojos de golpe al sentirlo tan cerca. Su corazón martillaba con fuerza enfermiza en su pecho. ¿Eso era miedo? No, no podía serlo. Pero sus piernas parecían de papel mojado, su respiración era errática, y su piel se erizaba como si presintiera un peligro inminente. Era él. Su sola presencia la desarmaba.

<>, se recordó con voz interna desesperada. No era un hombre. Era un cazador. Frío, letal, impredecible.

Se apartó, casi imperceptiblemente, intentando que su movimiento no delatara el temblor de su cuerpo.

—¿Podemos ir, por favor? —preguntó en un susurro que se perdió en la tensión del aire.

No creyó que la hubiera escuchado.

—Junto a mí, siempre. ¿Queda claro? —Su voz fue un cuchillo, sin dejar espacio a réplica.

—Sí... —musitó ella, tragando todo orgullo, todo intento de resistencia.

Él soltó un gruñido breve, grave.

¿Estaba molesto porque se había alejado? Imposible saberlo. Su expresión no cambiaba. Siempre era la misma: oscura, dura como el granito. Un rostro tallado para intimidar.

La puerta de su prisión se abrió y ella lo siguió, sin saber si estaba caminando hacia la libertad… o hacia algo peor. Avanzaron por un pasillo largo y silencioso. Pronto llegaron al barandal de una escalera monumental. Bella bajó con cuidado cada peldaño, sintiendo que descendía a las entrañas de algo prohibido. La penumbra se espesaba con cada escalón.

Pero las escaleras no terminaban. El barandal seguía, y las sombras parecían tragarse lo poco que la luz dejaba ver.

¿Cuántos niveles tenía aquella casa? ¿Era una mansión o una prisión disfrazada de lujo? Todo gritaba poder. Riqueza. Y algo peor: impunidad.

Por fin dejaron de bajar. Caminaron por un largo pasillo hasta un comedor señorial, decorado con tonos beige y dorados apagados. Un falso sentido de paz flotaba en el ambiente. Pasaron a la siguiente estancia; la cocina.

Bella se quedó inmóvil un segundo. Era enorme. Moderna, pulcra, aséptica. Tan perfecta que resultaba irreal.

—No tengo idea de dónde está nada. ¿Puedes apañártelas? —preguntó él, apoyándose en la encimera con los brazos cruzados, observándola.

Cuando se inclinó ligeramente hacia atrás, ella sintió cómo la fuerza abandonaba sus rodillas. Ese cuerpo no parecía humano. Era puro control, pura potencia contenida. Su tamaño, su postura, su forma de mirarla... Todo en él rugía dominación.

¿Y por qué ella? Podía tener a cualquiera. Pero sus ojos la seguían con un hambre que parecía alimentarse de su miedo.

—Seguro que puedo... —respondió débilmente, odiándose por lo vulnerable que sonaba.

—Puedes empezar a buscar cuando quieras —murmuró, con voz ronca, cargada de burla—. ¿Qué haces mirando al suelo? ¿Se te perdió algo?

Bella alzó el mentón, tratando de recuperar algo de dignidad.

—Estoy pensando por dónde empezar.

Él arqueó una ceja.

—Quizá por buscar la leche.

—¿Dónde está la despensa?

Señaló con un leve gesto hacia una puerta a la derecha.

—Si dejaras de observarme, tal vez la encontrarías más rápido.

Ella frunció los labios, fingiendo indiferencia.

—¿Yo? ¿Verte a ti?

—No te esfuerces en mentir, muñeca. Se te da fatal.

Ruborizada, se encaminó hacia la despensa. Al cruzar la puerta, se sorprendió al ver una pequeña escalera interna. ¿Una despensa de dos pisos? Cada rincón estaba meticulosamente ordenado. No tardó en encontrar la leche. Volvió con ella a la cocina.

Pero William ya no estaba.

El frío le trepó por la espalda. Él jamás la dejaría sola.

¿Era su oportunidad?

