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Una Reencarnación Tranquila

Una Reencarnación Tranquila

Status: En proceso
Genre:Magia / Malentendidos / Reencarnación / Mundo mágico / Apocalipsis
Popularitas:1.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Aly25

Su muerte no es un final, sino un nacimiento. zero despierta en un cuerpo nuevo, en un mundo diferente: un mundo donde la paz y la tranquilidad reinan.

¿Pero en realidad será una reencarnación tranquiLa?

Años más tarde se da cuenta que está en el mundo de una novela y un apocalipsis se aproxima.

NovelToon tiene autorización de Aly25 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El mar estaba allí

La mañana llegó silenciosa, envuelta en una neblina suave que flotaba como un velo sobre las calles del pueblo.

El cielo aún no se decidía a volverse azul; todo estaba teñido de perla gris, como si el mundo mismo contuviera la respiración.

Artemisa se despertó antes del alba para prepararse antes de partir al mar.

Se sentó en la cama, observando el tenue resplandor que se filtraba por la ventana.

El silencio a su alrededor era absoluto, interrumpido solo por el suave crujido de la madera bajo sus pies descalzos.

Leo aún dormía.

Estaba correctamente arropado para evitar cualquier enfermedad, el rostro tranquilo y los labios entreabiertos, como si murmurara algo en su sueño.

Parecía estar soñando con algo hermoso, pues su ceño no mostraba señales de incomodidad.

La fiebre que lo había atormentado durante la noche anterior había desaparecido por completo en el transcurso del amanecer.

Artemisa lo miró con alivio y ternura.

Tras vestirse con ropa sencilla y cómoda para el viaje, Artemisa se acercó a su hijo.

Sacó con cuidado un pequeño atuendo de su bolsa: un conjunto de rana color verde suave, decorado con pequeños botones de madera en forma de hoja.

Era un atuendo realmente lindo, tejido a mano por una anciana del pueblo.

Lo cambió con manos expertas, cuidando no despertarlo del todo, pero el plan falló y ahora leo estaba un poco despierto, entonces le dio un poco de papilla y leche para que no tenga hambre.

Leo se removió suavemente, bebiendo aún a medias entre el sueño. Cuando terminó, Artemisa lo cargó en brazos con cuidado.

Al sentir el movimiento,

Leo se agitó y frotó su rostro contra el cuello de su madre. Abrió los ojos con lentitud, pestañeando mientras se adaptaba a la luz grisácea que comenzaba a colarse por la ventana.

—Buenos días, bebé —susurró Artemisa, besándole la sien.

-Wwuuuha

Bajaron a la sala de la posada.

El posadero, ya despierto y vestido con ropa de lana gruesa, les preparó una pequeña canasta con pan envuelto en lino, un trozo de queso con pan, un frasquito que parecía papilla de verdura y dos frutas maduras.

—tomen esto, es comida para que desayunen. —dijo en voz baja mientras le entregaba la cesta.

—Gracias por tu amabilidad —respondió Artemisa despidiéndose con una leve inclinación de cabeza.

Leo aunque aún se sentía algo adormilado, pero conforme avanzaban, sus ojos se abrían cada vez más.

Al salir de la posada, el aire les recibió con un aroma húmedo y salado.

La brisa le revolvió el cabello a Leo, acariciando sus mejillas con dedos fríos y persistentes.

Frunció el ceño, aún medio dormido, mientras se frotaba los ojos con el dorso de la mano.

Parpadeó varias veces, desconcertado, hasta que su naricita se agitó con fuerza.

Alzó la cabeza con lentitud y su boca se abrió en una mueca de sorpresa

Al final se dio cuenta que había algo distinto en el aire el cual no noto ayer.

Un olor nuevo comenzaba a llegar.

Húmedo, salado… algo que le llenaba la nariz de un cosquilleo extraño.

El aire era distinto.

No era solo la humedad ni la sal; había un cosquilleo raro, eléctrico, que se colaba por su nariz y se instalaba en su pecho.

Respiro hondo, como si quisiera atrapar ese olor en lo más profundo de sí.

Entonces doblaron una esquina, y de pronto, el mundo se vio demasiado grande para el pequeño Leo.

La calle se ensanchó y descendió en una suave pendiente.

Al fondo, un horizonte de azul y plata se desplegaba con una majestuosidad que lo hizo detenerse en seco.

Y ahí estaba.

El mar.

Sus ojos se agrandaron con asombro puro, como si viera un milagro.

