Ginevra es rechazada por su padre tras la muerte de su madre al darla a luz. Un año después, el hombre vuelve a casarse y tiene otra niña, la cual es la luz de sus ojos, mientras que Ginevra queda olvidada en las sombras, despreciada escuchando “las mujeres no sirven para la mafia”.
Al crecer, la joven pone los ojos donde no debe: en el mejor amigo de su padre, un hombre frío, calculador y ambicioso, que solo juega con ella y le quita lo más preciado que posee una mujer, para luego humillarla, comprometiéndose con su media hermana, esa misma noche, el padre nombra a su hija pequeña la heredera del imperio criminal familiar.
Destrozada y traicionada, ella decide irse por dos años para sanar y demostrarles a todos que no se necesita ser hombre para liderar una mafia. Pero en su camino conocerá a cuatro hombres dispuestos a hacer arder el mundo solo por ella, aunque ella ya no quiere amor, solo venganza, pasión y poder.
¿Está lista la mafia para arrodillarse ante una mujer?
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Actuando
Ginevra observa a cada uno de los hombres que la miran como si fuese un conejo a punto de ser devorado, pero no se deja opacar por ellos. Levanta el mentón y clava su vista en el que tiene al frente: Vladimir.
—Dije que estoy bien. ¿Qué se supone que voy a hacer en mi casa, encerrada? —comienza a alegar, pero la tiene difícil.
—Descansar, por ejemplo —el tono severo de Aleksei la deja muda un segundo.
—Para poder trabajar con nosotros, debes acatar lo que te digan, así que tienes que descansar —esta vez Mikhail deja retumbar su voz por la sala.
Ella quiere objetar, pero Dimitri se acerca con su sonrisa seductora, toma una botella de whisky y comienza a servir cuatro tragos.
—Debo descansar, preciosa, porque después viene el trabajo. Estos hombres son unos obsesivos del trabajo. Yo no, yo soy el divertido —bromea mientras coloca de dos en dos los tragos cerca de sus socios. Observa a la joven y pregunta:
—¿Qué te pido? ¿Té, café, vino? —la mujer levanta una ceja con esa mirada desafiante y apenas se le levanta una de las comisuras de los labios.
—Un whisky, por favor —la cara de todos es de sorpresa, sus cejas se levantan. Les encanta: esa joven tiene demasiada actitud para la edad que tiene.
—Vaya, pues... como desee así será, señorita —y se lo entrega. Se centra en ella fascinado, y los demás no dejan de intercambiar miradas. Aleksei quiere dejarle claro a Vladimir que debe mirar para otro lado, aunque él no es de juntar trabajo con mujeres.
Mikhail, por su parte, necesita tener su oportunidad con ella, y sabe que Aleksei la desea. Agradece que apenas hoy ellos la estén viendo, y aunque su amistad es muy fuerte, no piensa hacerse a un lado con esa mujer.
—De acuerdo, entonces, salud por nuestra empleada estrella —dice Dimitri, apoyado en el escritorio, quedando cerca de ella, cosa que no le agrada a Aleksei. Tensa ligeramente la mandíbula y sus ojos se estrechan. Se levanta de su asiento y se coloca muy cerca de ella, haciendo que le levante la mirada para poder verlo bien.
—Nos vamos. Te llevaré a casa y después podrás regresar cuando el moretón de tu cara haya desaparecido —decide no seguir luchando. Vladimir y Aleksei son los más tercos del grupo.
—De acuerdo, muchas gracias, señores. Gracias, señor Vladimir, por traerme aquí. No los voy a decepcionar —Vladimir se levanta y le da la mano. Ella la toma y asiente en dirección a él.
Repite lo mismo con cada uno de los presentes, pero a Dimitri lo toma y besa en la mejilla con coquetería. Esto molesta al lobo del sur, quien casi la jala para sacarla de encima de su amigo.
—Vamos, hermosa, necesito que descanses —asiente, dejando a los otros tres algo intrigados y a Mikhail molesto. No se considera un picaflor como Dimitri, pero esa mujer se le ha metido tan profundo que necesita tenerla en su casa, segura y protegida.
—Ahora sí, necesito el nombre de esos desgraciados, y si no les han hecho nada, yo me encargo —golpea la mesa, dejando salir esa personalidad tosca que lo define.
—Debes calmarte, ya se encargaron de ellos —Vladimir con su calma característica, saca su teléfono y lo coloca en la mesa. Las imágenes grotescas le sacan al mafioso, conocido como "el Oso", una sonrisa siniestra y satisfactoria.
—Me encantan los finales felices —murmura Mikhail, sentándose de nuevo para terminar su trago.
—¿Son ideas mías o Aleksei está muy cerca de esa niña? Debería darle vergüenza, ella necesita a alguien más joven —se burla Dimitri, echando su espalda hacia atrás y estirando sus brazos. La mirada de Vladimir lo atraviesa, helada y filosa.
—Mocoso, la juventud a veces es idiotez —murmura el mayor, y él se burla. Sabía que ese comentario lo iba a molestar.
—Bueno, señores, me retiro. Tengo cosas que hacer —Mikhail se levanta y sale de la empresa. Su sola presencia hace voltear a muchas mujeres, pero no se detiene. Sube al ascensor y, al tiempo que la puerta se cierra, saca su celular.
Se permite descansar un momento contra la pared mientras marca un número de teléfono. Dos repiques después, alguien atiende.
—Necesito una información. Te pasaré el nombre y apellido de una persona. Quiero que vigilen su casa, nadie se le puede acercar —es todo lo que dice. No espera respuestas, simplemente corta la llamada.
Luego marca otro número. Sabe que debe ser astuto si no quiere perder a Ginevra.
—Señor Mikhail, ¿cómo está? ¿En qué puedo ayudarlo? —una voz femenina aparece esta vez.
—Muy bien, gracias por preguntar. Necesito un arreglo floral, no muy grande, pero que tenga flores exóticas, únicas —explica mientras su pedido es anotado.
—Por supuesto, señor Mikhail. ¿Quiere que lleve alguna tarjeta? —la mujer es amable y cordial.
—Sí. Que diga: "Tan únicas como tú. Espero que te mejores" —la mujer al otro lado esboza una sonrisa por lo que escucha.
—Perfecto, tendré todo listo. ¿Me dice la dirección, por favor? —el hombre le explica que se la enviará al final del día. Al cortar, se abre el ascensor. Sin esperar nada, se sube en su auto, manejando a toda velocidad. No le importa lo que diga Vladimir: necesita ver con sus propios ojos a esos desgraciados, hechos polvo.