Sus pensamientos se dispararon. El jardín. Las salidas. Las puertas. Quizá podía huir. Tal vez no tendría otra ocasión como esta.

Dejó la botella sobre la encimera y, sin pensar, se giró para correr. Pero chocó con algo —alguien— que le cortó el aliento.

Retrocedió, llevándose la mano al rostro adolorido. El cuerpo no era el de William. Era más bajo, menos imponente… pero mucho más inquietante. El desconocido la miraba con una sonrisa torcida y unos ojos verdes que no transmitían calor, sino hambre.

—Pero bueno… ¿a quién tenemos aquí? —La voz era arrastrada, pastosa, como la de alguien que había bebido demasiado.

Bella retrocedió un paso.

—Es la mujercita de William —continuó, relamiéndose los labios—. Por fin te conozco, preciosa.

Su piel se erizó. El modo en que la miraba la hizo desear volverse invisible.

—¿Q-quién eres? —preguntó con la garganta cerrada.

—Perdona mi falta de cortesía —avanzó un paso más, y ella retrocedió instintivamente—. Ryan. El primo.

Que fueran familia no la tranquilizó en lo absoluto. Al contrario, el hecho de que compartieran sangre con William y que aún así la mirara como lo hacía… era una alarma en llamas.

—¿Dónde está William? —intentó sonar firme—. Estaba aquí hace un segundo.

—Ni idea. Y sinceramente... me importa una mierda —rio, dejando escapar un hedor a alcohol tan fuerte que la hizo fruncir el ceño.

El miedo se hizo carne. La forma en que él la observaba... no era la de un familiar. Ni siquiera la de un hombre cualquiera. Era la de un depravado sin reglas, sin límites.

Sintió cómo el corazón le martilleaba los oídos. Estaba sola. Y él estaba entre ella… y la salida.

Bella dio un paso a la derecha, bordeando al hombre con la intención clara de huir, de salir de allí cuanto antes. Su pulso golpeaba contra sus sienes como un tambor de guerra.

–A mí sí, así que iré a buscarlo. –La voz le tembló apenas, pero no miró atrás. El corazón se le detuvo por una fracción de segundo cuando una mano le apresó el brazo con fuerza. El contacto fue frío, pegajoso, repulsivo.

–¡Suéltame! ¡Por favor, no me hagas daño! –gritó, girando el rostro, pero él la miraba con una sonrisa torcida, ebria de malas intenciones.

–¿Cómo crees que te voy a hacer daño, preciosa? Yo soy familia... la única familia que él no ha logrado manipular aún. –Su voz era arrastrada y pegajosa. La atrajo hacia sí con movimientos erráticos, torpes pero insistentes. Inhaló su cabello de forma grotesca, haciéndola retorcerse como si le hubieran volcado ácido en la piel.

–Él no te merece... No sabe lo que tiene. Pero yo sí puedo hacerte sentir... viva. –Su lengua se asomó para humedecerse los labios y Bella sintió un escalofrío treparle por la columna como un insecto rastrero.

Ella logró zafarse de su agarre, y retrocedió de golpe, buscando alejarse, pero él bloqueó el paso con el cuerpo.

–No... No me toques. No te acerques. –Su voz era temblorosa, pero ahora cargada de rabia.

Ryan avanzó otro paso, sin tocarla aún, pero invadiendo su espacio de forma brutal. La tenía acorralada entre la isla y su sombra. Cada vez que ella se movía, él la imitaba con una especie de juego enfermizo. Su olor —una mezcla rancia de sudor, alcohol y colonia— era asfixiante.

–No grites, nena... Nadie va a venir a ayudarte. Todos están ocupados adorando a mi perfecto primo. Pero ya no más. Él no merece tenerte. Yo puedo darte lo que necesitas. Sé que lo quieres. Lo veo en tus ojos.

–¡Estás loco! ¡No te acerques más! –se defendió, extendiendo un brazo, sin atreverse a empujarlo por miedo a provocar algo peor.

