Matrimonio de conveniencia: Engañarme durante tres meses
Aitana Reyes creyó que el amor de su vida sería su refugio, pero terminó siendo su tormenta. Casada con Ezra Montiel, un empresario millonario y emocionalmente ausente, su matrimonio no fue más que un contrato frío, sellado por intereses familiares y promesas rotas. Durante tres largos meses, Aitana vivió entre desprecios, infidelidades y silencios que gritaban más que cualquier palabra.
Ahora, el juego ha cambiado. Aitana no está dispuesta a seguir siendo la víctima. Con un vestido rojo, una mirada desafiante y una nueva fuerza en el corazón, se enfrenta a su esposo, a su amante, y a todo aquel que se atreva a subestimarla. Entre la humillación, el deseo, la venganza y un pasado que regresa con nombre propio —Elías—, comienza una guerra emocional donde cada movimiento puede destruir... o liberar.
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Capítulo 6 – Parte 2: La conducción peligrosa y su descenso a los celos
Capítulo 6 – Parte 2: La conducción peligrosa y su descenso a los celos
El motor rugía como una bestia liberada mientras Ezra tomaba las calles como si fueran suyas. El reloj del tablero marcaba las 8:10 p.m., pero su mente no entendía de horas, ni de límites de velocidad. Su pie hundía el acelerador con la rabia de quien siente que todo se le escapa entre los dedos.
—¡¿Quieres hacerme ver como un idiota?! ¡Pues vamos a ver quién es más hijo de puta! —murmuraba entre dientes, apretando el volante con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.
Su auto serpenteaba entre los vehículos con maniobras arriesgadas, el motor rugía en cada cambio, desafiando cada semáforo, cada curva. El caos del tránsito se convertía en un fondo difuso; él solo veía el rostro de Aitana. Su risa, su cuerpo, su orgullo… y la idea —en su mente distorsionada— de que otro hombre tocaba lo que alguna vez fue suyo.
El celular vibró. Era Lara.
Ezra dudó. No quería hablar con ella. No ahora. Pero si no contestaba, haría un escándalo peor.
Deslizó el dedo para responder y activó el altavoz, sin bajar la velocidad.
—¿¡Dónde estás!? —gritó Lara, al borde del llanto—. ¡Dijiste que vendrías hace dos horas!
—Estoy ocupado —gruñó él—. Estoy resolviendo algo.
—¿"Ocupado"? ¿¡En qué!? ¿¡Con esa gorda infeliz de tu esposa!? —espetó ella con voz envenenada.
Ezra cerró los ojos por un segundo y se los frotó. La cabeza le latía, producto de la bebida, la tensión y ahora los gritos de Lara.
—¡No empieces, Lore! ¡Estoy en camino al penthouse! —le gritó sin querer.
—¿¡Ya no me amas!? —sollozó ella—. ¡Ya no me deseas como antes, lo sé! ¿Me vas a dejar, Ezra?
—¡No! ¡Solo espera, carajo! Estoy cerrando un maldito trato. ¡Solo… confía en mí por esta vez!
—¡Más te vale! Porque si estás mintiéndome... ¡Te juro que me pierdes para siempre!
Pero Ezra no contestó. Ya había llegado. Detuvo el auto frente al hotel "Rascacielos", bajó de un portazo y entró al lobby como una tormenta humana.
Lara quedó en línea, hablando sola, abandonada entre lágrimas. El amor enfermizo que creía tener, se desmoronaba en un rincón frío del teléfono.
Mientras tanto, Ezra caminaba como un animal enjaulado directo hacia el gerente del hotel. Su mirada era tan filosa como su tono de voz.
—Quiero saber en qué habitación está mi esposa —exigió.
—Señor Montiel… ella pidió expresamente no ser interrumpida —respondió el hombre, con tono temeroso.
Ezra dio un paso más. Su voz descendió a un susurro gélido.
—¿Sabes quién financia la renovación de este hotel? ¿Verdad? Entonces… ¿quieres perderlo todo por un capricho?
El gerente tragó saliva, intimidado. Sin decir palabra, deslizó una tarjeta de acceso sobre el mostrador.
Ezra la tomó y se dirigió al elevador. El espejo del ascensor reflejaba un rostro desencajado, rojo de rabia y de celos.
Y dentro de él, algo más despertaba. Algo que no era amor. "Era la bestia". 0