Los Villanos En Época Moderna

Ambos habían llegado a la empresa. La tarde se transformó lentamente en una noche densa, cargada de conflictos no resueltos. Iván, se tomó un momento para presentar a Sofía los aspectos generales de la compañía, asegurándose de que tuviera una visión clara de su entorno laboral. Él sabía que ella se enfrentaba a un desafío monumental, y que la dinámica que ambos compartían en el trabajo sería crucial para el futuro de la empresa. En medio de esta introducción, Bonet, el asistente de Iván, irrumpió con una expresión de preocupación en su rostro.

— Señor, las personas se niegan a irse de la empresa porque su despido es injustificado —dijo Bonet, su voz temblorosa evidenciando la gravedad de la situación.

Iván, con una actitud que iba entre la frustración y el desdén, respondió con una dureza que resonó en el aire.

— ¿Acaso no entendieron que son unos imbéciles y que por eso no los quiero aquí? —su tono dejaba claro que no tenía intención de suavizar su postura.

Bonet, sintiendo el peso de la tensión en la sala, titubeó antes de continuar.

— al parecer que no... —respondió, y luego, en un susurro casi inaudible—. Además... Hay noticias sobre un escándalo de usted y la señora Elena.

Justo en ese instante, Sofía, en un giro inesperado, tomó a Bonet por los cabellos, provocando que este gritara como si fuera una niña asustada, un contraste irónico para un hombre que, en apariencia, debía mostrar firmeza.

— A ver, niñito... ¿Qué tanto cuchuchea con Iván? ¿No ves que estoy aquí? —dijo Sofía, su voz de autoridad.

Bonet, temblando de miedo y con los ojos desorbitados, tartamudeó.

— ¡Ay, ay, ay! ¡Lo siento señora Sofía! ¡Si, la veo y me duele!

Sofía lo soltó, pero no antes de dejarle claro quién llevaba las riendas en esa situación.

— Habla. ¿Qué pasó que estás secretando así delante de mí? —regañó Sofía, su mirada fija y desafiante.

Bonet, sintiendo la presión de su mirada, se apresuró a responder.

— Sí señora... Es sobre los ejecutivos que fueron despedidos por el señor Iván, y lo otro es... —su voz se volvió más baja, casi un susurro— La modista Elena y el señor han sido señalados como amantes descarados, p-pero es así como lo pusieron en los encabezados de la farándula.

Sofía soltó una risa que resonó con desprecio.

— ¡Ja! Descarada es poco. Esa mujer se queda corta con esa palabra... Y... ¿Esas son las emergencias? Tanto llorar para estas pequeñeces. Yo me encargo.

Bonet miró a Iván en busca de alguna señal de apoyo, pero este simplemente movió los brazos, como si ya hubiera perdido toda esperanza de poder discutir con Sofía. La fatiga lo había llevado a un punto en el que las palabras le parecían innecesarias.

Sofía se dirigió a una sala donde estaban todos los hombres que Iván había despedido. Al entrar, con un aire de autoridad que no podía ser ignorado, les dirigió la palabra.

— A ver. ¿Por qué siguen aquí si fueron relevados de su cargo por su jefe Iván? Váyanse, no tienen nada que hacer aquí.

El grupo de hombres la miró confundido, incapaces de entender cómo alguien como ella podía tener la osadía de hablarles de esa manera.

— ¿Eres su esposa o su madre? —dijo uno de los hombres, un joven de actitud desafiante— No vamos a firmar la renuncia, ni tampoco nos harán sacar de la empresa por la que hemos luchado... Señora.

Sofía, al escuchar esto, levantó una ceja, su molestia evidente. La atmósfera se tornó tensa.

— Está claro que aquí partiré como un par de huevos y no son de gallina... —susurró, antes de elevar la voz nuevamente—. Tienen solo una oportunidad de irse o serán esclavizados por mi.

El hombre, sintiéndose seguro en su actitud, se rió de manera despectiva.

— Aja sí, usted debería estar no sé, de compras o comiendo ensalada. Las cosas de hombre se arreglan entre ellos, ¿Sí?

Pensó que era una broma y sonrió, pero su confianza se elevó rápidamente cuando Sofía se acercó lentamente.

— Señora, no se vaya a romper una uña y-... —dijo, pero antes de que pudiera terminar su frase, Sofía lo golpeó con su rodilla en las entrepiernas, provocando que el hombre se retorciera en el suelo, incapaz de contener el grito de dolor. Sus compañeros lo miraron, aterrados, incapaces de reaccionar ante la escena.

Minutos después, gritos resonaron desde la sala, ecos de desesperación que se mezclaban con el sonido de pasos apresurados.

— ¡No, no, no, yo no, por favor! —gritaban algunos, mientras otros intentaban salir, pero Sofía no estaba dispuesta a permitir que se escaparan tan fácilmente y lo arrastraba nuevamente ahí.

Fuera de la sala, Iván, que había estado esperando pacientemente, encendió un tabaco, inhalando el humo con una mezcla de satisfacción y resignación por esa mujer.

— pobres... Después dicen que soy el villano... No, esperen, ¡Lo soy por no detenerla! Jaja— susurró para él mismo.

Bonet, observando la escena con creciente inquietud, le preguntó con un tono temeroso.

— ¿No entrará a detenerla? —preguntó Bonet, visiblemente nervioso.

Iván soltó una risa seca, recordando las andanzas de la santa.

— ¿Y qué también me mate? No, gracias, conozco a esa desquiciada. Además —dijo mientras exhalaba el humo— esos bastardos se lo merecían. Ahora tendrán que lidiar con Sofía sin libertad condicional.

Bonet, todavía preocupado, no pudo evitar preguntar.

— ¿Qué hará con el escándalo de Elena? Pensé que su mujer se alteraría.

Iván soltó otra risa irónica, recordando la escena que había tenido lugar en el café.

— Uf, sí que lo hizo, pero lo empeoró para mí también... Pero creo que sería conveniente seguir el plan de Sofía.

Bonet, intrigado, preguntó.

— ¿Cuál? ¿Divorcio? ¿Compensación por los daños ocasionados hacia la señora? Usted dígame y se lo cumpliré a pie de la letra como su buen asistente.

Iván, con una chispa de locura en sus ojos, respondió de forma inesperada.

— No... Quiero comprarle una espada.

— ¿Que?

— tiene que ser en público para que crean que me he arrepentido por la infidelidad y los medios no me presionen...

Bonet, confundido y asombrado, se quedó mudo por un instante, incapaz de procesar la solicitud que acababa de escuchar. La idea de una espada, un objeto peligroso que acabaría en las manos de alguien más peligroso, no sería buena combinación.

Sin embargo, en la mente de Iván, esa espada representaba algo más que un simple arma; simbolizaba lo que más ama Sofía. El recuerdo del campo de batalla.

“ Conozco a Sofía como la palma de mi mano. Se que le gusta las espadas... Con eso, podré ganarme su lealtad y hacer que ella me obedezca por voluntad propia."

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Muchas gracias por leer no se olviden dejar su preciado me gusta en el capítulo. 💗