Las olas se mecían con suavidad, rompiendo contra la costa con un murmullo eterno.

El cielo se fundía con el agua en una línea borrosa, como si el mundo no tuviera fin.

El sol brillaba sobre la superficie, arrancando destellos que parecían estrellas vivas danzando sobre el agua.

Para él, aquello había sido solo una leyenda.

En su vida anterior, solo conocía imágenes, palabras, relatos lejanos.

Siempre había envidiado a quienes podían describir con emoción lo que era ver el mar con sus propios ojos.

Siempre creyó que moriría sin conocerlo, sin sentir la brisa salada en la piel ni escuchar el suave ruido que producían las olas.

Y, sin embargo, ahí estaba.

Inmenso.

Real.

Una pintura viva que ningún artista podría iguaLar.

Leo se quedó quieto, con los ojos brillantes, respirando hondo una y otra vez, como sí quisiera llenar todo su ser con ese instante.

El mar en realidad si existía

Y ahora, él lo había visto.

—Ba… —balbuceó, parpadeando.

Leo abrió mucho los ojos.

Su cuerpecito se tensó en los brazos de su madre.

Señaló con su manita temblorosa hacia adelante.

—Aaah… baaa… ma… ma… —balbuceó con asombro, señalando el horizonte.

—Sí, amor. Es el mar —respondió Artemisa, besándole la mejilla.

Inmenso, brillante, azul y gris todo al mismo tiempo.

Había gaviotas en el cielo, gritos de hombres trabajando en los muelles, y el sonido constante del agua chocando contra la madera.

Leo se quedó sin palabras.

Literalmente dejó de moverse en los brazos de su madre.

El solo observa..

—'Es agua…' —penso—. 'Mucha agua…''es tan bonito'

Sin que leo lo supiera una lágrima parecida a un hermoso cristal recorría su pequeña cara.

Artemisa sonrió.

—¿Por qué llora mi pequeño Leo?-Artemisa lo miro con cariño mientras secaba sus lágrimas.-Sabes... nos iremos en barco.

El niño no respondió.

Estaba absorto, los ojos clavados en el horizonte.

Un barco enorme, con velas beige y detalles en madera oscura, flotaba amarrado junto a un muelle de piedra.

Era el más grande de todos.

El puerto estaba lleno de vida, marineros cargando cajas, cuerdas arrastrándose por la madera, gaviotas volando abajo.

Leo no entendía, pero sus oídos se llenaban de sonidos nuevos, y su pecho vibraba con la emoción de algo inmenso y desconocido..

Leo hizo un pequeño sonido de alarma.

—Uuh… —dijo, aferrándose fuerte a la túnica de su madre.

Artemisa lo apretó contra sí con suavidad.

—Todo está bien, Leo.

El niño apoyó la frente contra su pecho y luego miró de nuevo, con los ojos redondos y brillantes.

—Aaah… baaa… ma… ma… —dijo, la voz cargada de asombro.

Frente a ellos, un barco enorme descansaba amarrado al muelle de piedra. Tenía velas beige, amplias y suaves, y detalles en madera oscura. Era el más grande del puerto, y parecía esperarles.

El bullicio del muelle los envolvió en sonidos nuevos: voces fuertes, risas, madera crujiendo, velas agitadas por el viento. Leo no entendía todo, pero sentía que algo importante estaba por suceder.

Cuando Artemisa subió al puente de madera que conectaba al barco, Leo hizo un pequeño sonido de alarma.

—Uuh… —dijo, apretándose contra su madre.

—Todo está bien, Leo. Este barco nos llevará a un lugar más seguro —lo tranquilizó ella, acariciándole la espalda.

El capitán, un hombre de rostro curtido por el sol y barba canosa, les saludó con una leve inclinación. Sus ojos, de un gris desvaído, se detuvieron un instante en el bebé que estaba en brazos de su madre, antes de regresar al rostro de Artemisa.

—El mar está tranquilo esta noche —dijo con voz grave, áspera como la madera vieja—. Buen presagio para quienes parten.

No hizo preguntas.

Todo estaba acordado desde antes.

El pago había sido entregado en su momento, las instrucciones claras: una mujer, sola, con un niño. Sin nombres. La tarea era simple: llevarlas al continente más lejano.

El capitán era un hombre de principios simples: si se pagaba bien y no olía a problemas que tocaran su barco, no necesitaba saber más.

La miró una vez más, como si tomara nota mental de su carga, y luego asintió hacia la pasarela.

—Puede acomodarse bajo cubierta. El viento será favorable esta noche.

