Reviví de entre los muertos, eso suena descabellado pero es prácticamente lo que sucedio.
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Capitulo: 7
MORGAN.
Me alejo abruptamente de Caleb cuando el rostro de Elijah aparece en mi mente.
—¿Qué pasa? —me pregunta, con voz suave.
—Yo... no puedo hacerle esto a Elijah —le digo, con voz temblorosa.
—Creí que ya no estabas con él —responde, con un tono de decepción.
—Sigo con él, solo necesito tiempo a solas para pensar en algunas cosas y aclarar todo en mi mente.
—Vaya, así que lo prefieres a él —me dice, con un tono lleno de veneno.
—Caleb, no hagas esto.
—¿Que no haga, qué? Es más claro que el agua. Lo quieres a él y no lo quieres abandonar, ¿pero a mí?... A mí me abandonaste y no te importó la jodida mierda que pasé con tu supuesta muerte.
—Cállate... —trato de decirlo fuerte y firme, pero solo sale un susurro.
—¡Vamos, di algo! ¡¿Dime por qué te fuiste y me dejaste como si lo nuestro no valiera la pena?! —su grito solo provoca que me encoja en mi lugar. No sé qué hacer. No sé qué decir. Estoy totalmente confundida.
—Todo fue por tu padre —digo en apenas un susurro.
—¿Mi padre? Le culparás a él de todo, inclusive de que ahora estés en algo con Elijah —le veo apretar el puente de su nariz y después mira al cielo soltando un sonido de frustración—. Si tan solo decides quedarte conmigo, te prometo que olvidaré que te marchaste sin decir nada.
Miro directamente a su cara y veo la desesperación plasmada en ella. Trato de demostrar que no me importa, pero cuando vuelvo a verle la cara, mis barreras se derrumban.
—No quiero ser herida nuevamente —la voz me sale en apenas un hilo.
—No... no te lastimaré, y si alguien más te rompe en pedazos, te daré mis piezas para que vuelvas a estar completa.
—Caleb, yo... yo te amo —le digo.
Entonces lo jalo del cuello de su camiseta y junto sus labios con los míos. Después de unos cuantos segundos, nos separamos y él pega su frente con la mía.
—Te amo, Mi ébano.
—¿Tu... ébano? ¿Me podrías decir qué significa eso? —le digo, con una pequeña sonrisa tonta.
—No, ahora no... cuando sea el momento adecuado.
Miro en dirección a mi casa y me rasco nerviosamente el brazo, trato de disimular mis nervios, rezando para que mi voz no suene temblorosa.
—¿Quieres pasar? —le pregunto.
Él eleva la vista por detrás de mí y su cara es indecisa. Y cuando pienso que me rechazará, él sonríe ligeramente.
—¿Estás segura de que quieres que entre?
—Sí, me encantaría —le digo, con un tono de voz suave.
Tomo su mano ligeramente y, jalando de esta, lo guío al interior de mi casa. Cuando entramos, le veo mirar todo con curiosidad. Suelto una pequeña risa que apenas es audible.
Cuando estamos frente a la puerta de mi habitación, tomo el pomo de esta y la abro lentamente.
Suelto su mano y me quito los tacones bajos que tenía pensado usar para encontrarme con Mason. Después me acuesto en mi cama y volteo a verle.
—Quiero que estés conmigo toda la noche, pero no quiero que sea sin ropa...
—Morgan, yo lamento tanto todo esto —me dice.
Cuando pienso que me dirá que se quiere ir, que se va a arrepentir de haber aceptado, sus palabras me llenan de alivio.
—Lamento lo que pasó entre nosotros, en verdad estoy arrepentido de todo... pero a pesar de todo, siempre serás Mi ébano.
—No me gusta cómo suena eso.
Siento cómo la cama se hunde cuando él se recuesta a mi lado, y después siento sus brazos en mi cintura.
—Créeme, no es nada malo. Es algo que te describe a la perfección —me dice, con voz suave.
—¿Me describe? —pregunto.
—Sí.
Me quedo unos minutos pensando en todo lo que tengo que resolver, pero el sueño me vence y lo último que recuerdo escuchar antes de caer rendida es un "Te amo" de Caleb.
Me despierto por el sonido de mi teléfono sonando y, cuando lo hago, me percato de que Caleb no está.
—Jodido, cabrón —susurro.
Me levanto de la cama y me doy cuenta de que lo único que visto es una playera, específicamente la que Caleb llevaba puesta ayer.
Tomo mi teléfono del buró de al lado de mi cama y respondo al número que tengo registrado como Mi chico.
—¿Quién es? —pregunto, con la voz somnolienta.
—Hace unas horas atrás estabas entre mis brazos, y ahora no me recuerdas —responde, con voz suave.
—¿Caleb? —pregunto, con asombro.
—Sí, cariño...
—¿Cariño? Eres un imbécil. Después de que te dejé entrar a mi casa, simplemente te vas como si nada y ni siquiera te despediste de mí.
—Sí... hablando de eso. Creo que tenemos que mantenernos alejados, por el bien de Sofía y Elijah. Solo hasta que encontremos una manera de terminar con ellos sin causarles tanto daño.
—¿Qué dices? —le pregunto, con la voz quebrada.
—Lo siento mucho, esto es necesario, Mi ébano.
Y sin más cuelga.
Es un maldito hijo de puta.
Me levanto totalmente molesta y camino al baño, abro la regadera y espero a que el agua caliente salga. Entonces, cuando está lista, me quito la tonta camiseta de Caleb y la lanzo al piso con total odio. Entonces entro a la ducha y dejo que todo el odio y estrés se vaya conforme cae el agua.
CALEB.
—¿Dónde estuviste anoche? —me pregunta Sofía.
—En casa de Mason tomando unos cuantos tragos —le miento.
—Bueno, creo que podríamos salir de día de picnic —me dice.
—Lo siento, Sofía, tengo muchas cosas en la cabeza. No es el mejor momento.
—¿Por qué nunca tienes tiempo para mí? —me reprocha.
—Basta de esto, es suficiente con tus reproches.
La presencia de Dylan capta mi atención y, cuando se coloca frente a mí, me dice:
—Caleb, ya llegó Mason, está en la sala de estar.
Sin prestarle más atención a Sofía, camino en dirección a la sala de estar. Cuando llego, encuentro a Mason fumando un cigarrillo, recostado en el sofá más grande con los brazos extendidos a lo largo del sofá.
—Y dime, ¿para qué querías que nos viéramos? —pregunto.
—Bueno... quería saber si tú no sabías, ¿por qué Morgan no llegó a nuestra reunión ayer por la noche? —me pregunta.
Trato de no demostrarme nervioso y, sin tomarle importancia, respondo:
—No, ni idea... ¿Por qué crees que yo sabría eso?
—Bueno, tal vez porque tu auto estaba estacionado fuera de la casa de Morgan —me dice, con un tono de burla.
—¿Qué? —pregunta Sofía, desde la puerta. Sus ojos se abren de golpe.
—Sofía, lo lamento —le digo, con voz de arrepentimiento.
—¿Lo lamentas? ¿Lamentas que yo me enterara? o ¿Lamentas lo que hiciste? —me pregunta, con lágrimas en los ojos.
—Lamento... lamento que te enteraras —le digo.
—Eres una total mierda. Connor me lo advirtió más de una vez, y yo lo ignoré. Pero créeme, no te daré otra oportunidad más para que me lastimes, esto se acabó.