He reencarnado en Carlisle, un hombre cuya historia tuvo un final absurdo, tenía una buena vida, una esposa leal, pero lo cambió cuando su antigua amor regreso pidiendo ayuda y al final, quedaron juntos, pese a que ella lo había traicionado antes. Pero yo, no pienso seguir esa historia, así que la cambiaré a mi favor...
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Capítulo 07.
El carruaje recorrió todo el territorio del condado hasta que finalmente llegaron el territorio del Ducado, un lugar enorme y amplio, además de tener un campo verde y lleno de cosechas, así como el palacio más grande, que casi asemeja al castillo del emperador, este sobresale del pueblo, dejando que el lugar luzca como un pequeño reino.
Al cruzar las puertas de los muros del palacio, los carruajes se detienen, Carlisle no espera a que el mayordomo le abra, solo baje admirando la majestuosidad de su palacio, ese si era un lugar que él merece como el héroe del imperio.
—bienvenido a casa, su alteza.— saluda en ama de llaves.
—gracias Nana, finalmente estoy donde merezco.— extiende los brazos a lo alto.
—su alteza...— mira hacía el carruaje.—y su esposa, ¿no vino?
—larga historia Nana, pero en resumen ella no merece el título de duquesa.— responde mientras sigue su camino hacía las escaleras escuchando y respondiendo los saludos de los sirvientes.
—comprendo alteza, ha tomado una buena decisión.— responde la mujer.
Carlisle se deja guiar por sus recuerdos hasta dar con su habitación, al entrar, queda encantado con lo grande y lujosa que es, esa si era una habitación que el merece, no como el cuchitril que le tenían dado en esa casita del conde.
—su alteza, ¿desea le preparen el baño y le traigan la cena?— pregunta Nana.
—claro que si, hoy quiero darme un baño de verdad y comer algo decente.— responde Carlisle.
El chico abre las ventanas para poder sentir la brisa nocturna y respirar finalmente ese aire perfecto de su ducado.
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Al día siguiente se levanto, recibiendo el desayuno en su habitación, todo estaba perfectamente preparado, después de eso, tomo su mejor prendan del armario y se dispuso a bajar, porque si bien ha disfrutado de su bienvenida, sabe que también hay deberes que cumplir.
—dime David, ¿como ha estado el ducado durante mi ausencia?— pregunta mientras toma asiento en su escritorio donde hay una pila de documentos.
—todo marcha bien alteza.— señala la pila de papeles.— excepto por los documentos que debe revisar usted mismo.
—¡oh!, que gran bienvenida...David, que nadie me interrumpa esta mañana y por cierto, mañana debo de ir al templo por el acta de divorcio.— pide.
—claro alteza, pero, ¿por qué necesita esa papel?, usted no se caso con su nombre real, uso solo el apellido de su madre, significa que no esta casado legalmente.— responde David.
—cierto, pero, es por prevención, la familia de mi ex esposa podría querer usar eso cuando descubran quien soy.— así que debe prevenir.
—entiendo alteza, entonces ya no lo molesto más.—
David cierra las puertas de la oficina y le da la orden a los dos guardias de la puerta que no dejen entrar a nadie, siendo esto, órdenes del Duque.
Y así, al día siguiente, en el templo, Carlisle llegó para pedir la ruptura del matrimonio. El sacerdote a cargo de eso, le hizo entrega de ese documento, ya que ayer, se hizo la prueba de castidad de Rania y como se confirmó que no hubo consumación, el matrimonio se disuelve de inmediato.
—sinceramente alteza, hizo bien en ocultar su identidad, porque tan pronto se disolvió el matrimonio, los condes solicitaron una fecha para la nueva boda de su hija.— comenta el sacerdote.
Por supuesto, este sabía quien era Carlisle, y fue quien le ayudo a conseguir la ceremonia, aunque al principio se negó porque el Duque no usaría su verdadero nombre, finalmente aceptó y vaya que hizo bien el joven con semejante familia que se carga su exesposa.
