Dany es un adolescente nerd con una vida común. Lo único que desea en esta vida es lo que todo ser humano normal aspira y estima: paz.
Pero pareciera que nunca la tendría con Marcos dando vueltas: despiado, altivo, arrogante...
Porque Marcos era el típico macho de la escuela que jugaba fútbol. Ese tipo de chico que miraba a las personas como Dany como insectos.
No había manera de escapar de lo que se le venía encima o acaso si podría domar a la bestia.
NovelToon tiene autorización de Miguel Antonio Alba La O(bluelight) para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Visita Inesperada
El hoodie de Marcos ya no está. Se lo devolví ayer después de lavarlo tres veces (y olerlo aproximadamente cincuenta). Mamá golpea la puerta con su ritmo especial: toc-toc... toc-toc-toc.
—¡Danny! ¡Los cereales se están poniendo blandos!
—¡Es el punto, mamá! —grito, pero me quedo cinco minutos más en la cama, mirando el techo.
Hoy será un día normal. Sin bullies, sin moretones, sin Marcos Rojas apareciendo en lugares raros. Un día aburrido y perfecto.
Vale me lanza una nota doblada como avión de papel que aterriza directamente en mi ácido sulfúrico imaginario. La despliego con cuidado:
«Martina te ha mirado 7 veces. ¿Le gustas o sabe tu secreto?»
Escribo rápido: «Quizá finalmente notó mi aura de chico misterioso»
Vale añade: «O sea, tu olor a café y libros viejos» con una cara sonriente dibujada.
Cuando levanto la vista, Martina sí me está mirando, pero con esa expresión de cuando ves un accidente a punto de pasar.
12 PM Almuerzo en La Peña del Dragón.
Lua nos sirve el "Frappé Mágico" (café con helado y chispas de chocolate) mientras Vale revisa su teléfono con ojos de águila.
—Actualización dramática: Marcos faltó al entrenamiento.
Casi atraganto mi bebida. ¿Por mí? No, imposible.
—Quizá está enfermo —digo, tratando de sonar desinteresado.
—O enamorado —canturrea Lua desde la barra, limpiando el mismo vaso por décima vez.
—¡No estoy enamorado!
—Dijo nadie, nunca —responde Vale, robando una de mis chispas de chocolate.
Martina me corta el paso fuera de la escuela. Lleva su sudadera del equipo y una sonrisa que no promete nada bueno.
—López. Cuidado con las llamadas perdidas esta noche.
—¿Qué?
Pero ya se fue, dejándome con más preguntas que respuestas.
Mamá trabaja hasta tarde, así que hago tarea con Los Simpson de fondo. Mi teléfono vibra:
Número desconocido: "¿Sabes qué sabe a cobre?
¿...? Borro el mensaje. Spam raro.
El timbre suena. Espero a Vale con pizza o a Lua con algún libro que pedí.
Abro la puerta.
Y ahí está Marcos Rojas.
Labio partido (sangre seca en la comisura), Nudillos raspados (como si hubiera golpeado un muro. O una cara) y unos demasiado brillantes (¿fiebre? ¿alcohol? ¿drogas?).
—¿Perdiste una apuesta o qué? —pregunto, cruzando los brazos.
—Sí —responde, serio—. Apueste que no tendría los huevos de venir.
Su voz suena ronca, pero no por el llanto. Por gritar.
—¿Bebiste? —pregunto, olfateando el aire.
—No.
—¿Drogas?
—No, López —se impacienta, pero sonríe—. Vine porque...
Se inclina hacia mí, lo suficiente para que note que huele a hierba y sudor, pero no a alcohol.
—...porque si no lo hacía hoy, nunca lo haría.
Su respiración está acelerada. ¿De la pelea? ¿De los nervios?
—¿Y? —presiono, sintiendo cómo el corazón me golpea las costillas—. ¿Qué era tan importante?
Marcos mira hacia la calle, luego a mis labios, luego a mis ojos.
—Nada. Solo quería ver tu cara cuando me vieras en tu puerta.
¿En serio?
—Logrado. Ahora vete —digo, pero no cierro la puerta.
Él se apoya en el marco, rozándome con su brazo.
—¿No me vas a invitar a pasar, princesa?
—En tus sueños, Rojas.
Se ríe, y por primera vez, no duele escucharlo.
Tres cosas que aprendí hoy:
Marcos sabe mi dirección (¿stalker o romántico? Debate interno), sus peleas callejeras no son tan secretas como cree y cuando no está fingiendo ser un idiota... casi me gusta.