La Niñera De Mi Sobrino

"Me impacienté al ver los intentos fallidos de Daniel para despertar a Arthur. El pequeño solo murmuraba adormilado, pero no abría los ojos. Una vez más, Daniel lo puso de pie y trató de despertarlo, pasando las manos por su cabello rubio, pero Arthur no reaccionó.

— Esto no es para nada bueno — comentó Carl, ya dentro de la habitación. Ni siquiera me había dado cuenta de cuándo entró.

— Carl, llama al Doctor. Por favor, rápido — pidió Daniel.

Carl salió prácticamente corriendo para llamar al Doctor.

Daniel llevó a Arthur al baño y lo seguí. Podría necesitar mi ayuda.

— Sujétalo para mí — dijo Daniel, pasando a Arthur a mis brazos.

— ¿Qué estás haciendo? — pregunté, viéndolo tomar cualquier abrigo en la habitación y luego quitarse la camisa de seda.

— Necesitamos despertarlo — respondió, abriendo la ducha antes de terminar de desvestirse el torso musculoso y poderoso.

Aparté la vista de esa visión y desvestí por completo a Arthur, lo cual fue fácil. Había perdido mucho peso en estos días. Finalmente, Daniel tomó a Arthur en sus brazos y entró en el agua. Arthur abrió los ojos con el primer golpe de agua fría, pero aún así, necesitó unos minutos para despertar, forcejeando en los brazos de su tío.

— Deja que luche todo lo que quiera — dijo él. — La adrenalina lo ayudará a combatir los efectos del sedante.

Quedé fascinada, observando esa escena. Y qué escena. Los pantalones de Daniel descendían poco a poco, ya que estaban muy mojados, y el peso los hacía bajar, revelando el borde de su ropa interior negra. Riachuelos de agua corrían por sus amplias espaldas, sobre músculos que se flexionaban fácilmente, mientras evitaba que Arthur se lastimara de alguna manera.

Decidí salir y dejarlos a solas, él estaba manejando bien la situación. El problema es que no podía moverme de allí. Katrina se recompuso y luego habló:

— Creo que ya es suficiente.

— ¿Lo crees? — preguntó Daniel.

— Sí. — caminé hacia ellos, me incliné y tomé a Arthur en mis brazos. Me mojé un poco al apagar la ducha. Tan pronto como entré en la habitación, envolví a Arthur en una toalla, temblaba mucho de frío. Elegí ropa cómoda para él y lo vestí.

Lo dejé por un momento y caminé de nuevo al baño, llevando una toalla y algunas prendas de Andrei para Daniel, y lo vi desabotonándose los pantalones. Mis ojos se detuvieron en el bulto justo en el medio de su ropa interior. Fingí no verlo, puse todo sobre el lavabo y salí despacio. Me sonrojé al instante y estoy segura de que pensará mal cuando vea la ropa en el lavabo.

— No me gusta el tío Daniel, es molesto — protestó Arthur.

— No hables así, cariño. Tío Daniel hizo todo lo posible para que despertaras, se preocupó por ti, al igual que yo.

— Así es, campeón — dijo Daniel saliendo del baño, solo vestido con los pantalones que llevé, su pecho estaba al descubierto.

Carl entró en la habitación, colocando una bolsa grande en el rincón de la habitación.

— El Doctor está viniendo, señor, con su permiso — dijo Carl, saliendo.

— Tío, ¿ese es mi regalo? — preguntó Arthur curioso, yendo hacia una gran bolsa en el rincón de la habitación.

— Sí, pequeño — confirmó Daniel.

Arthur caminó hasta la bolsa, miró adentro con curiosidad y con sus manos pequeñas, sacó un avión de juguete de la bolsa.

— Un avión, mira, Katrina — me lo mostró, y luego se sentó en el suelo, comenzando a jugar. Mis ojos se llenaron de lágrimas, al verlo así, tan animado. Sin embargo, cuando recuerde a sus padres de nuevo, llorará, extrañándolos y el dolor lo ahogará.

— No llores — dijo esa voz masculina que amo escuchar. Sus dedos cálidos tocaron mi brazo, enviándome escalofríos.

— Gracias por despertarlo — dije. — Y quiero disculparme por hablar de esa manera contigo — lo miré a los ojos.

— No necesitas disculparte — dijo, arreglando un mechón de mi cabello que caía en mi frente, detrás de la oreja. — Quiero agradecerte por advertirme. Pensé que todo estaba bien, pero abriste mis ojos — dijo, levantando mi mentón, haciéndome mirarlo.

— Cada vez que nos encontramos, me encuentro disculpándome contigo — dije, sonrojándome.

Daniel acercó sus labios a los míos y los besó con intensidad, luego me mostró una sonrisa tranquila.

— Y cada vez que nos encontramos, me encuentro besando tus labios — susurró, envolviéndome en sus fuertes y musculosos brazos. — Estoy loco por ti, pero los dos debemos dejar de hacerlo — comentó.

— No quería detenerme — dije, sintiendo sus labios envolver los míos de nuevo.

— No podemos seguir haciéndolo — susurró entre mis labios.

— No podemos separarnos, ¿no ves? — Daniel me miró a los ojos y me besó de nuevo.

— No, no podemos — dije, apretándome más contra su fuerte cuerpo. — Independientemente de todo, sabes que eres mía, Señorita Vicente. Eres completamente mía — Daniel apretó mi cabello en la nuca, mientras aplastaba mis labios con los suyos, en un beso que me dejó sin aliento.

Teníamos mucho miedo de que alguien nos viera, pero el deseo era tan grande que no podíamos separarnos de ninguna manera. Hubo un golpe en la puerta y el Doctor Julio entró en la habitación, deteniéndose frente a nosotros. Me miró con expresión arrogante. Me alejé de Daniel por unos pocos metros, bajo la mirada despectiva del Doctor.

— ¿Me llamó, señor Armstrong? Veo que el niño está despierto. ¿Me llamó para darle otra dosis de tranquilizante?

— No, Julio. Te llamé para decirte que recojas tus cosas y te vayas. Estás despedido.

— Señor, no entiendo — dijo él. — ¿Qué he hecho para merecer esto?

— Recomendaste sedar a Arthur y me aseguraste que no habría efectos secundarios, y todo fue una mentira. Además, te pedí que dieras una dosis y no que repitieras, ¿ignoraste mi orden? Fuera.

— Pensé que quería evitar el estrés — se defendió el Doctor.

— Pensaste mal — respondió Daniel.

El señor de cabello gris me miró como si yo fuera culpable de algo.

— Ahora vete, lárgate de aquí y ahorra que tenga que romperte la cara — Daniel señaló la puerta, y el hombre se fue."