Carlisle salió del lugar y subió directamente a su carruaje, justo en ese momento iban llegando los condes con Rania, y al ver el carruaje con el estandarte de los Heijden, se emocionaron. El conde se apresura a ir hacía el carruaje, pero un guardia lo detiene impidiendo su paso.
—soy el conde Cazzaro, déjenme pasar para saludar a su alteza.— pide.
Y es que si logra simpatizar con el Duque, tendría la oportunidad de abrirse puertas a grandes negocios y como su hija aún no se casa, podría presentarla ante el duque, pues se sabe que es joven, y soltero. El carruaje comienza a moverse, los guardias suben a sus caballos para seguir a su señor.
—maldita sea, era mi oportunidad, malditos lacayos.— se queja.
—el duque no educa bien a sus sirvientes.— agrega la condesa.— querido ya habrá otra oportunidad, por ahora vamos, debemos conseguir la fecha para la boda.
Ambos entran al templo acompañados de Rania, quien aun no puede creer que realmente se haya divorciado de Carl, incluso al tener el acta con la firma parecía irreal, en especial porque Carl ni siquiera intento negarse a la ruptura.
—querida, el que ese hombre se vaya sin remordimientos, demuestra que no le importabas, además ya hablamos de eso...— le habla con cariño la condesa.
—lo se madre, no se preocupe, estoy bien, se que, mi decisión es la mejor.— aunque tiene un extraño presentimiento.
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En la capital del imperio, la conferencia del emperador estaba terminando, y cuando la corte se ha ido, las puertas se abren, una bella joven de cabello dorado, y una mirada sería de color púrpura. Ella estaba acompañada de sus doncella y al estar ante el emperador, la joven hacen una reverencia.
—padre, me he enterado que su alteza el duque Heijden, se ha divorciado de esa noble de baja cuna.— expresa la joven.
—que grandiosa noticia, los condes Cazzaro no eran buen prospecto de suegros.— ríe el hombre.— pero dime hija mía, ¿por qué has venido a toda prisa a darme esa información?
—por qué quiero que organices un matrimonio entre el duque y yo. Pienso que yo soy la mujer que el duque necesita como esposa, no esa noble de baja cuna.— responde la joven.
El emperador ríe ante la petición de su hija, él ya sabía desde hace mucho que la princesa estaba gustaba del duque, después de todo, se conocieron en el campo de batalla, y es que esa joven rubia, pese a verse como una delicada flor, en realidad es una hábil guerrera que también guió una legión de las tropas durante la guerra, siendo apenas una niña de quince años. Y gracias a sus meritos en la guerra, se gano el reconocimiento de la corte, grandes recompensas y el derecho de elegir a quien quiere como esposo, lo cual para una dama de la nobleza, era importante, pues siempre se ven obligadas a casarse sin gustar de sus maridos.
—de acuerdo hija mía, mandaré llamar al Duque y le haré el ofrecimiento, pero, debes estar consciente, el duque vive bajo una maldición...— advierte.
—lo sé padre, pero eso no importa, el duque sigue siendo el duque sin importar que maldición tenga, mientras no me haga daño, estaré bien.— hace una reverencia.
—siempre tan valiente y decidida. Te informaré cuando el Duque de su respuesta.—
La joven agradece a su padre por aceptar su petición, así que sale de ese lugar emocionada, porque si el duque acepta, finalmente podrá casarse con él.
"La felicito princesa."
"Estoy segura que el duque aceptará."
"Lo hará, la princesa es la dama mas bella del imperio."
"Ella es perfecta para ser la esposa del héroe del imperio."
—gracias señoritas, es justo como dicen. Esa mujercita tan patética, no merece ni que su alteza la mire.— expresa la princesa.
La princesa mostraba una gran sonrisa, una victoriosa, porque por fin, podrá casarse con Carlisle, justo como había querido desde hace años, desde la primera vez que lo vio en el campo de batalla y supo que ese hombre, era el único digno de ella y que ella, era la única mujer digna para un hombre tan poderoso.
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