Artemisa inclinó la cabeza en señal de agradecimiento, sosteniendo a Leo con más firmeza.

El pequeño seguía entretenido con la vista del mar, ajeno a la despedida silenciosa que su madre hacía con los ojos al dejar atrás el puerto.

Sin decir palabra, subió a bordo.

Ya en la cubierta, Leo se sentó sobre el regazo de Artemisa, envuelto en una manta clara.

Sus pequeños ojos recorrían el horizonte, aún con asombro, como si el mar no fuera real

Las velas comenzaron a inflarse con un crujido suave, como un suspiro profundo que despertaba al barco.

El viento soplaba constante, fresco, trayendo consigo el olor salado del océano abierto.

......................

Habían pasado casi 4 horas desde que subieron a bordo. Durante ese tiempo, todo había sido preparación: voces, pasos, nudos atados, velas izadas, instrucciones gritadas en una lengua que Leo no entendía del todo, pero comprendía su urgencia.

Entonces escucharon al capitán dar una orden para ya zarpar

El barco se movió.

Despacio al principio, como si dudara, como si preguntara si realmente debía partir. Luego, con decisión avanzó.

Este iba a ser un largo viaje que duraría minimo un mes para algunas personas pero para nosotros eran 4 meses, la comida y el hospedaje estaba correctamente pagado solo quedaba esperar y disfrutar el viaje, por supuesto el barco va a hacer paradas en algunos lugares, pero aun así es demasiado tranquilo.

La brisa salada que por el movimiento hacia, le despeinaba su poquito cabello que tenía y pasaba lo mismo con Artemisa.

Leo estiró una manita, intentando atrapar el viento.

—¡Baaaaao! —dijo emocionado—. ¡Mamá, abahaa…!

Leo se sentó junto a su madre en la cubierta mientras las velas se inflaban con el viento.

Se aferró a la falda de Artemisa y luego extendió un brazo, como si sintiera atrapar el viento.

Leo rió.

Era una risa suave, que subía desde su estómago como un burbujeo tímido.

Pero era su primera risa ante algo que no era su madre.

Su primera reacción pura ante el mundo en el que ahora vivía.

Artemisa lo miró, con una mezcla de alivio y nostalgia en los ojos.

Cuando el barco se alejó aún mas del puerto y la costa comenzó a desdibujarse en la distancia,

Leo extendió la mano de nuevo, queriendo atrapar el mundo entero.

—Aahh… ma… —dijo, entre maravillado y temeroso.

Artemisa, no dijo nada solo le tomo la mano a su bebe.

A lo lejos, se veía un pueblo que se hacia cada vez más pequeño.

La experiencia en si era increíble

................

Ya estaba oscureciendo y Artemisa tenía miedo de que si el bebé estuviera mucho tiempo en ese clima se enfermara, así que lo alzó en brazos y entro adentro.

Camino hacia la estrecha escalinata que conducía a los camarotes realmente se veía hermoso.

La luz de un farol oscilaba con el movimiento del barco, proyectando sombras suaves que bailaban en las paredes.

El aire allí abajo era más tibio, con olor a madera pulida. Alguien había colgado ramitos secos en los rincones, como si quisiera que los sueños llegaran tranquilos.

Cuando Artemisa llegó a la puerta de su cuarto asignado, sacó la llave y la insertó para así abrir la puerta. La cerradura cedió con un leve clic.

Empujó la puerta del camarote con un poco de fuerza, el olor a madera pulida y el limón fresco le dio la bienvenida

La habitación era sencilla pero acogedora.

Las paredes de madera tenían un brillo dorado bajo la luz de la lámpara de aceite, y una colcha tejida en tonos crema y azul claro cubría una cama mediana, que parecía más bonita de lo que Artemisa esperaba.

También tenía una pequeña ventana redonda dejaba entrar la luz de la luna, que se derramaba sobre el suelo como una luz plateada.

Leo no habia dormido desde la mañana, eso en si era muy raro normalmente dormía casi todo el día.

El pequeño aún en brazos, había abierto los ojos apenas cruzaron la puerta.

Sus pupilas grandes y oscuras se movían con lentitud, recorriendo cada rincón del cuarto como si estuviera midiendo distancias, evaluando la ventana y esquinas.

En ese momento, sus ojos eran inmensamente fríos y llenos de crueldad, examinando cada detalle, como si ya estuviera calculando cómo podría escapar de aquel lugar, si fuera necesario.

