MI VECINA, MI OBSESIÓN

Mientras estoy en la ducha no puedo evitar reírme por los nervios, qué se supone que le diga a esa hermosa mujer, cómo entablaré una conversación sin tropezar con mis propias palabras. Ella se ve tan segura de sí misma, tan relajada y hermosa. No puedo. ¡Dios! ¿Por qué tengo que ser así? ¿Por qué no puedo ser un hombre normal que seduzca a una mujer?

Abatido con mis pensamientos y con la situación que me espera detrás de la puerta del baño, salgo me seco y me coloco mi ropa. Trato de peinarme, pero mi pelo se empeña en caer sobre mi frente, decido dejarlo así para no demorar más.

Cuando llego a la sala, Amanda está cómodamente sentada en mi sillón mirando su teléfono, justamente en ese sillón en el que he estado observando su departamento todo este tiempo. Maldición, espero que no me crea un acosador, aunque tengo todos los puntos a favor.

Tomo aire y me encomiendo a todos los santos para que mi voz salga normal y no actúe como un idiota. Me acerco a la pequeña mesa y comienzo a ordenar los papeles y los dispositivos que tengo en ella, con los cuales he trabajado este tiempo.

— Disculpa el desorden. He tenido mucho trabajo. — ella me regala una mirada que no puedo decifrar, ya que evito mirarla directamente a los ojos.

— Descuida, así que ¿trabajas desde casa? Eso es genial.

— Sí, eh... No se me da bien... Digo... — ahí estoy otra vez con mi cerebro por un lado y mi lengua por el otro.

— ¿Por qué estás nervioso? ¿Sucede algo malo? —su pregunta es válida, yo en su lugar hubiese dicho algo como "A caso eres estúpido o qué" pero, por supuesto es muy respetuosa. Se acerca un poco y susurra — ¿Tu novia se molestará?

— No tengo novia. No pasa nada, discúlpame.

— No quiero incomodar, solo vine a agradecerte porque la policía me dijo que fuiste tú quien los alertó y no sé qué hubiera pasado si yo estaba en casa. — se levanta para retirarse quedando frente a mí, por mi altura tiene que inclinar hacia atrás bastante su cuello y yo no puedo evitar mirarla y desearla en silencio — Me salvaste, Chris.

— No fue nada, solo me preocupé por ti ¿Tienes algún indicio de quién fue? — trato de enfocarme en eso, ahí es un lugar donde puedo sentirme más cómodo para hablar y así evitar que se vaya.

— No, la policía no lo alcanzó y yo no sé quién querría lastimarme. Quizás pensaron que el depa todavía estaba vacío y quisieron llevarse algo de mi tía, no lo sé.— su mirada se dirige a la bandeja que había dejado sobre la mesa y recién ahí recuerdo que ha traído el desayuno.

— Por favor, pasa a la cocina para que podamos, eh... Desayunar. — ella sonríe derritiéndome más, una punzada en mi entrepierna me advierte que deje de fantasear con esa boca.

La sego a la cocina y tengo que recurrir a todo mi autocontrol para no irme encima de ella y tomarla ahí mismo.

La facilidad que tiene de palabras, la espontaneidad con la que se expresa, la soltura y naturalidad con la que se mueve como si conociera mi casa y a mí me está deslumbrando cada vez más. Aunque también me desanimo un poco porque eso significa que no encajaría con una persona como yo, más bien con alguien como Fernando. Ese solo pensamiento hace que mi humor caiga en picada, si mi amigo la conoce seguramente terminará en su cama y yo pasaré a la friend zone con ella.

—¿Chris, me escuchas? — su contacto inyecta un shock de electricidad en mi cuerpo y eso que solo toca mi hombro — Creo que lo mejor será que me vaya, disfruta el desayuno. — dice notablemente molesta.

— Disculpa, por favor — la tomo del brazo cuando intenta pasar por mi lado — Yo... No... No se me da muy bien hablar. —se queda estática mirándome y suelta una carcajada que es música para mis oídos.

— Y escuchar tampoco — la miro apenado y ella vuelve a sentarse frente a mí.

Comemos lo que trajo y me cuenta algunas cosas superficiales sobre la mudanza. Le sirvo café recién hecho y ella le agrega bastante azúcar, me río en mi interior porque a mi amigo le daría un coma diabético solo de verla, ya que es un gran opositor de los azúcares.

— ¿A qué te dedicas Chris?

— Soy ingeniero en sistemas, pero me especializo en sistemas de seguridad para empresas y particulares. — al fin una frase completa y coherente, ¡bravo campeón! Lógicamente, no revelo mis dotes de hacker.

— Wow, que interesante, ¿con particulares te refieres a personas comunes como yo?

— Sí, es decir, instalo sistemas de monitoreo por cámara en casas particulares.

— Eso me tranquiliza, puedo contratarte para que me des el servicio. — esa sola frase vuelve a desconectar mi cerebro. —¿Podrías instalar algunas cámaras en casa? Después de lo sucedido no tengo el valor de quedarme sola ahí.

— Eh... Sí, por supuesto, cuando quieras.

— ¡Genial! Hoy mismo si es posible para ti. Quiero dormir esta misma noche allí. — su sonrisa genuina remueve cada fibra de mi ser.

— ¿No quieres saber el costo? — por supuesto que no voy a cobrarle nada.

— ¿Es muy costoso? Tengo algunos ahorros... — esta vez quien ríe con ganas soy yo —¿Qué?

— No voy a cobrarte nada, Amanda, somos vecinos.

— No puedo aceptarlo, es tu tiempo y trabajo —quiere negarse y me resulta adorable.

— Créeme que no hay problema. Quiero hacerte ese regalo para que estés tranquila y olvides este mal momento. — en mi mente tengo otros planes.

— Gracias, de verdad, eres muy amable.

— Déjame buscar algunas cosas necesarias y vamos si quieres.

— Sí, sí, claro. Te espero.

Me dirijo a mi estudio por uno de los equipos que tengo para mis ventas online, tomo una computadora y algunas herramientas y ya estoy listo para partir.

Amanda no ha podido quedarse quieta y ordenó las cosas que utilizamos en el desayuno. Tranquilamente, podría acostumbrarme a tenerla en mi casa, por el momento me conformo con esta reciente amistad que espero pase a más muy pronto.

Tan mal no me está yendo hoy, excepto algunas pavadas que dije o hice, salió bastante bien. Espero que continúe así.

También puedo ver la gran oportunidad que se abre ante mí al poder instalar cámara en su casa...