Continuación de la emperatriz bruja y reencarne en una jodida villana.
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capítulo 7
La oficina estaba en silencio, interrumpido solo por el sonido del pergamino deslizándose sobre la mesa cuando Maximus lo dejó caer. La noticia acababa de ser dicha, y cada palabra parecía seguir flotando en el aire, pesada y densa.
—¿Quieres decir... que la elegida no es Leonor? —preguntó Mauricio, con los ojos clavados en Regulus.
—No esta vez —respondió el mago con seriedad—. El poder ha cambiado de manos. La nueva guardiana es una joven con el don de purificar la oscuridad. Pero sus hijas... han pasado a ser sus guardianas.
Mauricio dio un paso atrás como si le hubieran golpeado el pecho. Leonor bajó la mirada, luchando con el torbellino de emociones que la invadía.
—No... eso no puede ser —replicó Mauricio con firmeza—. Mis hijas no irán a una guerra. No cuando apenas han vivido. ¡No después de haber dedicado nuestra vida entera a evitar esto!
—La magia no elige por comodidad —contestó Regulus, con calma—. El destino marca a quien debe portar la llama. Y esta vez, es Neftalí quien ha sido señalada. Ustedes... ya cumplieron su parte.
Leonor se llevó una mano al pecho. El recuerdo de batallas pasadas la golpeó con fuerza: el miedo, las decisiones imposibles, la sangre derramada. Miró a Mauricio, que la observaba con los ojos encendidos de furia y angustia.
—¡No lo aceptaré! —gruñó el emperador—. No voy a permitir que nuestras hijas caminen hacia la muerte mientras nosotros simplemente... ¿las vemos partir?
—¡Mauricio! —lo interrumpió Leonor, con un tono más firme del que pretendía—. Yo tampoco quiero que se enfrenten a esto. Pero si esa chica es la elegida... ¿qué opción tenemos? El poder ya despertó. No podemos negar lo que ya es.
Mauricio la miró, dolido. Sus manos temblaban levemente. Maximus se mantenía en silencio, observando a ambos con pesar.
—Apenas son unas niñas, Leonor... —susurró, esta vez sin ira—. ¿Cómo puedes estar de acuerdo con esto?
—No lo estoy —respondió ella, bajando la voz—. Estoy... resignándome. Si todo se pone en su contra, si la oscuridad gana terreno... entonces buscaremos una forma de protegerlas. Pero ahora, lo único que podemos hacer es prepararlas. Guiarlas. Como no hicieron con nosotros.
Mauricio apretó la mandíbula. Se sentía derrotado, expuesto. El amor por sus hijas se mezclaba con el miedo a perderlas, con el peso de sus propias batallas no olvidadas.
Regulus dio un paso al frente, con el rostro solemne.
—No estarán solas. Las entrenaré yo mismo. No solo a Neftalí. A todas. Porque el enemigo no vendrá por una... vendrá por todo aquello capaz de disminuir su poder. Neftalí es la nueva elegida, pero si cae... el mal vendrá por todos ustedes. Debemos asegurarnos de que cumpla con la misión para la que fue destinada.
Maximus soltó un largo suspiro y cruzó los brazos.
—Entonces más vale que empiecen esta noche... Porque si Caleb está libre, la oscuridad ya se ha puesto en marcha.
Leonor asintió lentamente y, sin mirar a su esposo, murmuró:
—Que los dioses nos perdonen por ponerlas en este camino...
El silencio volvió a caer sobre la habitación. Cada uno comprendía que el pasado ya no les pertenecía... y que el futuro estaba ahora en manos de una nueva generación.
—Una cosa más... —añadió Regulus—. Voy a necesitar que me acompañen a hablar con la emperatriz de Málaga. Tengo entendido que tiene su carácter, y si le explico esto como lo hice con ustedes, dudo que confíe en mí.
—¿Camila? ¿Y por qué...? Espera... —Mauricio entrecerró los ojos—. Sus hijos también están involucrados en esto...
—Sí —afirmó el mago—. Debemos reunir a los descendientes de los antiguos guardianes. Ellos poseen el don del fuego ancestral. Solo ellos podrán despertar a los últimos dragones.
Maximus frunció el ceño.
—¿Dragones? Pensé que estaban extintos.
—No... solo dormidos —aclaró Regulus—. Han estado en reposo, esperando su momento para regresar.
Leonor alzó la mirada y, tras un segundo de silencio, asintió con suavidad. Luego, dirigiéndose a Mauricio, dijo:
—Iré con él a intentar convencer a Camila de todo esto.
—¿Y crees poder lograrlo? Ya sabes cómo es... No aceptará que sus hijos se involucren en asuntos como estos...
Regulus, al verlos tan temerosos, intervino con seriedad.
—Pues tendrá que hacerlo. Si no, nadie tendrá un futuro. Ni un imperio que gobernar.
Sin más, abrió un portal hacia Málaga. Leonor se preparó para cruzarlo cuando Maximus se acercó.
—Iré con ustedes. Tal vez Sarah pueda hacer entrar en razón a su hija. Este asunto es demasiado delicado. Necesitaremos toda la ayuda posible.
Ninguno dijo nada más. En silencio, los tres cruzaron el portal.
Mauricio se quedó solo en la oficina, con el alma encogida. El peso de una guerra pasada que había dejado heridas invisibles, lo llenaba de temor. Temía que sus hijas tuvieran que vivir lo mismo... o algo peor.