Ryan rio, una risa gutural, vacía, como si no sintiera más que un deseo retorcido de dominar. Dio una palmada al aire, asustándola, y luego alzó la mano como si fuera a acariciarla.

–Tú no sabes lo hermosa que te ves así, temblando... Casi inocente.

Bella lo esquivó con un movimiento brusco, pero él la rodeó, moviéndose rápido. Ella giraba sobre sí misma, cada vez más atrapada. Sus ojos buscaban una salida. La puerta. Un cuchillo. Lo que fuera.

Sintió el pánico puro cuando lo oyó decir con voz pastosa:

–Te voy a enseñar lo que es un verdadero hombre.

–¡Ayuda! ¡William! ¡Ayúdenme! –gritó con todo el aire que tenía en los pulmones.

–¡Shh! ¡Cállate, pequeña zorra! –estalló él con una furia repentina y la empujó con brutalidad. El golpe contra el suelo le robó el aliento y un gemido de dolor escapó de su garganta. Sintió que la cadera y el brazo le ardían.

Ryan alzó la mano. La sombra de la bofetada descendía como un juicio. Bella cerró los ojos.

Pero el golpe nunca llegó.

Lo que sí llegó fue un sonido sordo, húmedo, y un alarido que desgarró la cocina.

Al abrir los ojos, William tenía al hombre inmovilizado contra la encimera. Lo tenía sujeto por la espalda, el brazo torcido en una posición imposible. Ryan gritaba como un cerdo a punto de ser sacrificado.

–¿¡Quién es ella!? –rugió William, con una furia animal. Su voz era puro filo. Ni humana parecía. El aire se congeló.

–¡Tu mujer! ¡Tu mujer, maldición! –Ryan sollozaba, temblando, mientras su brazo crujía bajo la presión descomunal.

–¡A mi mujer nadie le toca ni un pelo! –William lo escupió como una sentencia de muerte, y sin soltarlo, alargó la mano y tomó un cuchillo largo del set reluciente que había sobre la encimera.

El acero relampagueó. Bella contuvo el aliento.

–Te voy a enseñar lo que pasa cuando alguien toca lo que es mío.

Fue entonces cuando la cocina se llenó de presencias: la madre de William, Arianna y un hombre —el esposo, sin duda— se precipitaron dentro. Adriana fue directa hacia Bella.

–¡Cielo! ¿Qué te hicieron? –intentó levantarla con cuidado, mientras Bella solo podía mirar la escena en shock, con el brazo palpitándole de dolor.

–¡Hermano, basta! –exclamó el hombre que acompañaba a Arianna, intentando razonar.

–Hijo, por favor, deja a Ryan. No vale la pena. –La madre habló con un dejo de desesperación.

–¡Atrás! –ordenó William con una voz que no parecía de este mundo. Estaba desencajado, violento, con la mirada de un predador.

–William, tal vez... tal vez tu mujer lo sedujo... –balbuceó la víbora de su madre, y lo dijo como quien deja caer una chispa sobre gasolina.

Bella se sintió invadida de impotencia, de rabia. Pero no le hizo falta decir nada.

–¡Silencio! –bramó William, con una furia tan contenida que parecía temblar todo su cuerpo–. Límpiate la boca antes de hablar de mi mujer, ¿queda claro? –Su mirada fue como una orden divina.

Esa mujer enmudeció y retrocedió, aterrada.

–La mano izquierda sobre la encimera. –ordenó sin miramientos, al hombre que aún tenía inmovilizado.

–William... primo, por favor... –gimió Ryan, que ya apenas podía mantenerse en pie.

–Ahora. –Su voz era la de un dios ejecutor.

Ryan obedeció, llorando, suplicando.

El cuchillo descendió.

Un chasquido seco. Un grito inhumano. La hoja había perforado la palma con brutalidad quirúrgica. La sangre brotó de inmediato, tiñendo de rojo la encimera blanca.

