Patricia Álvarez siempre ha creído que con trabajo duro y esfuerzo podría darle a su madre la vida digna que tanto merece. Esta joven soñadora y la hija menor más responsable de su familia no se imaginaba que un encuentro inesperado con un hombre misterioso, tan diferente a ella, pondría su mundo de cabeza. Lo que comienza como un simple encuentro se convierte en un laberinto de secretos que la llevará a un mundo que jamás imaginó.
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Traición de sangre
Punto de vista de Alejandro
El sol de la mañana se filtraba por las ventanas, pero para mí, el día ya estaba lleno de sombras. El recuerdo de anoche, con mis padres revelando su plan macabro, y luego la huida con mi hermana, se repetía en mi mente como una película de terror. Pero el terror se disipó al ver el anillo en el dedo de Patricia, un faro de esperanza en la tormenta. Hoy la llevaría a la empresa y la presentaría como mi prometida. Mi corazón latía con fuerza. Era el momento de enfrentar a mis padres y poner fin a sus planes.
El trayecto a la oficina fue tenso, pero la mano de Patricia, cálida y firme en la mía, me dio la seguridad que necesitaba. Al entrar en el edificio, los murmullos comenzaron a seguirnos. Sabía que los empleados estaban acostumbrados a verme solo, y mi presencia con una mujer en el brazo no pasaba desapercibida. Ignoré sus miradas curiosas y caminé con determinación hacia mi oficina, con la intención de ir directamente a la sala de juntas para tener una reunión con los ejecutivos de la empresa.
Sin embargo, el destino tenía otros planes.
La puerta de la sala de juntas se abrió de golpe antes de que yo pudiera llegar. Mis padres salieron con el rostro contorsionado por la furia. A su lado, la familia Suárez y Figueroa, con la misma expresión de desdén. Mariana Suárez, con una sonrisa de superioridad que me daba asco, se acercó a mí.
—¿Qué haces con esta mujer, Alejandro? —preguntó, con un tono venenoso en su voz.
—Ella tiene nombre, Mariana —respondí con frialdad. —Se llama Patricia y es mi prometida.
El silencio se apoderó del pasillo. El murmullo de los empleados se detuvo de golpe. La cara de mis padres palideció, pero su furia era palpable.
—¡Qué tontería dices, Alejandro! ¡Eso es imposible! ¡Tú te casarás con Mariana! —dijo mi padre, con voz estruendosa.
—No, padre. Me casaré con la mujer que amo, y esa es Patricia. Anunciaré nuestro compromiso oficialmente a la prensa para que no haya vuelta atrás. Y no solo eso, también te informo que me encargaré de la mitad de las acciones que me corresponden.
Mi padre me miró con una expresión de pura traición.
—¡No harás nada de eso! ¡La empresa es mía y hago lo que quiero con ella! —gritó, su rostro rojo de ira.
—No lo creo, padre. Los estatutos de la empresa dicen que al cumplir 25 años, tengo derecho a tomar las riendas de la mitad de mis acciones y manejar las acciones de mi hermana, por lo que no es necesario que sigas manejando nuestro dinero. Y hoy las tomaré, y no voy a permitir que la empresa se convierta en una pieza de tu juego.
La cara de mi padre se puso aún más roja. Sabía que estaba acorralado. Mi madre se acercó, tratando de calmar la situación con su falsa amabilidad.
—Hijo, piensa bien lo que vas a hacer. Esto te podría traer problemas.
—No me importa, madre. Ya lo decidí.
La ira de mis padres era un torbellino, pero no me detendría. Miré a Patricia, su rostro era una mezcla de sorpresa y orgullo. Me apretó la mano, dándome la fuerza para seguir adelante.
Punto de vista de Alicia
Patricia se sentía victoriosa por haberse quedado con un buen partido como lo era Alejandro Montenegro, mientras que a mí me tocó ser la amante de un imbécil como Richard. Los celos y la envidia me estaban carcomiendo el alma, así que decidí actuar lo más pronto posible.
Ellos habían anunciado su compromiso en público, una noche que aproveché para mover una de mis fichas. Hace tiempo atrás, la madre de Alejandro, una horrible mujer con ínfulas de reina, se había acercado a mí con una propuesta. La idea me pareció excelente, pero para darle más credibilidad necesitaba la ayuda de Richard, quien siempre odió a Alejandro por haberse quedado con mi hermana.
El día de su anuncio de compromiso ante la alta sociedad llegué como toda una reina, haciendo una entrada triunfal.
La tensión se adueñó del lugar ante mi llegada. Los ojos de Patricia y Alejandro se posaron sobre mí con desprecio.
—¿Qué haces aquí? Tú no fuiste invitada —dijo Alejandro. Sus palabras me pesaban en los oídos, pero no podía darle importancia a lo que decían. Mis ojos se encontraron con los de Patricia, y la estúpida sonrisa que tenía hace unos segundos desapareció por completo.
Armándome de valor, me dirigí a los dos "novios".
—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? Un príncipe enamorado y su sirvienta. Qué patético.
A mi lado, Richard, el ex novio de Patricia, la miraba con una expresión de resentimiento. No había podido superar el hecho de que Patricia lo había dejado por un hombre mayor y con mucho más poder que él.
—Alicia, ¿qué haces aquí? —volvió a preguntar Patricia, con la voz temblorosa.
—Vine a visitar a unos viejos amigos —respondí con una sonrisa maliciosa—. Parece que llegué en el momento oportuno.
Los padres de Alejandro y los Suárez se acercaron a mí y a Richard, sus rostros iluminados por una nueva esperanza.
—Tú debes ser Alicia, la hermana de Patricia —dijo el padre de Alejandro, con una sonrisa que no le llegaba a los ojos—. He oído hablar mucho de ti.
—Y yo de usted, señor Montenegro. Al parecer, Patricia no le ha contado que, además de ser su sirvienta, también es una mentirosa y una traidora.
Vi cómo los ojos de Alejandro se pusieron rojos, lo que indicaba que estaba hirviendo de ira.
—No te atrevas a hablarle así —gritó.
—¿Por qué no, Alejandro? —respondió Richard, con un tono burlón—. Alicia tiene razón. Patricia nunca ha sido la persona que tú crees. Ella te mintió, te engañó, solo para poder tener tu dinero y tu estatus.
—¡Eso no es cierto! —gritó Patricia, con lágrimas en los ojos.
—Claro que lo es. ¿O ya se te olvidó el pequeño acuerdo que tuvimos, hermanita?
Alicia le lanzó una mirada llena de odio a Patricia. Era evidente que no se llevaban bien. Y ahora, los padres de Alejandro, que habían estado observando en silencio, veían en Alicia y Richard una oportunidad para deshacerse de Patricia y arruinar su relación. La traición ahora era personal y la batalla apenas comenzaba.
Fin del flashback
Que buena está la novela