Una mujer despierta en una playa sin recuerdos, aparece un hombre que asegura ser su esposo y que su nombre es Olga. Pronto es llevada a una casa ajena donde dos niños, extrañamente distantes, también la llaman "mamá". A medida que intenta encajar en esta nueva vida, comienza a percibir que no pertenece a ese lugar: su forma de sentir, de hablar y de recordar no corresponden con la mujer que todos dicen que es.
En medio del control por parte de su supuesto esposo, ella empieza a descubrir verdades aterradoras. Además, su cuñado que empieza a residir en la casa, se convierte en un vínculo perturbador, pero familiar, despertando emociones que parecen venir de otra vida.
Mientras la casa se llena de presencias inquietantes, dibujos siniestros y comportamientos que rozan lo sobrenatural, ella y su cuñado reconstruyen, paso a paso, una historia de amor prohibido, que trata de hacerle frente a la traición y busca una venganza ante la injusticia.
Ella ya no es quien solía ser, ¿te atreves?
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8. Un encuentro frente al mar
El aire nocturno estaba cargado de humedad y sal. La brisa marina golpeaba el rostro de Olga con fuerza, despeinándola, haciéndola sentir vulnerable, pequeña. Las olas rompían con violencia contra las rocas al pie del acantilado, como si quisieran devorar la tierra.
El lugar estaba vacío. Oscuro. Excepto por la figura solitaria de un hombre, de espaldas, justo al borde del abismo.
- “Llegaste”, dijo Daniel sin girarse.
Olga se acercó con cautela.
- “¿Por qué aquí?”, preguntó Olga.
- “Porque aquí empezó todo”, respondió Daniel.
Él se volvió, y por primera vez desde su reencuentro, la miró como si pudiera verla de verdad. No solo a Olga. A lo que había detrás. A lo que se escondía bajo la piel, bajo los recuerdos que no eran suyos.
- “No eres ella, ¿verdad?”, preguntó Daniel de manera directa. Era extraño, pero aquella idea que rondaba en la cabeza, calmaba la angustia de no encontrar a quien buscaba, pero también tristeza, porque también significaba lo peor.
Olga no respondió; como responder quien es, si no tiene la menor idea.
- “No te comportas igual. No caminas igual. No lo miras igual”, dijo Daniel, en clara alusión a Felipe. “Pero hay algo en ti, algo que sí reconozco”, agregó.
Olga se estremeció, tenía la extraña sensación, de perderse en la profunda mirada de Daniel.
- “No sé quién soy, Daniel”, dijo Olga.
- “Yo sí. O al menos… tengo una idea. Pero necesito que me digas algo", expresó Daniel, dando un paso para acercarse. "¿Has soñado con el agua?”, preguntó.
Ella lo miró, desconcertada.
- “¿Cómo lo sabes?”, preguntó Olga, sorprendida y sin poder evitarlo también confundida, no le había contado a nadie, que desde que despertó en aquella playa, cuando duerme, sueña con aquella agua que parece ahogarla.
- “Porque Karina también lo hacía. Porque me lo dijo antes de desaparecer”, respondió Daniel, quería ver la verdad en los ojos de la mujer que tenía en frente.
Ese nombre volvió a hacerle eco en el pecho. Karina. La misma que aparecía en los dibujos de Facundo. La misma que lloraba en el sótano. La misma cuyo nombre salía de su boca con naturalidad, como si siempre le hubiera pertenecido.
- “Karina no se fue con ningún amante”, dijo Daniel, seguro. “Esa nota que dejó fue una mentira. Una que no escribió ella”, agregó.
Olga sintió un vértigo repentino. Como si la tierra bajo sus pies se moviera.
- “¿Qué pasó con ella?”, preguntó Olga.
- "No lo sé. Pero sospecho que Felipe tiene mucho que ver. Y tú, (un silencio) tú lo sabes también, aunque todavía no lo recuerdes”, respondió Daniel.
Olga se abrazó a sí misma, tratando de contener un temblor que venía desde lo más profundo.
- “Hay algo dentro de mí”, confesó Olga. “Como un grito ahogado. A veces lo escucho cuando me miro al espejo. A veces, (un silencio) siento que no estoy sola en mi cuerpo”, agregó.
Daniel se acercó más.
- “Karina era fuerte, pero tenía miedo. Me lo dijo. Dijo que Felipe ya no era el mismo, que le habías contado que ejercía más control que antes en ti, que te vigilaba incluso mientras dormías”, manifestó Daniel.
- "¿Y tú? ¿La amabas?”, preguntó. Él tardó en responder, si hablaba en pasado era como si por fin tuviera que aceptar que ella se fue.
- “Sí. Y por eso no puedo dejar que la entierren en una mentira”, dijo Daniel.
Una ráfaga de viento más fuerte hizo crujir las ramas de los árboles cercanos. Olga miró hacia el mar. Las olas chocaban con furia. Y por un instante, creyó ver algo en el agua. Una silueta flotando. Un rostro borroso.
- “Necesito saber quién soy, Daniel. Necesito saber qué pasó conmigo, (un silencio) con ella”, afirmó la supuesta Olga con convicción.
Él asintió, Daniel sabía que no podía dejarla sola, de alguna manera, la mujer que tiene en frente es su conexión con Karina.
- “Entonces déjame ayudarte. Pero debes tener cuidado. Felipe no sospecha que yo sé la verdad, pero si llega a intuirlo, hará cualquier cosa para proteger su mentira”, manifestó Daniel, conocía a su hermano.
Olga respiró hondo. El miedo seguía allí, como una garra en el pecho. Pero por primera vez, tenía un hilo del cual tirar. Una posibilidad.
- “Te creo”, dijo Olga.
Y al decirlo, algo dentro de ella pareció asentir. Una presencia que no hablaba con palabras, pero que sentía alivio. Como si por fin alguien le estuviera abriendo la puerta.
Daniel extendió la mano. Olga la tomó. Y en ese instante, el viento se detuvo. El mar se calmó de inmediato, como si dejara de estar molesto. Y el pasado, silencioso y oscuro, comenzó a emerger desde el fondo.