–¡Aaaah! ¡Mi mano! –El hombre gritaba como una bestia herida.

Pero no fue todo.

William apretó más su brazo, elevándolo de nuevo y una nueva detonación de hueso quebrándose retumbó en la cocina. Todos enmudecieron. El dolor dejó a Ryan sin aire. Cayó al suelo como un saco sin vida.

William lo tomó del cabello, alzándole el rostro en una exhibición de dominio total.

–Lo siguiente será tu vida. ¿Lo entiendes? –escupió con veneno helado.

Ryan asintió con desesperación.

William lo soltó, como quien suelta un cadáver, y caminó hacia Bella. Su paso era firme, implacable. Sus ojos ya no brillaban de furia, pero conservaban una intensidad aterradora.

Bella temblaba, en shock. Pero al sentir sus brazos alzarla con una suavidad impensada, una oleada de calor la invadió. Él temblaba también. ¿Así es como era un hombre encolerizado?

Ya en la habitación, la posó sobre el suelo con un cuidado que no coincidía con la imagen del monstruo que había destruido a su primo minutos antes.

–Quítate el albornoz. –pidió en voz baja, pero autoritaria.

–¿Q-qué...? –murmuró asustada.

–Quiero ver dónde te tocó.

Ella se alejó instintivamente, pero él la sostuvo por el brazo adolorido. Ella cerró los ojos por el dolor, pero luego... su caricia hizo que abriera los ojos como platos. Le acarició la mejilla con una delicadeza desconcertante.

Los dedos siguieron un camino tembloroso por sus labios. No había deseo en sus ojos. Solo una ternura feroz. Salvaje. Instintiva.

Bella comprendió, por fin, lo que siempre había temido.

Ese hombre oscuro y brutal, la amaba.

Y esa era la verdad más peligrosa de todas.

1
Cristina Rodriguez
Interesante novela.... pero no Sta completa
Paz Bach
Así me gusta Bella!!!! Dale no te quedes atrás jajaja
Paz Bach
Si cuervo y llegará el día que esa mujer te ponga una correa... 😌
Paz Bach
🤣🤣🤣😂 no puedo de verdad estoy como loca me enfado luego me rio
Paz Bach
Já! ahora resulta, disque su mujer, veremos a ver si consigues que sea tu mujer 😉😏
Paz Bach
no ya... mataste a tu padre muchacha con eso
Paz Bach
😭😭😭😭
Paz Bach
William tendrás que besar el piso por donde camina bella porque lo que estás haciendo es de ser un desgraciado!!!!!
Paz Bach
entiendo que está haciendo todo esto para salvar a su padre... pero aún así Bella... agh! ya no sé estoy que me como las uñas 😭
Paz Bach
esooo no se deje comisario será muy Cuervo y toda la cosa pero el amor de padre puede con todo!!!
Paz Bach
ay no pues la ironía personificada... 🤣
Cristina Rodriguez
excelente novela.. gracias escritora por compartir su historia... es mi tema de lectura mafia
Lina Montoya Blanquicett
pégale duro Chama !!ahora es cuando comienza la guerra de poderes!! dale dónde le duele más al hombre en su eterno orgullo
Lina Montoya Blanquicett
yo creo que es más para el!! idiota yo veré cuando esté llorado pidiendo cacaoo !! miserable
Lina Montoya Blanquicett
yo creo que más para el...idiota te vas tragar tus palabras yo veré cuando estés llorando pidiendo cacaoo!!! miserable
Lina Montoya Blanquicett
que dolor como padre saber que tú conoces a tu hija cuando miente y que te lo sostenga en la cara eso hace doler el alma inmensamente 😭
Lina Montoya Blanquicett
este hombre es un depravado!!! depravado ..que dolor
Lina Montoya Blanquicett
hay bendito!!
Lina Montoya Blanquicett
mato al papá !! con esa palabras
Lina Montoya Blanquicett
desgraciado!!! en verdad y lo más triste que así hay gente
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