Fue solo un instante, pero en esa mirada había algo peligroso, una chispa fugaz de quien alguien que había vivido en un largo tiempo, una vida donde solo el más fuerte sobrevive .

Sin embargo, esa chispa se desvaneció pronto.

El calor en el pecho de su madre, el murmullo constante del mar y el vaivén suave del barco fueron suficientes para calmar su inquietud.

Sus párpados comenzaron a caer, pesados, y el gesto curioso dio paso al cansancio inevitable de un cuerpo tan pequeño.

Artemisa no lo notó.

No vio esa fugaz sombra de desconfianza en su rostro, ese instante de alerta que no debería habitar en alguien tan pequeño.

Artemisa sonrió con dulzura, y se sentó en la cama con él en brazos.

Le quitó el abrigo con cuidado, y luego lo recostó sobre su pecho, cubriéndolos a ambos con la colcha.

El bebé soltó un suspiro largo, como si ya entendiera que aquel lugar era seguro.

—Puedes dormir tranquilo—le susurró—. yo te voy a proteger mi pequeño soñador.

...----------------...

En una oficina llena de papeles se encontraba un hombre de aspecto muy cansado.

Parecía no haber dormido en cinco años.

El hombre, sentado en medio de todo ese papeleo interminable, tenía el cabello negro, los ojos violeta y penetrantes, y una expresión fría, casi glacial. Su aura irradiaba peligro. Era guapo, obviamente, pero no del tipo que se siente cálido o cercano. Su presencia imponía respeto… y miedo.

El lugar estaba casi vacío, si no fuera por los dos guardias que custodiaban la puerta, inmóviles como estatuas de hierro.

El silencio fue interrumpido por un golpe seco.

Tok. Tok.

El Archiduque levantó la vista lentamente.

—Adelante —dijo con voz profunda.

La pesada puerta se abrió y un caballero entró, con paso firme pero controlado. Se detuvo a unos pasos del escritorio y se inclinó, con el puño en el pecho.

—Mi señor, como ordenó, revisamos los caminos del norte,sur y este, los pueblos escondidos y los monasterios . Pero… no encontramos nada. Ninguna pista.

El Archiduque no respondió al principio. Sus ojos violeta lo observaron con dureza. Luego, se recargó en el respaldo de su silla con lentitud, como si le pesara el cuerpo.

—¿Nada? —repitió, en voz baja.

—Nada, señor.

El silencio cayó como una manta pesada.

El Archiduque cerró los ojos un momento.

Cinco años… Cinco maldit*s años. ¿Cómo es posible que nadie los haya visto?

Se levantó de su asiento. Su capa oscura cayó con elegancia a sus espaldas. Caminó hacia la ventana de la oficina, desde donde se veía la ciudad cubierta por niebla y luces artificiales.

—¿Saben lo que pasará si él los encuentra antes que yo? —preguntó sin mirar al caballero.

El tono de su voz cambió. Ya no era solo enojo… era preocupación.

Ella no entiende el peligro que corre… Y el niño…

Ese niño es inocente. No tiene idea de lo que significa para ese monstruo.

Apretó los puños.

Yo debería haberlos protegido.

No debí dejarlos ir solos. No debí haber caído en esa estúpid* trampa.

El caballero esperó en silencio, respetando el momento.

El Archiduque volvió a girarse, con los ojos encendidos.

—Su padre se está moviendo. Si lo dejamos avanzar, no habrá regreso.

Dio un paso hacia el caballero.

—Escúchame bien. No vuelvan con las manos vacías. Busquen de nuevo, en silencio. Revisen los puertos, hablen con contrabandistas, compren lenguas si es necesario. Si alguien sabe algo… quiero que me lo traigan. Si los llegan a encontrar avísame por medio del reloj y protegelos de cualquier amenaza.

—Sí, mi señor —respondió el caballero, inclinándose de nuevo antes de salir.

Cuando la puerta se cerró, el Archiduque se quedó solo.

No importa cuánto se escondan, los encontraré antes de que el lo haga.........

^^^continuará .....^^^

1
Salomé Páez
Ojos
Salomé Páez
Demasiados espacios
Salomé Páez
Zero
Salomé Páez
Como es el nombre? zero, zone o zane? ya hay 3 nombres diferentes
Aly🍀: mi auto corrector 😔, no me había dado cuenta
total 1 replies
🔹Lili🔸🐦
Me dio ternura 😭😭❤️❤️❤️
🔹Lili🔸🐦
Que bonito 😭😭😔
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